sábado, 26 de junio de 2010

EA + Batasuna = ?

¿Qué es lo que se mueve en el mundo de la izquierda abertzale y en qué sentido va? El bienintencionado presidente del PSE Jesús Eguiguren, el negociador, ha hecho de telonero y altavoz del acuerdo suscrito entre EA y Batasuna. Se había especulado con que ETA anunciara una tregua o incluso que anunciara su renuncia a la violencia y la entrega de las armas, pero el domingo pasado el anuncio de ese 'paso importante' que supone la vinculación de Batasuna a un partido democrático, según la propia valoración de Eguiguren, obvió cualquier referencia a ETA. Como si no existiera y bastara ignorar esa variable para despejar la incógnita de la violencia en esta operación. O como si bastara esta operación para la resolución del problema.

Que esta operación tiene que ver con la proximidad de las elecciones municipales es evidente. Que Batasuna quiere volver a las instituciones, también. Pero llegados aquí no está claro lo que prevalece: si el interés de ETA en contar de nuevo con Batasuna en el ruedo político, o la voluntad de Batasuna de apartarse de ETA y de apostar verdaderamente por la política. El domingo se dejó pasar la oportunidad de pronunciarse claramente en ese sentido. Eguiguren dice que no se puede pedir peras al olmo tan rápido, pero sin peras no hay política buena que valga. No se pronunció Batasuna, ni tampoco lo hizo EA.

¿Cuál es el juego? El ministro del interior Rubalcaba y el propio Lehendakari López se han pronunciado tajantes en contra de cualquier posible nueva negociación con ETA, y de que se esté haciendo en estos momentos. Eguiguren, por más que haya sido respaldado por Gara, en ningún momento ha postulado siquiera que se deba volver a ella. Por otra parte, nadie ignora que EA es un partido con serias dificultades actuales para lograr representación política. El acuerdo desde esa perspectiva es interesado. Pretende contar con los votos de Batasuna tanto como Batasuna beneficiarse de ese paraguas democrático para no quedar a la intemperie de la Ley de Partidos.

La jugada puede salirle cara a EA a poco que se descuide Batasuna en los nombres que proponga para las listas. Pero eso es casi lo de menos, si es que se llega a ese momento. Por medio la sangría entre la izquierda abertzale será una realidad, triste para unos y grata seguramente para otros. La operación no es inocua en el campo del nacionalismo y la gran perjudicada será precisamente la izquierda abertzale, a menudo olvidada, que ya ha hecho el 'rito de pasaje' -de la violencia primitiva al mundo político civilizado- que Batasuna pretende no tener que realizar. Esa izquierda nacionalista es la que representa Aralar, y cuyo ascenso Batasuna parece estar muy interesada en frenar: en el País Vasco y aún más en Navarra.

Lo que está evidentemente en juego es el futuro de la coalición Nafarroa Bai en Navarra, articulada alrededor de Aralar y a la que pertenece también EA, y que obtuvo buenos resultados en las pasadas elecciones autonómicas de 2007 (se convirtió en la segunda fuerza política de la comunidad foral), hasta el punto de especularse con fundamento sobre un gobierno PSN-NaBai, que Miguel Sanz se empeñó en desbaratar al precio de la ruptura de UPN con el PP. EA ya ha invitado a Aralar a sumarse al nuevo proyecto con Batasuna. Más allá de las intenciones, dinamitar NaBai no sería un 'paso adelante' sino todo lo contrario (por mucho que pudiera favorecer electoralmente a UPN y al PP).

Aplicando las fases del drama social propuestas por Victor Turner, está claro que el mundo de ETA abrió una brecha y una crisis en la sociedad vasca y española, que no puede repararse sin atender a los procedimientos legales y sin someterse a un mínimo 'ritual de aflicción' como es la confesión pública (de algo tan sencillo como los propios errores y el daño cometido o consentido), si quiere restablecerse realmente la paz. ¿Es este el resultado al que aspiran EA y Batasuna, o van simplemente a lo suyo?

