martes, 30 de junio de 2009

Vicente Ferrer, Bono y la protesta iraní

José Bono, el actual presidente del Congreso español, es un hombre comprometido con las grandes causas universales y no da puntada sin hilo, pero -ya que le gusta presumir de socialista cristiano- debería considerar que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que creer, de manera ciega, en su desinterés personal en todas las cosas que dice y hace.

No se trata de juzgar si hizo bien o mal, como tercera autoridad del estado que es, en viajar a la India con motivo de la muerte de Vicente Ferrer, y en hacerse acompañar de la portavoz popular. Sin duda, son muchos los españoles que -por encima de ideas y creencias personales- juzgan muy favorablemente la labor que la Fundación Vicente Ferrer realiza en aquel país, y que colaboran con ella apadrinando uno o varios niños. No sabemos si es el caso del señor Bono, aunque habría sido una estupenda ocasión para dejarlo caer, no para vanagloriarse de contribuir modestamente al bien, sino para respaldar y extender de modo indirecto pero eficaz el conocimiento y la ayuda a esta obra de inspiración cristiana y de enorme proyección social, que tanto reconocimiento popular tiene entre los grupos más desfavorecidos de la India, como se ha comprobado con motivo de las exequias de Vicente Ferrer a las que asistió Bono.

Bono, sin embargo, no ha desaprovechado el evento para cargar contra la jerarquía católica y los obispos españoles, aunque le guste comer con ellos y pontificar más que a ellos. Bono se ha rasgado farisaicamente las vestiduras por los pecados de omisión cometidos por la Iglesia con motivo de la muerte de Vicente Ferrer, como si la cúpula católica hubiese considerado que éste era un "apestado para la Providencia", y fuera del todo necesario que él, Bono, el depositario de la verdadera conciencia cristiana, recuerde la buena doctrina y devuelva la honra a los perseguidos, a los auténticos hombres de Dios que mantienen viva la Iglesia, como Ferrer, "quien era más importante que muchos obispos" que no saben más que "incensar muy bien el altar", o que "dan las ruedas de prensa con el dogma como si lo tuvieran escondido en un arca de la alianza".

Bono censura que la Iglesia o los obispos intenten "imponer" lo que piensan en relación con la reforma de la ley del aborto, mientras durante los años de gobierno del PP se mantuvo la actual ley "sin una sola protesta de la Iglesia". O se vuelve a escandalizar el presidente del congreso ante quienes critican el aborto y "callaron con los muertos de la guerra de Irak". Pero evita de este modo pronunciarse sobre los cambios de la nueva ley, si considera realmente que el aborto sea un derecho, y que quepa como tal dentro de la constitución española, o si como padre cristiano estima conveniente que una menor de 16 años puede abortar al margen de los padres. La sencillez y la falta de doblez, propia de Ferrer, que dejaba desarmado a cualquiera, y que reprocha Bono a los obispos, tampoco es una virtud que adorne al político Bono, nada original por otra parte en el manido afán de identificar al PP con el partido dependiente del poder eclesiástico.

Haría bien Bono en dejar de dar tanto testimonio y centrarse en su propio papel institucional, ya que como él mismo ha reconocido nunca ha ganado tanto y trabajado tan poco. A pocos importa si fue monaguillo o si se le pasó por la cabeza ser cura, o si como afirma una y otra vez quiere "pertenecer a la Iglesia y vivir su fe" pero "en paz con mis convicciones y mis sentimientos", lo que se antoja mucho más como una declaración política ante sus propias bases o correligionarios de partido, que como la atormentada expresión de un creyente comprometido en política. Que predique con el ejemplo la efectiva separación entre Iglesia y Estado, y la efectiva renuncia a no instrumentalizar politicamente la religión, algo que puede hacerse en diversos sentidos y de distintas maneras, como sabe bien Bono cuando afirma hinchado que "yo tampoco creo que se pueda ser católico y cristiano al modo en que determinado obispo o cardenal quiere".

Puestos a trabajar por la verdadera secularización de la política desde el lugar que le corresponde en el orbe, Bono no puede contentarse con la declaración institucional sobre los recientes sucesos de Irán consensuada por todos los grupos de la cámara baja del Parlamento español y leída por él mismo hace unos días. Por supuesto que estamos ante unos "penosos sucesos" y que se ha de instar al gobierno de Teherán a que detenga la represión contra la población civil, que ha elevado el número de víctimas, y "se abstenga de culpabilizar de sus problemas internos a países extranjeros". Si la propaganda de la Alianza de Civilizaciones de Zapatero no sirve para favorecer y apoyar la libertad y la democracia en el mundo islámico, entonces es eso, pura propaganda de escaso recorrido. La condescendencia con el islamismo radical, en la que incurre el gobierno Zapatero, como si no existiera otra violencia condenable que la del terrorismo de Al-Qaeda, es un flaco servicio a la defensa de los valores universales.

Hay "problemas internos" de determinados países que no pueden dejar indiferentes a nadie. Irán protagonizó en 1979 una revolución que fue determinante para la extensión del fundamentalismo islámico a otros países. La propia experiencia de la transición española, y su reconocido carácter modélico, debe conducir a valorar la importancia de determinados signos externos dentro de un régimen autoritario en términos de cambio de la estructura de oportunidad política y, a fin de cuentas, de movilización y liberalización política. Los cambios que pudieran producirse desde el interior del propio régimen iraní, como consecuencia de la propia presión popular y de su repercusión internacional gracias a la revolución tecnológica, adquieren potencialmente la misma trascendencia que los que tuvieron lugar a raíz de los sucesos de 1979, ahora como inicio de una ola de democratización que afectase a otros países del mundo islámico. Pero claro, Zapatero está a otra cosa; y Bono, que quiso en su día ser Zapatero, y que ahora disfruta de su sillón pontifical, también.

viernes, 26 de junio de 2009

Gobierno enredado

Hay comedias de enredo y hay situaciones de enredo general que son sinónimo de crisis permanente de quien las padece, y que a nadie pueden hacer gracia. Es lo que sucede con el gobierno de Zapatero. Obsesionado con borrar las diferencias entre lo público y lo privado, y en convertir todo el espacio público en ideología, esta constante presión hacia la ideologización, por mucho que se disfrace de un anticuado concepto de "secularización", está encaminada a conseguir una ficticia unidad de pensamiento y acción, que tiene poco de pensamiento porque no pasa de fórmulas cuya evidencia depende de un punto de vista partidista, y que por eso mismo lejos de orientar la solución de los problemas reales, acaba por enredarlo todo. Zapatero sueña con inventar la izquierda del siglo XXI y no ha hecho sino representar la vieja figura del jefe de la democracia rousseauniana, deseoso de señalar al pueblo el camino recto que ha de seguirse, y de armar su voluntad, como antaño la iglesia pretendía conducirlo y llenarlo todo. Lástima que esa fatua "religión civil" de Zapatero, como la de Rousseau, sea escasamente respetuosa con el verdadero pluralismo.

