martes, 11 de noviembre de 2014

Esperpento


‘La tragedia española no es una tragedia’. No hay nada sublime en la grotesca realidad que contemplamos, ni sus protagonistas son héroes. La reflexión la vierte Valle-Inclán en ‘Luces de Bohemia’, una obra de teatro que hace de la corrupción política su entramado, y donde se introduce el término ‘esperpento’ como un concepto estético que permita expresar y denunciar la deformación de la vida social, sus desatinos –‘la vida miserable de España’–, al modo que los espejos cóncavos transforman en ridículas las formas más bellas. Nuestros representantes han forzado tanto las cosas en los últimos tiempos, hasta doblegar la realidad y hacerla verdaderamente esperpéntica, que hay que hacer un esfuerzo crítico para reconocer un mínimo grado de humanización en la política española actual. La caída de las máscaras, ante la sucesión de escándalos, siempre puede mostrar entre los más próximos algunos semblantes con lágrimas.

Al igual que en el mundo estético, hay tres modos de ver la política: de rodillas, en pie y desde el aire. Vista desde abajo, la realidad aparece enaltecida y los actores se convierten en ídolos o seres superiores. Observada al mismo nivel, el espectador se identifica con los personajes, sintiéndolos cercanos. Desde arriba, los dioses se reducen a figuras de sainete. Valle Inclán adoptaba una mirada que se alzaba por encima de sus personajes, contemplándolos con impasibilidad y superioridad, la misma distancia con que la sociedad considera hoy a los políticos, perdida la confianza en ellos. Cuando se pierde el respeto y la cara al público, cuando la política real se limita a los movimientos entre bastidores, fuera de control y al margen de las verdaderas demandas de los ciudadanos, es la propia política la que se corrompe, y el voto, además de la cartera del contribuyente, lo que aparece como un objeto robado.

La intención directa de voto plasmada en el último barómetro del CIS constituye un esperpento. La ira popular se ha vuelto valleinclanesca y produce una pintura negra como las de Goya. El sistema devora a sus hijos, proyectando una imagen de España en trance de ruina, que los grandes datos económicos de la recuperación no van por sí solos a cambiar. Nada escapa a este proceso esperpentizador, ni siquiera el gran personaje creado, ‘Podemos’, que crece a medida que el espectáculo se va haciendo mas inquietante. Por efectivo que sea en estos momentos, ni siquiera su discurso contra ‘la casta’ es original, pues remite a tertulianos de derecha dura que le precedieron en algunos canales televisivos (E. De Diego, ‘La casta parasitaria’, 2008). Y todavía se permite el lujo de vaciarse cada día de cualquier otro contenido a la espera de que nuevas manifestaciones de lo bufo completen la labor.

Todos los elementos del esperpento –personajes, ambientes, palabras y gestos– presentes en los escándalos de la Gürtel, los ERE de Andalucía, el clan Pujol, las tarjetas black o las redadas de la operación Púnica, han tenido un efecto demoledor. Pero igualmente esperpénticas se revelan algunas situaciones que los han precedido o seguido. Los esfuerzos de la presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre, por presentarse como paladín de la lucha contra la corrupción y de la participación dentro de los partidos resultan absurdos, a poco que se repase su biografía política. El escenario catalán es mucho más feo. La figura del presidente Mas, representante del Estado y convertido en un astuto jugador y traficante de emociones con la pretensión de engañar no sólo al propio Estado, sino al pueblo catalán y a sí mismo, encarna ciertamente un personaje de Valle-Inclán, y aunque sea jaleado como un campeón puede terminar como Max Estrella en ‘Luces de Bohemia’: abandonado a la puerta de su casa muerto de frío.

A escala foral, nuestra política de ficción, con su partecica de escándalos, guarda imágenes no menos esperpénticas, como la del expresidente Sanz constituido en opinión combativa dentro de su partido porque su sucesora se resiste a ser manejada como un muñeco desde arriba; tanto como el titiritero a dejar de manejar los hilos de su tabladillo… El nuevo Nobel Patrick Modiano afirma en su última novela que en los periodos de cataclismo o de angustia moral no hay más remedio que buscar un punto fijo para mantener el equilibrio ‘et ne pas basculer par-dessus bord’. Urge recuperar la medida y la correcta visión de nuestra realidad para reafirmar con mayor fuerza que la regeneración política y democrática no es posible sin un rearme moral, individual y colectivo, inherente a la misma historia de Europa, capaz de trascender los puros valores materialistas y el corto cálculo electoral. En el esperpento confluyen en un mismo horizonte el impulso ético y el estético. Lo que hay, pero también lo que viene, si no hay reacción, no es una tragedia, sino –completando la primera cita de Valle-Inclán– una ‘deformación grotesca de Europa’.

Publicado en Diario de Navarra,  11 de noviembre de 2014