viernes, 18 de junio de 2010

Despedida europea

Ayer se celebró el último Consejo europeo bajo la presidencia de turno española, que aunque se prolongue unas semanas más se puede dar ya por acabada. No ha respondido a las expectativas que se había hecho Zapatero (ni Pajín, el famoso acontecimiento planetario), pero lo mejor es que ya ha pasado. El Consejo de ayer vino a ser como una fiesta de despedida para Zapatero y un alivio para todos. Todo fueron buenas palabras y palmadas en la espalda después de una semana de muchos rumores y bastante más miedo ante la posibilidad de un desplome español y la necesidad de acudir a un fondo de rescate para España preparado por la UE y el FMI. La Moncloa ha andado mucho más afanada en intentar controlar esos rumores y evitar que saltaran a las portadas, que en concretar más la reforma laboral y negociar su próximo apoyo parlamentario una vez que los sindicatos anunciaron que irán a la huelga general.

Pero las palmadas de ayer sobre la "importancia" de las reformas españolas y la visita de hoy mismo a Zapatero del director-gerente del FMI para asegurar la "enorme confianza" que se tiene en España, han sentado muy bien a nuestro necesitado Zapatero, quien, en su primer encuentro con Cameron, se ha permitido darle paternales recomendaciones y consejos, como si de un alumno aventajado se tratara, por más que el pequeño Cameron no haya ocultado en su reciente campaña electoral que Gran Bretaña necesitaba reformas de caballo, y se pusiera tras su victoria manos a la obra enseguida, justo lo contrario de lo que ha hecho Zapatero, aunque ayer éste estaba de gracia (ayer y no el día de la visita al Papa, como le dijo Berlusconi antes de dejarle plantado), y todo se le permitía.

Zapatero afronta crecido la hora de la verdad. Su espíritu camaleónico le hace pensar, en su misma ingenuidad, que la rectificación (por imposición forzosa) de que ha hecho gala le puede consagrar como un verdadero líder europeo. Que nada está perdido, en términos políticos personales. Que Felipe González rectificó con el referéndum de la OTAN y permaneció 10 años más en el poder. Vistas las declaraciones que viene prodigando últimamente González contra Zapatero (aun cuando parezca a veces que le echa un capote, con la otra mano le clava la puntilla) no da la impresión de que el ex presidente ni muchos barones socialistas estén a estas alturas dispuestos a hacerle el juego al de León. Lo que no quita para que Zapatero, herido en su amor propio, esté dispuesto a llegar hasta el final.

Podrá convencer a los suyos, aunque lo tiene difícil. Podrá hacer bien los deberes que le quedan, ha de esforzarse y todos lo deseamos, que no se quede a medias y que haga buena letra, ahora que ya no está bajo los focos del escenario europeo y no tiene por qué ponerse ni poner a nadie nervioso. Muy complicado parece, no obstante, que pueda volver a recuperar la confianza de las clases medias después de haber conseguido irritarlas de verdad, metiéndoles no ya el dedo en el ojo, que eso le puede suceder a cualquiera y siempre se perdona, sino lo que es peor, la mano en los bolsillos. Para sacarles los cuartos y además tocarles sus partes más sensibles, y eso son palabras mayores, además de gruesas. Pajín y De la Vega se ríen de que el PP juegue a presentarse ahora como el partido de los trabajadores. Lo que no debería hacerles tanta gracia es darse cuenta de que si el PP lo hace es porque el PSOE ha dejado ya realmente de contar entre las clases medias.

viernes, 11 de junio de 2010

Por obligación, no por devoción

Zapatero ha visitado por primera a vez el Papa en el Vaticano. Por obligación, no por devoción. La reunión se ha producido al ser ya costumbre que el Papa lo haga con el presidente de turno de la Unión Europea, aunque es sabido que para Zapatero Benedicto XVI no es santo de su devoción. El presidente español ha querido marcar distancias con el Vaticano incumpliendo la regla no escrita de no realizar el mismo día una visita al presidente de gobierno italiano. Zapatero quiso hacerlo, dado los graves asuntos que conciernen a Europa, y no se sabe si Berlusconi quiso devolverle la jugada al español con un desaire en la rueda de prensa conjunta, dejándolo solo. El portavoz del gobierno de Italia ha tenido que desmentirlo, porque la interpretación ya estaba hecha. Han bastado las imágenes. Donde las dan, las toman.

