viernes, 20 de septiembre de 2013

Metafísica y política


El secretario general del PSN ha mostrado un claro afán de marcar el inicio del curso político navarro combinando entrevistas, declaraciones y resoluciones de partido. Después de haber desafiado durante un tiempo las reglas de la lógica, su discurso fragmentado ofrece ahora un tinte metafísico que conviene analizar. Si cuestionables fueron la autocomprensión de su conducta en el gobierno o de su implicación en el escándalo de las dietas, sus movimientos con históricos de UPN alternativos a Barcina, su respuesta a la moción de censura y su obsesiva solicitud de dimisión de la presidenta, responsable única a sus ojos de la actual crisis institucional y de la podredumbre del sistema, no menos vulnerables a la crítica resultan en este momento –una vez frustrada la vía de judicialización de la política– su nueva apuesta por unas elecciones anticipadas y su propósito declarado de gobernar con Geroa Bai e Izquierda-Ezkerra, dando así respuesta a las demandas de una supuesta nueva “mayoría social de progreso” ya existente.

En verdad esa expresión adquiere en el discurso de Jiménez el carácter de un auténtico ‘trascendental’, puesto que trasciende cualquier ‘ser concreto’, y como tal puede ser convertible en ‘algo’. La cosa física política se articularía por simple exclusión de UPN y Bildu. Desde ese supuesto metafísico se proclama el advenimiento de un “nuevo ciclo en la historia de nuestra comunidad” con palabras graves y vacías, de fácil populismo y tremendismo político cuando se refiere a la necesidad de romper con las “tropelías retrógradas e involucionistas” de la derecha de los últimos días y décadas, que tiene a los navarros “exprimidos, atenazados, paralizados y prisioneros” del sistema forjado por ella. Con la ayuda decisiva del propio Jiménez y del PSN, en todo caso, que tanto ha mirado y contribuido a crear y sostener dicho sistema. Resulta sorprendente que la misma dirección política de un partido pretenda representar una posición y su contraria.

Más que un cambio de rumbo con miras regeneracionistas en la política navarra, lo que parece buscar Jiménez es su personal reinvención, lejos de quererse amortizado. Para que su discurso de las elecciones anticipadas tuviese credibilidad tendría que haber anunciado primero la celebración inmediata de unas primarias en su partido. Ni siquiera se mencionó en el texto de la resolución del último comité regional, a pesar de que se pidiera su inclusión. Jiménez no quiere elecciones inmediatas, pero el giro publicitado evidencia la decisión de dedicar la mitad à peu près que resta de legislatura a este juego, que no aportará nada a la resolución de los problemas de los ciudadanos, continuamente invocados.

Para salvar contradicciones, el discurso político de Jiménez traduce el lenguaje metafísico de los distintos ‘modos de ser’ (‘ser en acto’ y ‘ser en potencia’). Manifiesta su voluntad de ser “artífices del cambio de ciclo” sin que él ni su partido estén realmente en condiciones de afirmar ese liderazgo ni se lo reconozcan aquellos a quienes apela. La vía que pretende abrir depende del ‘ser en potencia’ de otros más que del suyo. En particular de Geroa Bai, a quien se supone gran capacidad de llegar a ser algo que todavía no es, por más que aún no se sepa bien qué es, fuera del PNV y del personalismo de Barkos. Para ser plausible, la vía Jiménez tendría que pasar por que el PSN obtuviese más votos que Geroa Bai y ésta más que Bildu, y eso es mucho adivinar. Con un PSN que prolongara su pérdida de votos y reducido a cuarta fuerza en Navarra difícilmente se puede ser artífice de algo.

Y si los números no dan, y el PSN se aferra al compromiso de Jiménez de no volver a apoyar a UPN, resulta ingenuo afrontar un hipotético gobierno como el apuntado –da igual que lo presida PSN o Geroa Bai– contando con el apoyo de Bildu para luego pretender ningunearlo pensando que no podrá alinearse con UPN contra el nuevo gobierno. ¿Es esa la garantía de un nuevo ciclo “sostenible, estable, que perdure en el tiempo y que realmente abra un horizonte distinto para nuestros ciudadanos”, como dice Jiménez? Y si apuesta por “las ideologías de verdad”, ¿qué coherencia ideológica cabe esperar del experimento?, ¿hasta donde llega el compromiso con el nacionalismo para la anunciada “reconstrucción de Navarra”? ¿Hay unanimidad respecto a todo esto en el PSN, como confusamente se ha dado a entender?

La vía metafísica de Jiménez es muy incierta. Pero aunque fuera cierta corre un evidente peligro. El PSN aspira a ser ‘sustancia’ de la política navarra y puede quedarse en puro ‘accidente’. El problema de Navarra no es la supervivencia de sus actuales políticos, ni siquiera la alternancia, que llegará, sino el cambio real, la regeneración política del sistema, trascendental donde los haya, que está por ver dónde y cómo precipita o quien sea su artífice.

Publicado en Diario de Navarra, 20 septiembre 2013