La democracia de Rousseau solo era imaginable en comunidades sencillas y en ausencia de verdaderos problemas y diferencias dentro de la sociedad. Zapatero parece disfrutar estatalizando la censura moral (decretando las pautas de comportamiento aceptables) o ejerciendo de ideólogo jefe. Nada debe quedar fuera del control político del estado, controlado a su vez por el partido gobernante, y dentro de éste por personas de la estricta confianza del jefe, con independencia de sus méritos y capacidades. La confianza es el mérito, de la que depende la fuerza y el valor, por más que el valor probado no asegure el éxito. Bajo estas premisas la política de Zapatero se ha convertido en un enredo monumental. Lo que se advierte en los últimos días, tristemente es la parte más cómica.

Los propios excesos de los socialistas explican que anden enredados entre ellos, y que Zapatero duerma mal. La vicepresidenta De la Vega y la ministra de defensa Chacón tienen las espadas en alto con motivo de la polémica suscitada por las actividades del director del CNI Alberto Saiz, que no se sabe bien con qué fondos paga sus jornadas de pesca transoceánica y con qué personal limpia su piscina privada, tan despreocupados y desocupados andan nuestros espías en la actualidad. Para que no se confundiera el CESID con el CSIC se creó el CNI y ahora tenemos la Inteligencia por los suelos y hecha unos zorros, todos espiando a todos y el propio director (protegido de la vicepresidenta contra el criterio de la ministra) denunciando la "rebelión interna". Bastante tiene Chacón con sus propios errores (retirada de Kosovo, gripe A, espías judíos en el Líbano) como para que ahora esta guerra de espías españoles acabe por laminarla políticamente, con lo cerca que estuvo ella de llegar a la vicepresidencia y ser la mano derecha de Zapatero, su protector, en sustitución de la obispa laica. Enredos de espías y de mujeres, a cuál más destructivo de "imágenes fabricadas" (o prefabricadas).

De imagen no anda tampoco muy sobrada Leire Pajín. Está empeñada en ser senadora porque la número tres de un partido tiene que tener algún empaque parlamentario, y se queja de los enredos del PP para su designación autonómica por Valencia. Pero el mayor lío lo tiene ella dentro de su partido después del fracaso en las elecciones europeas. De ahí que vaya a someterse a un cambio de imagen que se antoja como todo un plan de reeducación, ante el cual habrá quien siga planteándose si no es más sencillo cambiar de número tres. Más en la cuerda floja anda Chaves con el asunto de las subvenciones a su hija. Las pruebas documentales publicadas casi le han echado la soga al cuello, y así no hay quien pueda solucionar el espinoso problema de la financiación autonómica, que además no lo va a resolver él sino en todo caso la vicepresidenta Salgado, que es quien maneja el presupuesto, al menos sobre el papel. Triste consuelo es ver al PP enredado con el caso Gürtel y a su tesorero Barcenas en el Supremo, porque -con independencia del fallo judicial- va tener menos consecuencias políticas que el caso Chaves.

Salgado quiso ser honesta después de las elecciones, confesando ella misma que no hay brotes verdes, por mucho que insistiese en ello el último vídeo propagandístico del PSOE. Y en un alarde de realismo dio unos datos atroces sobre las previsiones del gobierno acerca del futuro inmediato de la economía española. El verdadero mazazo, para el gobierno y para todos, llegaría pocos días después cuando la OCDE anunciaba que sí, que sí hay brotes verdes, pero para el resto, no para España, atreviéndose a facilitar unos datos para el caso español que empeoraban todavía más las previsiones del gobierno, que ya no sabe cuánto puede gastar más, y menos de dónde sacar el dinero para seguir gastando, que es lo único que se le ocurre para dar la impresión de que hace algo.

Lo primero, como era de esperar, ha sido subir los impuestos ligados al tabaco y los combustibles, no tanto por necesidad recaudatoria, dicen, sino para favorecer una vida saludable y el ejercicio sano entre los ciudadanos. De eso sí que sabe Salgado. De lo demás, se ignora quien marca el rumbo. Rodeado de sus fieles escuderos, Zapatero se enfrenta cada día con mayor casancio a su situación de minoría parlamentaria. No se trata ya de recabar votos para sacar adelante determinadas iniciativas que se consideran necesarias, sino que se cambian de un día a otro el sentido de las propuestas, con giros espectaculares, en función de quién este dispuesto a dar su apoyo al gobierno dentro del parlamento, o de qué lobby le plante cara fuera. Con el PSOE se están desarrollando elementos propios de una sociedad corporativista, combinados con otros de una sociedad de corte, que se conjugan mal con un verdadero orden de libertad.

El anuncio de una mayor subida de impuestos a los "ricos", pactada con IU, pero finalmente votada en contra por el propio PSOE porque a CiU no le gustaba y se comprometía a cambio a abstenerse en la votación que más importaba al gobierno sobre la elevación del techo de gasto, constituye por sí mismo un embrollo suficientemente ilustrativo de la situación en que se encuentra el gobierno: falto de rumbo, aún más por la dificultad del PSOE de asegurar la estabilidad parlamentaria del gobierno. Alonso y Madina, al frente del grupo parlamentario, son tan cercanos y a la medida del presidente, que han hecho notar la ausencia de Ramón Jáuregui al día siguiente de su marcha al parlamento europeo. El problema del PSOE es que cada dia el escenario está más enredado y no saben qué decisiones tomar.

Enredado en su discurso ideológico, Zapatero está como inmovilizado, incapaz de acometer ninguna reforma estructural y reaccionando de manera teatral, haciendo gala de un reduccionismo populista de izquierda, ante todo aquel que se atreva siquiera a sugerirlo. Se podrá discutir la naturaleza y el alcance de las reformas, pero no hacer nada es simplemente hundirse. El se permite desoír la opinión de los "expertos", por muy gobernadores del Banco de España o del Banco Central Europeo que sean, porque su responsabilidad es "gobernar a la ciudadanía". Fernández Ordóñez y Trichet no dejan de advertirle, pero Zapatero deforma sus palabras como si tocaran a degüello contra los trabajadores para instaurar el despido libre. El problema es que Zapatero no tiene la maquinita de hacer dinero, y que la solidez del modélico sistema financiero español (que hacía inexcusable la presencia del presidente español en las cumbres internacionales para pregonar sus virtudes) comienza a resquebrajarse, y ya hemos aprobado hoy un fondo para acudir en ayuda o intervenir en cajas y bancos.

