domingo, 18 de enero de 2009

La faz neobarroca del PP


En el Magazine de El Mundo de hoy se publica la entrevista personal que acompaña a la foto de Soraya Sáenz de Santamaría, presentada ya en portada por el periódico días antes para lanzar la polémica. Gallineros de TV como La noria de Telecinco presentaban anoche a media docena de féminas dándose de picotazos intentando saber si la polémica levantada era excesiva, o si aún podía sacársele mucho más partido. El hecho, en todo caso, ha sorprendido a propios y extraños. Soraya ha caído en la trampa que le había preparado Pedro J., dicen unos. El PP se ha comportado igual que el PSOE con el famoso reportaje de la ministras socialistas en Vogue, que tanto criticó en su momento, recuerdan otros.

El director de El Mundo no esperó, de hecho, a la publicación de la entrevista para lanzar en su videoblog una carga de profundidad contra el PP estableciendo el simbolismo de la foto: un PP a la deriva, que se afana en aparentar lo que no es, y que por eso se aleja progresivamente de sus electores. Hoy el editorial del periódico profundiza en esa dirección. Rajoy se ha limitado a señalar (en la Ser) que su niña es muy bonita, y que tal vez fue un error criticar tanto las fotografías de las ministras de Zapatero en el Vogue.

A un político, sea varón o mujer, se le debe juzgar por lo que dice y por lo que hace en su actividad política. El "mito" de la vida privada -esa esfera queda muy reducida cuando se está en el escaparate del espacio público- no quita que uno o una tenga una vida personal y que pueda o quiera hablar de ella para satisfacer la curiosidad de la gente, pues curiosos son la mitad de los mortales, y la otra mitad vive de ellos. A Rajoy se le niegan casi todas las capacidades, pero no tiene el don de la infabilidad, gracias a Dios. No es lo mismo, señor Rajoy, lo de su Soraya y lo de las ministras de Zapatero, cuestiones estéticas al margen.

Nada impide que en la intimidad alguien pueda hablar en la lengua que quiera (a todos sorprendió que Aznar presumiera de hacerlo en catalán) o que esté como quiera, y puestos a abrirnos la puerta, seguramente se agradece que lo haga como lo hace la portavoz popular, y no que hubiese aparecido en calcetines, con la bata y los rulos puestos, que será lo que debe corresponder -a juicio de algunos comunicadores avezados- a una mujer de derechas con coraje. ¿Femme fatale? Tampoco parece el caso, no exageremos, pero esa pose al fin y al cabo tampoco sería extraña de la decadente derecha burguesa.

Lo que fue y seguirá siendo chocante es que el cuerpo femenino en bloque de un gobierno socialista que jugó y juega al giro a la izquierda, haga gala, y con el mismísimo símbolo del poder público al fondo -fotografiándose en el palacio de la Moncloa, sede del poder ejecutivo-, de las marcas de moda que están al alcance de muy pocas mujeres. Ir de favorecidas cuando pretende reverdecerse la sensibilidad más cercana a los desfavorecidos es profundamente incongruente. Posar gozosas en las escalinatas y balconadas de la Moncloa no es lo mismo que hacerlo buscando apoyo improvisado en un descansa-maletas de un hotel.

Ciertamente, la sociedad en que vivimos presenta no pocos rasgos de neobarroquismo. El autoconocimiento, las habilidades dramatúrgicas, la concesión a la emotividad como fuste decisivo de la personalidad, el entendimiento de la vida como estilo son algunos rasgos de ello. El rechazo del espacio uniforme, la importancia de lo visual frente a lo puramente racional, la exaltación de lo dinámico y vital , el lenguaje del cuerpo como prisión del alma u objeto sensual, propios del Barroco, adquieren en la actualidad un nuevo sentido y vigor. En ese sentido, la imagen de Soraya con los pies descalzos enlaza mucho más con esos valores neobarrocos (que no dejan de evocar el siglo de oro español) de la sociedad actual, que las fotos de las mujeres socialistas de Vogue, que no entro siquiera a valorar. Y desde luego se puede discutir si es preferible un PP neobarroco y laberíntico al que pretende el director de El Mundo.

Pedro J. se ha convertido en un simple cazador. Atrás han quedado los tiempos en que se distinguió como sagaz analista de la vida política española, o como director comprometido con la regeneración democrática española y dispuesto a hacer reaccionar a la sociedad civil, como sin duda lo hizo, particularmente durante el tardofelipismo. Pedro J. es ahora corresponsable de una deriva que en nada beneficia a nuestra democracia. Los propios medios de comunicación social (da igual su titularidad) han dejado de ser, por lo general, un poder crítico y neutral –el cuarto poder– y han sucumbido a la lucha estrictamente partidista: actuando dóciles o agradecidos unos al poder que les ha favorecido; y otros incluso manifestando un claro afán de dirigir a tal o cual partido.

Es en lo que anda hace tiempo Pedro J. con el PP, como antaño hizo El País con el PSOE. Y lo hace con cierto cinismo. No admite su responsabilidad y la de su periódico en haber dado alas durante la pasada legislatura a un pensamiento conspiratorio contra el PSOE, a propósito del 11-M, forzando al PP o a algunos de sus dirigentes (las caras visibles de la gestión entonces de la tragedia) a secundar esa línea de acción, que ha dividido y en todo caso perjudicado al PP haciéndole responsable de la crispación, y llevándole de nuevo a la derrota electoral de 2008 (y a la necesidad luego de prescindir de esas piezas en la maquinaria del partido: Acebes y Zaplana).

Pedro J., responsabilizando personalmente a Rajoy de la derrota, no ha cejado desde ese mismo día en cobrarse esa pieza, sin respetar tiempos ni formas, deslegitimando los procesos internos de los partidos, como si fuera él quien tuviera la responsabilidad suprema (¿ante Dios y ante la Historia?) de dirigir al centroderecha español. Un juego que al parecer le divierte a él y a algún otro periodista de la emisora de la Conferencia Espiscopal Española, y que les ocupa mucho más que la crítica al gobierno. El objetivo inmediato es Rajoy y el lema -aplicándoselo al líder popular-, el mismo que popularizara Aznar contra Felipe González: "¡Váyase señor Rajoy!".

La "trampa" a Soraya forma parte de esa nueva "conspiración" en que anda metido Pedro J. contra el presidente del PP. Con su dedo (tanto criticar el dedazo de Aznar con Rajoy) Pedro J. ya ha ungido a Esperanza Aguirre, una mujer madura que sabe lo que quiere (y que sabe a quien debe su "fuerza mediática"), y que no va con los pies descalzos sino con calcetines. Aunque le pese al Cazador, empeñado en vender la piel del oso antes de capturarlo, esa espléndida captura fotográfica no va arruinar la carrera política de la portavoz popular, ni perjudicar a Rajoy, y en contra del propósito del director de El Mundo, puede llevar a muchos a la conclusión de que el "neobarroquismo" de Rajoy-Soraya (a la falta de seducción del oso, la presencia de la fiera de su niña: la faz neobarroca del PP) es preferible al "liberalismo antipático" de Aguirre.

1 comentario:

  1. Deberíamos no dejar tanto poder a los medios de comunicación. Se creen que pueden manejar a las masas. Los medios de comunicación tienen el deber de informar, anda que no hay problemas más serios en España, como es el Paro, la Educación para que entremos con la tontería de las fotos, nos quieren distraer de la realidad.

    No nos dejemos, seamos más listos que ellos.

    Nos quieren imponer la forma de pensar y no dejar que seamos nosotros mismos.

    En el fondo los responsables somos uno mismo.

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