sábado, 23 de octubre de 2010

Gobierno duro para un presidente acabado

"Cuando está machacado, surge el mejor Zapatero", González dixit. Felipe está contento y esa es una de las claves para valorar al nuevo Gobierno, un nuevo viejo Gobierno, un Gobierno más que fuerte, duro: un Gobierno duro para un presidente acabado, que se resiste con todo a dar la batalla por perdida, que pretende tomar la iniciativa, ponerse boca arriba y de pie, pero que al final da de sí lo justo.

Lo que queda del felipismo está contento porque Rubalcaba gana presencia y mando, a costa de la obispa laica y alguna de sus acólitas. "El presidente siempre gana", decía la vicepresidenta a propósito del affaire Tomás Gómez, pero ella ha perdido. De la Vega ha sido la gran víctima de la crisis de Gobierno, gracias a Dios, por mucho que el cardenal Rouco pronunciase un sentido responso político por ella. La procesión va por dentro y gracia a Doña Teresa su salida de Moncloa no le ha hecho.

Zapatero se ha desprendido de la antigua coraza suya personal, que venía siendo De la Vega, para sustituirla por un auténtico acorazado, Rubalcaba, que más que protegerle o sucederle a él, lo que va intentar es mantener la plaza de la Moncloa para el PSOE después de las próximas elecciones, es decir, evitar la catástrofe electoral que vaticinan las encuestan. Felipe y Rubalcaba se acuerdan de lo que sucedió en 1993, y quieren tomarse ahora la revancha de 1996.

Zapatero confía en Rubalcaba, pero Rubalcaba confía tal vez más en Felipe y en sí mismo, y ha puesto su propias condiciones a Zapatero. El regreso de Jaúregui del exilio no es obra de quién le envió a él (Zapatero) obsesionado por apartar de sí al felipismo, sino de quién le aprecia bien por haber hecho cosas juntos ya en tiempos de Felipe (Rubalcaba), entre otras, Jaúregui dirigió la campaña electoral que llevó a Felipe González a la victoria en 1993, pese a las encuestas. Y son sabidas sus buenas relaciones con el PNV con quien gobernó como vice-lehendakari haciendo valer lo que muchos consideran hoy en el País Vasco el 'mito de la transversalidad'.

Trinidad Jiménez también disfruta del doble favor de Felipe González y Zapatero, y ha medrado, haciéndose con la cartera emblemática de Exteriores, pese a su fracaso reciente en las primarias de Madrid (además de no dominar el inglés y de que quiso ser diplomática en su tiempo y no lo consiguió al suspender los exámenes de ingreso en la escuela). Y aquí está la clave fundamental. Más que contentar a la vieja guardia, a los barones o al propio partido, Zapatero ha buscado amurallarse rodeándose de sus fieles, con independencia de sus méritos.

Rubalcaba, Blanco y Trini, tocados tras la batalla de Madrid, son recompensados. A Pajín le ha tocado la lotería de por vida (dure lo que dure de ministra, siempre será ex ministra y cobrando), para asombro de la audiencia, que la ha visto moverse demasiado estos años. Lo que era un problema serio para el partido se soluciona con una cartera de ministra, la patada para arriba de las burocracias más cerradas. La niña de Zapatero se encumbra pisando a la niña de Chaves (Bibiana, pillada en Babia a la hora del relevo), que en esto no pueden ser iguales.

Con todo, es digno de celebrarse la entrada de Marcelino Iglesias en la secretaría de organización del PSOE. Hombre serio y dialogante que se ha ganado no sólo los votos sino también el respeto como Presidente en la Comunidad de Aragón. En situación de disponible, porque había anunciado que no se presentaría a la reelección autonómica, Zapatero se ha hecho con sus servicios porque es ante todo hombre de su absoluta confianza, y ha hecho valer su preferencia sobre las de Blanco para ese puesto. Lo que tenga que pasar en el PSOE, sucesión de Zapatero incluida, lo quiere controlar él de cerca (esperemos que en manos de Iglesias con menor torpeza que la que demostró -aconsejado por Blanco y Rubalcaba- ZP en Madrid).

Zapatero quiere ir a por todas en lo que se antoja ya un final largo de legislatura. Pero sin cambiar un ápice sus prioridades y sus modos políticos, o incluso, volviendo a lo que fueran sus principales señas de identidad en la primera legislatura: la política anti PP -la efectividad en la oposición de la oposición- y la apuesta del final de ETA para ganar las próximas elecciones, como alternativa que ofrecer a la débil o inexistente recuperación económica. Con hacer guiños a los sindicatos y a su izquierda para que los rotos producidos no vayan a más, y esa es la misión de los nuevos ministros de Trabajo y de Medio Ambiente -Valeriano Gómez y Rosa Aguilar-, frenar a los sindicatos y la propia irrupción de un partido verde en el escenario español, Zapatero se contenta. La suerte con Salgado está ya echada.