Disparar el gasto público de forma imprudente y masiva, actuar de manera irresponsable haciendo que los ciudadanos se endeuden hasta lo imposible, es hipotecar su futuro, no trabajar para ellos. La metáfora del barco que navega con referencia al gobierno o al estado es vieja, pero sigue siendo útil cuando se trata de insistir en la cuestión del rumbo. No basta que el barco se mantenga a flote, debe conservar el rumbo fijado. Zapatero se comporta como un timonel que ni admite que se discuta el destino, ni parece él mismo conocerlo. Lo preocupante no es que dé bandazos o que vaya en zigzag, si hiciera todo lo posible por mantener el rumbo. La impresión que da es que navega en círculo, mal distribuida la carga de la nave y enredado el timón en el mar de sus propias dudas y contradicciones, rodeado de unos pocos marineros, "aprendices profesionales" la mayor parte, más interesados en su propia supervivencia que en realizar eficazmente su trabajo para que la nave y su pasaje lleguen felizmente a puerto.

viernes, 19 de junio de 2009

Papeletas y paradojas navarras (y III)

Los socialistas navarros están cómodos apoyando a Miguel Sanz. Primero, porque éste se va, y por eso mismo les escucha y les deja hacer y creer que hacen, y seguirán haciendo después. Segundo, porque permite al PSN superar la imagen de comportamiento errático que ofreció a raíz de las negociaciones con NaBai tras las elecciones autonómicas de 2007. El presunto aventurismo político, las veleidades pronacionalistas y la falta de principios con tal de gobernar de Fernando Puras -la imagen de Zapatero durante la primera legislatura- son reemplazados por la responsabilidad, el sentido de estado y el compromiso desinteresado con la gobernabilidad de Navarra, valores de Jiménez como nueva imagen de Zapatero en esta segunda legislatura. Y eso, piensan, les dará votos, les restituirá cuanto menos la condición de segunda fuerza indiscutible de la comunidad (disputada por NaBai en 2007) y les hará creíbles como única alternativa de gobierno a UPN. Esta es la lectura que ha hecho Jiménez de los resultados del PSN en las elecciones europeas (obviando el triunfo fantasma del PP y centrándose en el "claro descalabro", según él, que han tenido el resto de formaciones progresistas de la Comunidad foral).

Esa nueva actitud responsable y desinteresada del PSN algo exigía, no obstante: que UPN rompiera amarras con el PP, como un requisito previo para que los socialistas pudieran pactar con UPN; y a ello se entregó Sanz, no sin cierto desgarro, pues al navarrismo oficial se le llena la boca sentando la doctrina del "pacto" y él tendrá que cargar, en su retirada política, con haber roto de manera “unilateral” el pacto (según le espetó el PP, lo que puso en marcha la maquinaria de UPN precisamente para contrarrestar esa idea, como ya se ha comentado). Pero alguien tenía que sacrificarse en el altar de la patria navarra. Visto desde el otro lado, tampoco se debe juzgar con dureza a Sanz. Al fin y al cabo, dándole otra pasada al tema, Sanz no hizo sino inspirarse en el Rajoy que tras las elecciones generales de 2008 realiza algunas reflexiones y números, y extrae determinadas conclusiones (hay que sumar votos para ganar al PSOE, y para ello hay que hacer esto y lo otro, moderarse y centrarse). Sanz sacó su lapicero y lo mismo: el entendimiento estable con el PSN es la única alternativa segura de futuro para Navarra.

Todo esto, argumentado por unos y otros desde la idea de la excepcionalidad navarra, plantea algunas dudas y paradojas a la luz de los propios acontecimientos políticos más recientes del País Vasco. Refundado el PP en Navarra (como no podía ser de otra manera una vez roto el pacto con UPN) y producido el cambio político en Euskadi como consecuencia de un pacto histórico entre socialistas y populares vascos, defendido también en mor de la excepcionalidad vasca, no se acaban de entender bien las repetidas y tajantes declaraciones de los dirigentes del PSN después de las elecciones europeas advirtiendo a los regionalistas de UPN de que si se decantan por las tesis de su presidenta Barcina, ello puede hacer peligrar la estabilidad del gobierno navarro, pues cualquier guiño o aproximación de UPN al PP dificulta mucho el entendimiento con el PSN. "Si alguien quiere abrocharse a ellos, nos está diciendo que no quiere tener ningún tipo de acuerdo con nosotros" (Jiménez). En las actuales circunstancias, esto exige alguna explicación más que decir que el PP sólo ha venido a Navarra a crispar.

UPN como partido tendrá que demostrar su capacidad de cambio tras la llegada de Barcina a la presidencia. Pues no se debe obviar que el discurso navarrista que ha abanderado hasta ahora UPN produce ciertos reparos desde la lógica democrática: por esencialista y excluyente, en la medida que da a entender (como si fuera una premisa evidente) que una parte considerable de Navarra y de ciudadanos navarros -aquellos que son culturalmente vascos y que formulan de manera menos simplista que UPN la cuestión de la identidad- no tienen derecho a existir, presumiendo de antemano su contagio por el nacionalismo vasco radical: como si fueran simples apestados. Desde sus orígenes UPN ha sido un partido antinacionalista vasco hasta la médula, pero cuyo discurso paradójicamente no es menos nacionalista, pues apela también a un pueblo abstracto, exponente de una unanimidad substancial, que niega la pluralidad real, y que aspira a encarnar el poder en exclusiva.

El navarrismo oficial tiene que aprender, lo mismo que el nacionalismo vasco, que ningún grupo puede pretender imponer determinados valores culturales y políticos o visiones selectivas de la historia como los verdaderos y exclusivos de la comunidad navarra. Al final cuando se está tanto tiempo seguido en el poder, se pierde de vista lo básico. Hay que abrir las ventanas y ventilar el gobierno, y tantas otras instituciones, que dirigen siempre los mismos, no ya un partido, sino determinados amigos y clientelas. Esta ha sido la principal razón para el cambio en Euskadi y Navarra no es una excepción en esto, y los socialistas lo saben porque no son ajenos a ello.

