lunes, 17 de febrero de 2014

Conjeturas y sables


Asistimos en la política foral a un desenlace que estaba escrito, y que no ayuda a devolver la fe en nuestros profesionales de la cosa pública. Si yo caigo, tú caes conmigo, o antes de que me cesen, dimito. Eternos lugares del mundo de las relaciones profesionales y del viejo oficio de la política, que acaban jugando a veces un papel decisivo en el desarrollo de los dramas sociales, como sucede en la representación del último acto de la crisis navarra. La verdadera gramática de los motivos, ni se lee ni se escribe –no siempre se corresponde con las razones aducidas–, pero inspira y conduce la acción. Desencuentros, rencores, despechos, venganzas encubiertas, personalismos y pasiones humanas, demasiado humanas, provocan incendios y terremotos políticos, cuyas consecuencias sus responsables son incapaces de medir.

Si la conjetura es común a la actividad científica, en la política tiene patente de corso, sobre todo si afecta a un posible caso de corrupción. La conjetura se eleva a certeza y que vengan detrás a demostrar que es falso. Esa es una tarea para estudiosos del pasado, pues la actividad política ya está enfrascada en nuevas conjeturas y aventuras de futuro que reclaman la decisión de los actores. El líder del PSN, sorprendiendo a todos al decir ‘el partido soy yo’, se ha autopostulado para presidir un gobierno de transición, como teórica segunda fuerza, contraviniendo la actual aritmética parlamentaria. Falto de discurso y de credibilidad, ha proclamado un deseo regeneracionista a lo Miguel Primo de Rivera –abrir ventanas, levantar alfombras, airear– que como aquél, con quien en su día colaboró el PSOE, podría resultar sospechoso en cuanto a su verdadera finalidad.

Hay prisas para no agotar la actual legislatura.  Se trata esta vez de ‘no fallar la ocasión’.  Aunque no se sepa bien o no se quiera saber adónde vamos. Urge y no sólo por las previsiones legales acerca del posible adelanto electoral. Debe realizarse antes de que pueda evidenciarse la salida de la crisis económica, y ello beneficie al gobierno de UPN, desvaneciéndose la imagen de fin de ciclo y de corrupción del sistema que la oposición se ha empeñado en focalizar en Barcina, por más que haya sido la última en llegar al poder y se haya encontrado con fuertes resistencias para cambiar las cosas, como se ha comprobado a propósito de la Fundación CAN. La vieja política de camarillas, que siempre esconde intereses vergonzosos, se alía con la política de sables, deseosa de hacer rodar cabezas o preocupada de conservar la propia.

El PSN de Jiménez busca su supervivencia como actor jugando a dos barajas, con Geroa Bai y con los críticos de UPN, antes de que las urnas le releguen a un simple papel de extra en la política navarra. Los críticos de UPN, muchos o pocos, se comportan como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos, sin asimilar aún su reciente derrota ante Barcina y su responsabilidad histórica en la actual imagen de deterioro del partido. Geroa Bai siempre gana en el juego lanzado con la cabriola del PSN y también con el miedo a Bildu pregonado desde UPN. Y lo hace sin despeinarse, sin bajar a la tierra en carne mortal, instalada en la pura conjetura, sin despejar ninguna incógnita de las muchas que le conciernen. El discurso anti-UPN ha calado como el antiamericanismo de los años 60: nada puede ser peor que la realidad conocida. Pero al nacionalismo no le basta con la salida de Barcina del gobierno, pretende reventar UPN, con o sin colaboración interna, lo que indirectamente beneficiaría al mortecino PPN.

Cualquiera que sea la salida a la presente situación, será en todo caso ‘fallida’ en los términos de la regeneración política que solicita la ciudadanía. Un año más de legislatura se justificaría sobradamente para promover una verdadera transformación de los partidos, con medidas e iniciativas concretas que pudieran ser convenidas y adoptadas por todos los grupos, recogiendo fórmulas de participación abiertas en la selección y elección de todos los candidatos (no de uno sólo), y de relación directa entre los electores y los elegidos. Un tiempo político nuevo exige vino nuevo en odres nuevos. Pero, como expresa Magris en ‘Conjeturas sobre un sable’, para esa actitud de ayuda y diálogo con los demás –‘el más auténtico oficio religioso’–, para ‘escuchar al otro y seguirle en sus laberintos sin extraviar el propio camino’ ya no nos valemos. Exige ciertas dosis de conversión y no va haber confesión pública ni peticiones de perdón, ni rectificación alguna ante los ciudadanos. Todos los partidos tendrían necesidad de hacerlo, pero ya no hay tiempo… Volverán a las andadas porque entre tanta conjetura y sable, no están buscando la verdad sino –como decía Magris- ‘las razones que expliquen el falseamiento de la verdad’.

Publicado en Diario de Navarra, 16 de febrero de 2014