Zapatero no se somete al poder de la Iglesia, bastaría, tratándose como es de un líder democrático, pero sí lo hace ante los mercados, por mucho que se quiera un dirigente socialista de futuro. Se atrevió, tiempo ha, a responsabilizar a los empresarios de la crisis y del fracaso del diálogo social, pero ahora impone la reforma laboral por decreto asumiendo las tesis capitalistas en contra de los sindicatos. El poder o la ira de los mercados se ha erigido en el nuevo poder de Dios, situándose por encima de los gobernantes, que se han visto obligados a plegarse ante él. El culto al dinero, como toda religión, levantado como mediador necesario para la salvación terrenal, exige y conlleva sacrificios inevitables.

El Zapatero converso, caído repentinamente del caballo, sabedor de que todo poder proviene de la economía, ha aceptado sumiso las verdades de la nueva iglesia congregada por el capitalismo moderno, que lejos de refundarse a propósito de la crisis, como presumía cierta izquierda, ha apelado con nuevo vigor a su pueblo fiel, sacerdotes y templos sagrados: esa nueva iglesia de la que pretendía apartarse públicamente Zapatero en tiempos de tribulación, precisamente cuando hay que reafirmar la fe, como bien enseña el catecismo. Y todo esto lo ha hecho sin dar aún explicaciones, como si se tratara de un simple ritual religioso. Pero el gesto de disidencia ante el Vaticano que no falte.

viernes, 4 de junio de 2010

Vuelve la España negra

La imagen de una España negra que durante siglos afeó a los españoles ante Europa y ante ellos mismos, se creyó superada con el logro colectivo de la Transición y de 25 años de democracia, pero no, parece que no, algo ha sucedido en los últimos años y en los últimos meses, semanas y aun días, porque los viejos estereotipos sobre España y los españoles están recobrando para nuestra desgracia toda su fuerza.

Montesquieu los hizo bien visibles en sus juveniles Cartas persas, como ha estudiado Carmen Iglesias. Para él España era el reverso de Inglaterra, siempre dinámica y vital. Consideraba que la decadencia y el debilitamiento de España eran fruto, en primer lugar, de una política económica y de una política exterior erróneas, acompañadas de unas actitudes religiosas -las propias de una sociedad clerical instalada en el fanatismo- y de un carácter nacional -mezcla de orgullo e indolencia- que inhabilitaban a los españoles para la verdadera convivencia y el trabajo productivo.

Los excesos del ilustrado francés, que ni siquiera se digno visitar España en su largo periplo europeo, la escasa base científica de sus observaciones, o los lugares comunes que reproduce, no impiden que algunas de sus consideraciones parezcan hoy más reales que nunca, como consecuencia de la política de Zapatero. Como se ha dicho muchas veces, la base real que incorporan los estereotipos antiespañoles no son sino desajustes dentro de determinados procesos históricos que, en cualquier caso, España ha vivido dentro de la 'normalidad' europea. Hoy también se puede argumentar en España de esa manera, y de hecho Zapatero insiste en hacerlo, pero ya no se puede ocultar, porque se han hecho evidentes, que los desajustes económicos y culturales que dimensiona actualmente España responden, en muy buena parte, tanto a la acción como a la inacción del presidente español.

Como en otros tiempos, y frente a la imagen de perezosos que España y otros países meridionales europeos vuelven a tener, una parte de la población se ve abocada al ocio forzoso sencillamente porque no pueden trabajar, o porque atendiendo a algunos tipos de salarios vinculados a determinados tipos de contrato no les compensa trabajar, si no quieren verse en mayor penuria que la de quienes vaguean a la sombra de los subsidios del estado. Zapatero es responsable de haberse negado a cualquier reforma estructural hasta que la nueva difusión de una imagen negra de España le ha obligado a hacerlo. Para contener a los mercados y a los socios europeos, Zapatero ha puesto ya fecha inmediata a la reforma laboral, con o sin acuerdo de los sindicatos. Habrá que esperar a sus términos concretos, para ver si tiene trampa.