Ni se entendió el amago de apuesta del PSN por gobernar a todo trance con los nacionalistas en Navarra en 2007, ni se entendería ahora su seguidismo hacia UPN (de ahí que invoquen el argumento de la "bicefalia" de UPN para atacar a los regionalistas al mismo tiempo que los apoyan). Pero los socialistas están atrapados en sus propias redes. Porque la estrategia de confrontación con Barcina en el Ayuntamiento (buscando su reprobación, no se sabe muy bien si por su mala gestión municipal, por ser la nueva presidenta de UPN, por suponerla más cercana al PP, o por las tres cosas a la vez) exige -si quiere ser efectiva- el concurso no sólo de NaBai sino de los concejales de ANV, y esto ya son palabras mayores una vez que, tras el giro de Zapatero, esta formación ha sido ilegalizada y que ETA ha vuelto a matar, como tristemente ha sucedido hoy mismo en la persona del inspector de Policía Eduardo Puelles. Aceptar ese apoyo no es fácil de justificar ni de comprender.

La política navarra demanda nuevos aires y admite por demás -con mayor razón después de la entrada forzada del PP en escena- múltiples combinaciones, como corresponde a una comunidad diversa y plural, como es efectivamente Navarra, donde no cabe soñar con mayorías absolutas. El argumento inicial de Sanz y su entorno dentro de UPN insistiendo en que la ruptura con el PP les iba a beneficiar a ellos porque les quitaría la imagen de derechones, ha quedado en cuarentena después de los buenos resultados del PP en las europeas, y no deja de resultar una afirmación paradójica. Es obvio que la evolución y el crecimiento electoral de UPN supone la existencia de distintas sensibilidades entre sus votantes, pero si alguna formación entronca con la vieja derecha tradicionalista-carlista (por reconvertida que se encuentre hoy al navarrismo oficial) esa es, en efecto, UPN, más aún después de la escisión que sufrió entre sus filas del CDN de Juan Cruz Alli.

El PP de Navarra puede optar por jugar a la derecha de UPN, como querrían los regionalistas, o por situarse estratégicamente en el centro, entre UPN y los socialistas, justamente en el momento en que el futuro del partido de Alli parece más incierto que nunca. Lo segundo desde luego abre muchas más posibilidades de juego político y de acabar resultando decisivos en distintas alternativas de formación de gobierno, con UPN o con el PSN, pues lo que está realmente por ver no es tanto la capacidad del PP para implantarse en Navarra como la de UPN a medio plazo para resistir al avance del PP (¿diez años a lo mucho?). Avance que, sin duda se producirá, si ocupa realmente esa posición de centro y defiende sin ningún tipo de complejos la pluralidad de Navarra, sin pretender rivalizar con UPN en el rancio y cansino discurso antinacionalista vasco, de carácter frentista, que no es necesario ni conveniente para erigirse en el verdadero defensor de las libertades ciudadanas, de la pluralidad y de la idiosincrasia de Navarra. Son los demás, no el PP si sabe jugar sus bazas, quienes se encuentran en la actualidad con un serio problema de discurso o estrategia.

martes, 16 de junio de 2009

Papeletas y paradojas navarras (II)

UPN pretendió escenificar hace dos meses el congreso de la unidad, y se encuentra en estos días haciendo todo tipo de malabarismos para no tener que pronunciarse sobre los resultados de unas elecciones a las que no se presentaba, pero que les incomodan y les hace revolverse en sus asientos ante la mirada de los demás. Los regionalistas se encuentran pillados por las propias declaraciones socialistas, que insisten en que UPN tiene un verdadero problema interno (no vaya a ser que se lo endosen a ellos y se reabra la polémica sobre la actuación del PSN desde las pasadas elecciones autonómicas de 2007). Interpretando los resultados del 7-J, el líder socialista navarro Jiménez juzga que la "bicefalia" de UPN puede dificultar los acuerdos con el PSN.

También es verdad que esa "bicefalia" le da juego al PSN pues le permite adoptar una doble posición: de colaboración y sostén del gobierno de Sanz, y de crítica y mayor oposición hacia la alcaldesa de Pamplona Barcina, a la sazón actual presidenta del partido y futura candidata de UPN a la presidencia del gobierno foral. Barcina es el enemigo a batir para los socialistas. Sanz ya ni se bate, simplemente está en retirada, buscando el acomodo de la jubilación política, aunque se haya procurado un puesto en la ejecutiva de UPN y aspire a quedarse también como consejero de Caja Navarra (una vez sean reformados los estatutos y se suprima la vinculación automática de ciertos cargos públicos, como el de presidente autonómico, con la entidad: paradoja de la "despolitización" que quiere abanderar la CAN).

Si tiene un problema, UPN ha decidido obviarlo cerrando filas (es un partido "absolutamente unido", proclama), pero dócil en cualquier caso al ritmo que marcan los socialistas, y para que no digan que no tienen capacidad de respuesta, los regionalistas han comenzado a lanzar ataques al PP navarro. Es todo un cambio. Se ha pasado del menosprecio inicial, cuando tras la ruptura del pacto Sanz y Catalán no les aventuraban ningún futuro a los populares en Navarra, a tomarles realmente en consideración, pero como un claro obstáculo a sus intereses. La voz oficial de UPN sigue siendo la voz de siempre, por mucho que pueda llegar a sorprender ya a sus propios votantes. Pobre Barcina, y con lo bien que podría estar ahora en las filas del PP, se dirá a sí misma.

El enemigo serán siempre los nacionalistas, que han vuelto a enseñar sus dientes más afilados apoyando a la lista de Iniciativa Internacionalista (por paradoja, ingenua, pero ante la que se detuvo el TC), en detrimento de los partidos que componen NaBai, que iban por separado en otras dos listas, y que obtuvieron menor respaldo. Pero la voz de UPN, favoreciendo la confusión entre el nacionalismo vasco y los violentos, magnifica siempre la "amenaza" y extiende la "sospecha" hacia quienes no son de fiar, reservándose además el derecho de identificarlos. Resulta paradójico que fuera UPN quien tirara del PP antes de las elecciones autonómicas de 2007 para acusar con el dedo a los socialistas de traidores dispuestos a entregar a Navarra (en el plato de la negociación con ETA), y que ahora resulte que es el PP quien no es de fiar, y el que "sacrificaría" a Navarra a la menor de cambio, como ha dicho hoy mismo el secretario general de UPN García Adanero.

