sábado, 24 de mayo de 2014

El sueño europeo

Europa es un sueño, una utopía, un imposible que, como el río, se abre paso entre los obstáculos. Europa fue el gran sueño hace cien años de la generación española de 1914. Ortega, Azaña, Fernando de los Ríos, Salvador de Madariaga fueron la expresión de un europeísmo y de una implicación en la política exterior, en tiempos de crisis europea, apuntalando la voluntad democrática. El proyecto de una nueva España europea que abanderaron, fue el que materializó a la postre la generación de 1978, y que plantea en la actualidad nuevos desafíos. Europa sigue requiriendo de todos y especialmente de las nuevas generaciones, puesto que la experiencia de la crisis ha podido transformar el sueño europeo en desengaño. La máxima de Ortega, ‘España es el problema’ ha sido reiterada en los últimos años desde una óptica europea; pero en clave española, Europa ha dejado de ser la ‘solución’, en el ánimo de muchos, para verse también como problema: como la causa principal de nuestros males inmediatos.

Es el acento algo forzado del PSOE en esta campaña de las elecciones europeas, instando a un cambio radical en la política económica y social, para responsabilizar a la derecha de los desastres del ‘austericidio’, ahora precisamente que en Francia el nuevo gobierno socialista ha emprendido la vía de los recortes para cimentar la del crecimiento. La idea de que Europa ha abandonado el sueño europeo, simbolizado en el Estado del bienestar, para entregarse a los principios neoliberales del sueño americano, más que un discurso socialista es un discurso pobre, y antieuropeo de fondo. A pesar de los años de crisis transcurridos, algunos partidos no quieren aceptar que la principal responsabilidad de cualquier gobierno es preservar el orden de libertad y bienestar de los ciudadanos, introduciendo las modificaciones necesarias para adaptarlo a las circunstancias cambiantes, con el objeto de hacerlo viable y evitar su quiebra. El futuro del Estado de bienestar será distinto al construido en los Treinta Gloriosos, o no será. No es una cuestión de ideologías, sino de matemáticas.

No es el único desafío europeo. Europa es cultura, Europa es modernización, Europa es democratización, Europa es integración y cooperación. La Europa solidaria pasa por una Europa fuerte y unida. El actual proceso de desacoplamiento entre Estado y Nación no fortalece la Europa de los pueblos frente a la de los Estados. La utopía de la Europa de los pueblos que defienden los partidos nacionalistas contribuye  únicamente a una desagregación y mayor debilidad de Europa en el mundo globalizado. Europa implica una renuncia a cualquier planteamiento de soberanía excluyente. Las aventuras o aspiraciones secesionistas de los nacionalismos periféricos en España u otros lugares de Europa no benefician evidentemente al proyecto europeo. Euroescepticismo, antiglobalización antisistema, populismo xenófobo y secesionismo acaban constituyendo un frente de fuerzas y actitudes antieuropeístas esencialmente perturbador y de efectos disolventes en la coyuntura actual, como se comprueba en la frontera exterior de la UE a propósito de la crisis de Ucrania.

La política europea no se hace sólo en las instituciones europeas sino en las diferentes naciones y regiones, que deben esforzarse por cumplir sus compromisos, sin descansar hasta que la recuperación económica alcance a los extraños y excluidos. Tampoco puede olvidarse que en España europeización ha sido históricamente sinónimo de regeneración, y debe seguir siéndolo. Es, sin duda, importante restablecer la imagen de España en el uso debido de los fondos europeos. Pero es urgente también profundizar en la reforma de nuestras instituciones y de nuestras leyes, reduciendo distancias con Europa, desde una clara voluntad de regeneración política. Por ejemplo, revisando nuestro modelo electoral y el propio funcionamiento de los partidos para favorecer el control de su financiación, la participación y procedimientos de democracia interna que pongan límites al poder de sus cúpulas y a prácticas clientelares de todo tipo. Los partidos mayoritarios, en cualquier ámbito territorial, tienen una mayor obligación de responder a este clamor ciudadano. 

En Navarra, una comisión interna de UPN, con participación de expertos, ha elevado en este sentido propuestas innovadoras y consistentes a los órganos directivos del partido, que han decidido crear otra comisión para revisar el trabajo de la anterior, con miedo a que el cambio señalado, inspirado en el modelo alemán, llegue a ser efectivo. Cuando los que han mandado en el pasado pretenden seguir haciéndolo en el presente, y quienes tienen ahora la autoridad legítima y la responsabilidad política no se atreven a ejercerlas, la regeneración es imposible o nace muerta, por absurdo que parezca. Como se ha verificado en tantas ocasiones, un partido mayoritario o se regenera desde el poder promoviendo cambios profundos y reales, que se puedan tocar, o se regenera en la oposición, con todo lo que ello lleva consigo. Así de sencillo. No basta con apostar por Navarra, España y Europa. Hay que ser consecuentes, y no renunciar a soñar.

Publicado en Diario de Navarra, 24 de mayo de 2014