De forma paradójica, Zapatero, para quien la idea de nación española es discutible, ha resucitado el mito del carácter nacional español. Montesquieu y Zapatero, de manera distinta, han consagrado el lugar común de que la ruina de España resulta de su propia grandeza. Un imperio como el español basado en el oro y la plata -decía el primero- conduce a la ruina económica y al hundimiento político. Es lo que le está pasando al segundo, que se jactaba de estar atesorando más riqueza que Italia y Francia, a base de sustituir el oro americano por el ladrillo español. Decía Montesquieu que el orgullo arrastra males inconmensurables como la pereza, la pobreza, el abandono de todo, la destruccion de las naciones. El orgullo de Zapatero ha arrastrado males ciertamente graves como el paro y la miseria, por no hablar de la inestabilidad del euro, y ha colocado a España al borde de la quiebra económica y política, y fuera de la escena internacional.

Montesquieu, como todos los ilustrados, confiaba en la educación como un instrumento fundamental para lograr el bienestar y la felicidad de los ciudadanos. La educación proporciona ideas y es el mejor antídoto contra la estupidez, la tontería y la locura. Sin educación, decía por su parte Jovellanos, todo decae y se arruina en un estado. Zapatero ha hecho demasiadas estupideces, tonterías y locuras por haber confundido o querido sustituir la educación (la siempre necesaria mejora de la educación) por la propaganda (por el abusivo uso simplón de la propaganda). Todas las decisiones del gobierno en el terreno de la educación pública han sido para introducir la propaganda en la escuela (veánse los contenidos promovidos de Educación para la Ciudadanía), como se ha multiplicado también la propaganda en los medios de comunicación o en el mundo del espectáculo, que son asimismo o deberían ser instrumentos educativos. El pacto educativo intentado por el ministro Gabilondo al final no fue  posible porque Zapatero no ha querido realmente otra cosa.

Por mucho que blasonara de sustituir ladrillos por ordenadores en las escuelas, Zapatero ha vaciado el ideal ilustrado de perfectibilidad del hombre a través de la educación, donde el fomento del interés personal actúa en beneficio de todos, en favor de una propaganda orientada a los valores de un pretendido progresismo cultural (bastante trasnochado puesto que queda anclado en ideas de los años sesenta, de hace medio siglo) que ha amparado y se ha empeñado personalmente en defender, pensando en el exclusivo interés partidista y en su beneficio particular.

Zapatero ha querido reavivar la memoria histórica de España, pero sólo ha conseguido recuperar del olvido los estereotipos de la España negra, una España diferente y anormal felizmente superada en el pasado reciente. Ha interiorizado de manera sorprendente una percepción negativa de España que no responde al conocimiento de la realidad histórica, sino que ha sido construida desde fuera y amplificada dentro al vaivén de debates ideológico-políticos. Lejos de facilitar la recuperación de la memoria histórica, Zapatero ha contribuido a su deformación, ansioso de identificar a su adversario político con el fanatismo, el poder de la Iglesia y el franquismo; en definitiva, como el heredero de esa España negra.

Es el PSOE de Zapatero, no tanto el PP, quien se empeña en perpetuar la España negra para mantener un activo político. Si la cuestión del fanatismo ha sido históricamente un problema mal planteado, en la actualidad es un falso problema. El problema que tenemos no es el de una sociedad clerical maniatada por el clero como grupo privilegiado, sino más bien el inverso, el de un fundamentalismo laico instalado en el gobierno de Zapatero y en la clase política privilegiada que le ampara, que comienza a irritar a una sociedad tolerante y respetuosa con sus tradiciones propias, como es la española de hoy día. Lo ocurrido ayer en la tradicional procesión del Corpus de Toledo es significativo al respecto.

La ministra de Defensa Chacón ha conseguido un nuevo motivo para ser recordada. España no necesitaba reformas económicas estructurales, pero la destrucción de cualquier vestigio de clericalismo en nuestra sociedad se ha convertido en un imperativo legal para los más fieles de Zapatero. 
El ejército, como consecuencia del nuevo reglamento recientemente aprobado, no pudo rendir honores militares al Santísimo, ni portar la bandera española, ni interpretar el himno nacional, para disgusto de los militares, de la población toledana y del propio presidente socialista de Castilla-la-Mancha que para no perder más votos ha manifestado -lo que nunca se habría atrevido a decir el Arzobispo y Primado de España- que el día del Corpus Christi será a partir de ahora siempre fiesta civil no sólo en Toledo sino en toda la Comunidad. Vuelve la España negra.