Los socialistas, unos benditos, tan responsables y concienzados con la realidad de Navarra; y los populares, poco menos que malditos. Alguien tendrá que explicar por qué han cambiando tanto las tornas. Va a resultar que quienes no son de fiar, de tan preocupados que están por permanecer en el poder son los de UPN. Pobre Barcina, vaya papeleta le ha caído.

lunes, 15 de junio de 2009

Papeletas y paradojas navarras (I)

Ahora que ya ha pasado la resaca electoral, podemos hablar de la elecciones con un poco más de lucidez. Pues hay hechos que lo requieren, como son los resultados en Navarra, que han provocado sorpresa en unos, y han quitado directamente el habla a otros.

El primer hecho que merece reflexión es la victoria del PP en esta comunidad. Como se recordará, era la primera vez que los populares se presentaban a unas elecciones en solitario y con siglas propias en la comunidad foral desde que se consumó la sonada ruptura con UPN, después de 17 años de matrimonio. Todo un drama político el que se ha vivido en Navarra desde el pasado otoño, y había lógica curiosidad por saber el comportamiento político de los ciudadanos. El PP se limitó a mantener la tradición de situar a un navarro en los puestos de salida de la lista europea, y a ver qué pasaba. Evidentemente se cuidó que el candidato elegido fuera ajeno a todo el desarrollo de la crisis, pero sería ingenuo suponer que esa presencia navarra haya sido suficientemente conocida o realmente determinante para el voto de los 76.000 conciudadanos que introdujeron la papeleta del PP en las urnas del viejo reino con destino a Europa.

Ciertamente, como se ha afanado en recordar el presidente navarro Miguel Sanz, el PP ha obtenido 15.000 votos menos que en 2004, pero ese es muy bajo precio para la escandalera que montó Sanz a raíz de la ruptura con el PP, si se tiene en cuenta además que UPN no ha solicitado formalmente el voto para el PP en estas elecciones. No lo ha hecho Barcina, aunque le hubiera salido natural hacerlo (si no estuviera vigilada por los edecanes de palacio), y no lo ha hecho sobre todo Sanz, que más bien -al igual que CDN- se encargó de encomiar la decisiva contribución de los socialistas a la gobernabilidad y "estabilidad" de Navarra. Aun así la diferencia con los socialistas navarros ha sido de 7 puntos a favor del PP.

La primera conclusión que se desprende del comportamiento en las urnas, es la existencia de un evidente divorcio entre los votantes del centro-derecha navarro y sus dirigentes políticos. Y puestos a reconocer a éstos un esfuerzo que justifique su sueldo, entonces parece que el voto de castigo no ha sido para Rajoy, ni tampoco para Barcina, sino fundamentalmente para Sanz, responsable de la decisión "unilateral" de romper el pacto de UPN con el PP, por más que el presidente navarro intentase en su momento darle la vuelta al argumento.

Sanz defendió con ahínco la autonomía de los navarros, al tiempo que se ha manifestado orgulloso de los acuerdos de UPN con el PSN, y tan autónomos respecto de su presidente se han mostrado los navarros con su voto, que don Miguel ha tardado mucho más que Rajoy en recuperarse de la sorpresa. Ahora mismo es arriesgado aventurar cuántos de los votos obtenidos por el PP podrá consolidar este partido cuando se enfrente abiertamente en unas elecciones a UPN. Pero de momento las cosas no han podido presentarse mejor para Rajoy, que no sólo ha desactivado un argumento más de los utilizados por sus críticos internos para cuestionar su liderazgo (la ruptura con UPN presentada como un claro signo de debilidad política, con independencia de quien fuera el culpable), sino que deja abiertas posibilidades que ni los propios populares navarros acaban de creerse.

El PP se encuentra, en efecto, con una buena papeleta en Navarra. Con un partido embrionario, en lo que se refiere a su implantación en el territorio foral, y sin líderes legitimados por sus bases, ha levantado unas expectativas a las que ahora tiene que responder de la mejor manera, y en consonancia con la política de centro del PP de Rajoy. Y se verá si comienza a hacerlo en el próximo congreso constiyuyente, para el que ya no existe motivo alguno de dilación, aunque no haya aparecido aún -que se sepa- el líder con el perfil deseado. Pero peor papeleta tienen los regionalistas, cuyos votantes se han posicionado mayoritariamente a favor del PP, y que alguna lectura tendrán que hacer de ese apoyo, si quieren mantener la fidelidad futura de un electorado que han considerado suyo. O priman los 15.000 votos que arrancó Sanz desde la hostilidad al PP, o se deja mayor libertad de acción a la actual presidenta del partido, Barcina, si se considera que la victoria del PP en Navarra es una llamada de los votantes de UPN a recomponer las relaciones con el partido de Rajoy, como ella preconiza.

En verdad, ninguna de las dos opciones es halagüeña para UPN a medio y largo plazo, pero es una disyuntiva que tiene que resolver UPN, no el PP, que lejos de mendigar nada debería saber administrar estos primeros resultados, aunque no sea fácil jugar de farol.

jueves, 11 de junio de 2009

Satisfacción moderada

Rajoy tiene motivos para estar satisfecho por los resultados electorales del pasado domingo. Fue una victoria clara sobre el PSOE de Zapatero, aunque esos resultados europeos no tengan por qué prefigurar lo que suceda en las próximas elecciones generales previstas para 2012. Esta legislatura está resultando acelerada, el tiempo se gasta muy deprisa, pero por lo mismo -aunque sea paradójico- puede resultar eterna, a no ser que explote de manera incontrolada. Presión va a haber, cada vez más, y en política quien resiste gana. No todos la soportan, y en aguante es un hecho que Rajoy ha demostrado hasta ahora bastante más que Zapatero, acostumbrado éste a confiar en su buena estrella o en conjunciones astrales que se antojan para muchos de una ingenuidad cósmica.

Zapatero es un producto azaroso del destino dentro del firmamento del PSOE, resultón cuando gana y enigmático cuando pierde, porque esa presunta capacidad para crear su propia circunstancia termina siendo incapacidad para sobreponerse a un destino inscrito en el propio carácter. Al final, el carácter sufridor y previsible de Rajoy, tal y como se ha autodefinido, resulta una garantía de futuro. Pero la fuerza política no reside exclusivamente en el carácter personal de los líderes.

El PP, con más de un 42% de los votos, ha obtenido los mejores resultados de su historia en unas elecciones europeas, por mucho que quiera relativizar su victoria el PSOE aduciendo que los populares apenas han aumentado un punto porcentual en cinco años, y que los datos no reflejan un "cambio" de tendencia sino una "continuidad" respecto a tendencias previas (donde ganaba el PP sigue ganando el PP y lo mismo sucede con el PSOE, se argumenta). Pues si es así, y lo que se espera es continuidad de lo que hay, el PSOE tiene serios motivos de preocupación con vistas a las próximas citas electorales: las elecciones catalanas del próximo año y las municipales de 2011 todavía antes de las generales de 2012. Porque a tenor de los datos del domingo el PP ha duplicado o aumentado muy sensiblemente su ventaja allá donde la diferencia era ya notable (como Madrid, Valencia o Murcia) y ha reducido a la mitad la diferencia con el rival en los feudos tradicionales del PSOE (Extremadura o Andalucía).

Si a eso se une la sangría de votos perdidos en Cataluña (más de 200.000), la práctica igualdad entre los dos partidos en Asturias, el afianzamiento del vuelco a favor del PP en Castilla la Mancha, los nuevos progresos de este mismo partido en Galicia y Canarias, y -lo que más satisfacción ha dado a Rajoy- la victoria sobre los socialistas del recién implantado PP en Navarra, pues entonces el panorama futuro -en términos de tendencia- es bastante sombrío para el PSOE. Puede confiar en que quienes se quedaron en su casa el pasado domingo eran mayoritariamente votantes socialistas, pero eso sería dormirse en los laureles y no está el jardín para muchas flores, sobre todo si no se cuida como decía de sí mismo Alfonso Guerra. La incorporación de Pepe Blanco al gobierno dejando el aparato del PSOE en manos de Leire Pajín no fue ajena a un incremento de las diferencias entre ambos. Los aires de ésta última al frente de la secretaría de organización explican los vientos que la agitan en los últimos días, a raíz de las mismas declaraciones de Blanco sobre el modo de llevar la campaña, y las dudas acerca de que lo siga haciendo en el futuro.

Los efectos primeros de una victoria o derrota electoral se notan siempre en la vida interna de las organizaciones políticas. La unidad sin fisuras del PSOE de Zapatero no es ya tal. Los leales comienzan a manifestar sus malestares y quienes se encontraban previamente molestos hablan manifiestamente más fuerte (Felipe González, Borrell, Leguina). Por contra, las voces críticas contra Rajoy se ven forzadas a callar. Mayor Oreja aprovechó la noche de la victoria electoral para agradecer ante Rajoy la "inestimable" ayuda de Aznar y Rato, tan decisiva para el resultado final, según el vasco, por más que no se les viera sudar la camiseta como al gallego y líder del partido, Rajoy, ante quien se rindió finalmente Mayor Oreja. Un canto a la unidad que hiciera ya innecesario tener que dar explicaciones de por qué conspiró como conspiró en vísperas del congreso de Valencia (explicaciones que nunca dio, y que ya no dará Mayor Oreja). Rajoy, por su parte, no desaprovechó la oportunidad para valorar el resultado como un respaldo a la estrategia del partido impulsada por él desde ese congreso, de nueva apertura al centro y de moderación.

Todo ello ante la mirada atenta y la sonrisa congelada de Esperanza Aguirre, que no se sabe muy bien qué hacia en el balcón de la sede del PP en ese preciso momento. No estuvo en la derrota del 2008, pero sí ahora. O bien porque quería hacer también suyo este triunfo, o bien porque Rajoy le ha perdonado la "puñalada trapera" que con toda frialdad y públicamente le propinó en el período precongresual. Lo segundo, el perdón, es seguramente cierto. Lo primero, su contribución directa al triunfo, es más que dudoso, también con referencia a los buenos resultados de Madrid. A fin de cuentas ha sido en Madrid donde el partido de Rosa Díez ha sacado más de 150.000 votos, un buen mordisco fundamentalmente al PP de Madrid, gracias aquí sí, curiosa paradoja, a la inestimable ayuda de los amigos mediáticos de Esperanza Aguirre (Pedro J. y Losantos) y la propia Telemadrid (cuya señal se extiende a Castilla León y Castilla la Mancha, al igual que los votos de UPyD, más numerosos en estas regiones que en otros lugares).

La de Rajoy es una satisfacción moderada, es decir, de quien no echa las campanas al vuelo, y de quien anda empeñado y se ha visto reforzado en su proyecto de política moderada.

miércoles, 10 de junio de 2009

Plebiscito y rito de disimulación


En la antigua Roma, la plebe podía ser convocada por el tribuno para deliberar sobre determinados asuntos. Este es el sentido primigenio del término plebiscito, un acto resolutivo de la ciudadanos para la preservación y mejoramiento de sus mismos intereses colectivos frente a la clase política y los órganos del estado. En un estado democrático hay muchos mecanismos de participación ciudadana de los que se puede servir el estado para escuchar e interpretar las inquietudes, reclamos y opiniones de la sociedad, así como para sustentar las propias decisiones y legitimidad del gobierno. Unas elecciones son para lo que son, pero más allá de constituir el mecanismo principal de selección de los gobernantes y de legitimación de la representación democrática al nivel que se trate (municipal, autonómico, nacional o europeo), pueden adquirir otro significado adicional, cercano al viejo plebiscito, particularmente si los políticos profesionales así lo convienen. Es lo que ha sucedido en España con las elecciones europeas.

El PP de Rajoy quiso, en efecto, desde el primer momento convertir estas elecciones en un plebiscito sobre Zapatero y en una primera vuelta de las próximas elecciones generales, al igual que dentro del PP otros se empeñaban en hacer de esta mismo proceso electoral un plebiscito sobre el liderazgo de Rajoy para poder seguir alentando contra él la conspiración desatada con anterioridad al congreso de Valencia. Pero el propio líder socialista vino a convenir o aceptó este carácter de plebiscito de las elecciones europeas cuando no dudó, a comienzos de abril, después de las consultas celebradas en Galicia y País vasco, en forzar una crisis de gobierno (inicialmente prevista para después de la presidencia española de la UE) para intentar llegar con garantías a estas elecciones y desde aquí remontar el vuelo con aire triunfal hasta el momento de la conjunción astral Obama-Zapatero que debe catapultarle de nuevo a la Moncloa para el 2012.

Otra cosa es que, visto lo visto, esos cambios de gobierno hayan sido beneficiosos o más bien perjudiciales para la pasada campaña (polémica del aborto y de la píldora poscoital, gestión de la gripe A, precipitada apuesta por los ordenadores y el cambio de modelo productivo, nepotismo de Chaves). Pero la apuesta estaba hecha y Zapatero se comprometió a fondo en esa batalla -con aviones de la fuerza área española incluídos- que cuestionaba frontalmente su política y capacidad de liderazgo en esta situación de crisis que atravesamos, más grave que en nuestro entorno europeo, como manifiestan los datos de paro. La vertiginosa sucesión de medidas y planes contra la crisis en estos meses no ocultaba este interés inmediato (aunque esas medidas fueran más efectistas que efectivas, como se volvió a comprobar después del último debate sobre el estado de la nación). Zapatero se jugaba algo, como reconoció en la recta final de la campaña, había emplazado a la ciudadanía para que se posicionara de manera positiva acerca de su preocupación efectiva por los intereses colectivos, frente a la actitud mezquina del PP, que sólo piensa en rentabilizar la crisis en beneficio propio, según ha repetido el presidente una y otra vez.

No se entiende entonces el escapismo de Zapatero la noche del domingo, su huida por la puerta trasera sin dar la cara ante nadie, tras conocerse los resultados electorales (cuatro puntos de diferencia y 600.000 votos de diferencia en favor del PP). Se ha contentado con realizar, dos días después, un balance ante los suyos -bastante superficial para el tiempo de reflexión que ha tenido-, sin prestarse a dar ninguna explicación o interpretación de la derrota ni siquiera a sus militantes o a sus votantes. Sin llegar a felicitar, ni pronto ni tarde, al adversario; no a Mayor Oreja (que sí lo hizo López Aguilar), sino a Rajoy que se había comprometido tanto o más que Zapatero en la campaña. Esa conducta inexplicable, como la de la vicepresidenta De la Vega, que enmudeció repentinamente cuando se disponía a dar los resultados junto al ministro del interior, retrasando con torpes balbuceos el momento de proclamar al vencedor, sólo tiene en el fondo una explicación. No es tanto que no se sea capaz de aceptar la derrota infligida por el adversario (al que se desprecia mucho más que se respeta), aunque hayan hecho méritos suficientes estos días para pensarlo así, sino que esa incapacidad de respuesta proviene del efectivo carácter de plebiscito que se había dado a la consulta -es el más expresivo reconocimiento de ese hecho-, que ahora se niega.

La reacción de Zapatero es la del tribuno despechado que no esperaba esa resolución de la plebe. Dijo que el poder no le cambiaría, pero parece que asistimos al final del famoso talante. La clase patricia socialista no es que no acepte el veredicto de las urnas, es que le duele comprobar la verdadera percepción que tiene la ciudadanía de su gestión de la crisis (que la sufren los ciudadanos antes que los políticos). No sólo Zapatero, tampoco el vicesecretario general del PSOE, Pepe Blanco, se dignó comparecer la noche electoral. Por primera vez, todo el peso recayó en el número tres y responsable de la campaña, la recién estrenada Leire Pajín, como si esa fuera una explicación suficiente de la derrota, y del escaso valor que se daban a estas elecciones. Hemos pasado sin solución de continuidad de la doctrina del plebiscito a la ceremonia post-electoral de la confusion, o mejor al rito de disimulación de la debilidad de Zapatero. Es decepcionante que el primer comentario de Zapatero, dos días después, sea el de aquí no ha pasado nada, el gobierno permanece en el gobierno, y la oposición en la oposición. Y luego se atreve espetar a Rajoy que se atenga a los hechos y no diga "simplezas". Eso sí es que es disimular. Y ya veremos lo que tarda Zapatero, dentro de su partido, en perder mucho o poco de su auctoritas romana.

Lo importante no es cuánta gente se haya movilizado en estas elecciones europeas, que ya se sabe que la participación es siempre menor en este tipo de comicios, aunque en España se haya situado por encima de la media europea, precisamente por la particular clave nacional en que se había situado. Lo importante es el carácter aceptado de plebiscito que se habia hecho de la consulta, que viene a corroborar el rito de disimulación en que nos encontramos. Disimulo de la debilidad del actual presidente dentro y fuera de España, sin apoyos en Europa después de la debacle socialista del domingo en Reino Unido, Alemania o Francia. No sólo su política sino también su discurso ante la crisis han quedado en evidencia. El presunto juicio al capitalismo que en sí misma suponía la crisis, se ha convertido en una severa condena al socialismo en las urnas europeas. Conformarse con que el PSOE ha sido el partido socialista menos castigado es un falso consuelo, porque seis puntos han caído los socialistas en el parlamento europeo, y seis puntos son los que le ha recortado el PP al PSOE en España respecto a las elecciones del 2004 (los dos puntos que entonces sacó el PSOE al PP, y los 4 de ventaja que ha obtenido ahora el PP sobre el PSOE). Lo demás son efectivamente simplezas.

sábado, 6 de junio de 2009

Mezquinos (y II)

Mientras, y hablando de fascismo, el "culto al jefe" lo practica sin rubor la secretaria socialista Pajín con el verdadero líder Zapatero. Todos quedaron sin habla cuando ésta sugirió, señoras y señores, que alcemos nuestras miradas y estemos "atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UE". No perdamos la esperanza, compañeros, si perdemos las elecciones, debió pensar; el gran día está cerca y la nueva aurora sobrevendrá (2010)."Estados Unidos y Europa, dos políticas progresistas, dos liderazgos, una visión del mundo, una esperanza para muchos seres humanos", concluyó.

Para muchos seres humanos (y aun para muchos seres vivos, que saltaron en los vientres de su madre al escuchar semejantes palabras) un ridículo espantoso fue el que hizo la mensajera. Mezquina, con todo, ha sido la prensa y la oposición con la niña de Zapatero -a la que se ha comparado con la Fiona del cuento de Shrek- convirtiéndola en el hazmerreír de la campaña. Hasta el punto de que el jefe Zapatero ha salido públicamente en su defensa afirmando que es "de lo mejor que tiene el PSOE", lo que no se sabe si no ha sido aún peor.

Cicatero ha sido también Obama al ignorar a Zapatero en su discurso en El Cairo, y referirse sólo al liderazgo turco de la Alianza de Civilizaciones, la gran idea española del siglo XXI. Hubiera sido mucho desear que Obama se detuviese en España, como ha hecho en Alemania o Francia. Pajín habría enloquecido con la foto de los dos ases del firmamento como fin de fiesta de esta campaña para las elecciones europeas. El sueño español tendrá que esperar, pero qué costaba, demonios, esa cita, ese pequeño reconocimiento a nuestro hombre, empeñado en reproducir los pasos de Aznar con Bush esta vez, sí, desde el "eje del bien".

Mezquinos, por otro lado, han sido algunos medios españoles con Obama, al cebarse con la falta de cultura histórica del presidente estadounidense cuando en ese mismo discurso el líder "planetario" se refirió a la Al-Andalus española y al ejemplo de tolerancia religiosa y de convivencia de las tres culturas (cristianos, judíos y musulmanes) que supuso, no la ciudad de Toledo, como hasta ahora solía invocarse como símbolo, sino "la historia de Andalucia y Córdoba durante la Inquisición", ni más ni menos. Los devotos de la Leyenda Negra española han debido de removerse en sus tumbas. Las anécdotas no pueden, sin embargo, ocultar el valor de esa intervención de Obama en la Universidad de Al Azhar en El Cairo, reclamando la propia colaboración del mundo musulmán para "aislar juntos a los violentos" y defendiendo tanto la necesidad del estado palestino como el propio derecho de Israel a vivir libre de cualquier amenaza de destrucción, por parte de los árabes, que no hace sino avivar la memoria del exterminio nazi.

Mezquinos, en fin, los críticos dentro del partido de Rajoy, que siguen al acecho, y sin más haber que su divina palabra se atreven a imponerle más trabajos que a Hércules. Pedro J., el cazador de El Mundo empeñado en llevar las riendas del PP desde su periódico, soltó hace unas semanas -como si de una evidencia se tratara- que todo lo que no fuera repetir los resultados de Aznar en las elecciones europeas de 1994 que precedieron a su victoria en las elecciones generales de 1996, sería un fracaso de Rajoy, que pondría de nuevo en cuestión su liderazgo al frente del partido: el listón para el actual líder popular estaría entonces en diez puntos y un millón de votos de diferencia con el PSOE. Doctrina que ha hecho suya Esperanza Aguirre, demostrando con ello que no es más que una marioneta en manos de ciertos medios de comunicación. Doctrina absurda, porque todo el mundo sabe que, en las actuales circunstancias, sólo con la mitad de esos registros (es decir, con cinco puntos y por encima del medio millón de votos el PP) sería un auténtico desastre para el PSOE y Zapatero.

Mezquino Pedro J., mezquina Esperanza Aguirre y cuantos hacen gala de simple oportunismo político. Hasta a Rosa Díez, a quien se le suponían nuevos modos y un nuevo discurso político, no le ha importado hacer de altavoz de El Mundo y la Cope a vueltas con el 11-M en algún momento de la campaña, para recalar en los votos de la derecha frenética. En eso ha demostrado mucha más altura política Mayor Oreja, cortando en seco en alguna entrevista a Pedro J. Ramírez cuando pretendió llevarle por esos derroteros, y no quiso prestarse a ello.

Cuánta mezquindad y ligereza. Y pretenden nuestra generosidad con el voto. Tan pobres, tan necesitados, tan faltos de lo necesario unos y otros para sobrevivir políticamente hablando. Producen hartazgo, mezquinos todos, y presumen de aroma almizclado en la oscuridad del silencio. Reflexionemos y votemos, o no.

viernes, 5 de junio de 2009

Mezquinos (I)

Estamos a punto de finalizar la campaña electoral europea en España y hay que reconocer que el comportamiento de los principales partidos políticos en los últimos días ha sido esencialmente mezquino. Causa verdadero estupor que el desgaste de la lucha electoral haga perder hasta el último gramo de cordura. Siempre podrá luego recuperarse, cabe pensar, pero me temo que eso es pecar de optimismo grueso.

Falto de nobleza de espíritu anduvo el PP incapaz de esbozar un cuarto de sonrisa al conocerse los datos de paro correspondientes al mes de mayo. Tampoco se trataba de defender la tesis del cambio de tendencia, que comenzó a abrirse paso desde el PSOE. Ni ciertamente estamos ante los primeros efectos del cambio de modelo productivo pretendido por Zapatero. No hay que engañarse, son nuevos ladrillos y no ordenadores los que se ven en las fachadas que comienzan a levantarse con el costoso plan E. Pero de eso se trataba, de contener la acelerada destrucción de empleo, de aliviar las consecuencias sociales de la recesión en los sectores más castigados, y algo se puede celebrar. Pues no cuesta nada hacerlo, alegrarse un poquito, y luego se ponen todos los peros tremendos que se quieran. Pero ni eso. Al final va a ser verdad que no hay otro lema en la derecha de este país que "cuanto peor, mejor". Mezquinos.

Mezquino e irresponsable se mostró el vicesecretario general del PSOE y ministro de Fomento José Blanco sacando a relucir datos concretos sobre la pesada carga que supone para el Estado la seguridad del ex presidente Aznar, con el objeto de contrarrestar la polémica ocasionada por el uso de aviones militares por parte del presidente Zapatero para desplazarse a los mítines del partido, una vez acredidado que Aznar -objeto de un grave atentado de ETA cuando era líder de la oposición- no lo hizo en los años que estuvo al frente del gobierno (como tampoco disponía de bienes inmuebles del estado para sus vacaciones estivales). El ministro de interior Rubalcaba ha tenido que salir al paso ante las protestas del propio Aznar.

El asunto del "avioncito" ha hecho mella en el PSOE y el recurso al argumento de la seguridad del presidente para justificarlo ha impedido cualquier rectificación. No se puede ser mezquino escatimando el gasto con la seguridad del presidente, vino a decir el resucitado Pepiño, cuando tan generoso se es con el séquito de escoltas del señor Aznar, formalmente retirado de la política. No se trata de que haya que diferenciar lo público de lo privado (porque un mitin es un acto público) sino de esforzarse en distinguir el partido del Estado, por pura cuestión de educación política, precisamente ahora que la ultraderecha fascista invade Europa de nuevo. Se empieza por ir en Falcon a los mitines y se acaba como el "amigo" Berlusconi, fletando aviones para trasladar a sus invitados y cortesanas a las fiestas "privadas", y quedándote con el culo al aire.

Qué desgracia la del italiano. Ha sido junto a Sarkozy el gran valedor del presidente español para que éste pueda presumir en campaña, como un gran mérito propio, de asistir a las reuniones del G8 o del GX+1 de turno (siendo 1=ZP), y -en vísperas de la votación europa- es puesto en evidencia por el gran ojo de la política global que es El País, publicando las fotos prohibidas; no por amarillismo claro está, sino para que los italianos no deriven de nuevo hacia el fascismo. Qué responsabilidad tan mezquina. De nada le va a servir a Berlusconi que el presidente del Real Madrid retrase hasta el lunes el fichaje del astro del Milán para que no le perjudique en las elecciones. A Mussolini lo colgaron de los pies, al nuevo Duce como se descuide algunos pretenden hacerlo de otro sitio (cuanto menos en la plazuela de la opinión pública). Impresentables y diminutos todos.