Retorno a la propaganda dura contra el PP es lo que nos espera, aunque se presente como 'mejora de la comunicación'. Es una política de alto riesgo por los cortacircuitos que puede producir. Que los encargados o directores de esa ofensiva contra la oposición para impedir que llegue al poder, vayan a ser los mismos -el tandem Rubalcaba Jaúregui- que afronten el fin de ETA de la mano del PNV, cuando ese final deseable exige para no repetir errores que todos los pasos que puedan darse se produzcan de acuerdo con el PP si quiere realmente ser una política de Estado, pues entonces esa doble tarea o función o es sencillamente imposible porque chocan entre sí, o no va a conseguir más que incendiar la política española, para mayor susto de los mercados y mayor pena de los parados.

martes, 19 de octubre de 2010

De hinojos

Zapatero no está únicamente a la intemperie. También se encuentra de hinojos. Ante el PNV. Unos presumen de negociación y otros de responsabilidad, pero poco hay de eso en estos Presupuestos nuestros de 2011, que no se sabe si darán para el pan nuestro de cada día, pero que Zapatero -para asegurarse el suyo durante el próximo año- sacará adelante gracias a los nacionalistas vascos y canarios. Para agotar la legislatura con 'dignidad'. La paradoja es que la dignidad de Zapatero se confunda con la estabilidad del estado y que ésta, en una situación de crisis y de debilidad, pretenda confiarse a los nacionalistas, cuya lógica no es precisamente esa.

Pero a estas alturas la lógica del discurso ideal no importa a nadie. Por fas o por nefas, todos rasgaron sus vestiduras cuando Zapatero -abofeteado por la la realidad- comenzó a cargar con la cruz de la crisis, dando comienzo a su calvario político. Nadie parecía entonces dispuesto a apoyarle para sacar los próximos Presupuestos, pero -la verdad sea dicha- a nadie interesa seguramente tampoco un adelanto de las elecciones, ni éste objetivamente es conveniente si la interinidad política hace que se pierdan las débiles señales de recuperación económica de un cuerpo gravemente enfermo como es España.

Para Zapatero no hay más alternativa que muerte o resurrección personal. Después de haber negado la crisis, esperando a que pasara sola, como si no existiera, fiel al pensamiento mágico aprendido en la escuela del partido, ahora ha unido el sueño en la hazaña de la recuperación a su voluntad de resurrección política. No desea la ayuda responsable del adversario, en el supuesto de que éste -el PP- estuviera dispuesto a prestarla. El presidente está resuelto a quemarse, en cruento sacrificio, o a pasar a la gloria, sin compartirla con nadie. Ay, entonces, de los traidores y de quienes dudaron de él dentro del PSOE.

El PP apuesta, sin duda, porque Zapatero, antes de quemarse a lo bonzo, lo haga en las brasas de las inevitables reformas estructurales anticrisis, necesarias aunque no suficientes para la recuperación; si ZP lo hace en el tiempo que le queda, evita al PP el costo impopular de tener que tomar drásticas medidas nada más llegado al gobierno; y si ZP se muestra incapaz de hacerlo, a pesar de las manifestaciones encendidas de su nueva fe de converso, entonces proporcionará al PP el argumento necesario para su política futura. Pero el PP prefiere que ZP haga sus deberes, confiado en que hasta 2012 -como apuntan todas las previsiones- no habrá brote verde alguno en el erial español.

CiU, aunque quisiera, no puede pactar con Zapatero los Presupuestos, teniendo encima las elecciones autonómicas catalanas, y aspirando como aspira a reducir al PSC a su mínima expresión, para hacerle pagar las muchas maldades de los dos tripartitos. Bien es verdad que, al final, la fuerza del PSC siempre es mayor de lo que el nacionalismo quisiera, por el propio discurso y sentimiento catalanista del socialismo catalán, que es siempre mayor a su vez de lo que pueda convenir a sus dirigentes en determinados momentos, por mucha campaña que vaya a hacer el inminente ex ministro del paro, Corbacho.

A quién podía acudir el pobre Zapatero sino al PNV. El PNV no tiene nada que perder, porque nada tiene y no sabe siquiera donde se encuentra en la era post-Ibarretxe, por lo que poca relevancia tiene para él que vaya a apoyar ahora la congelación de las pensiones a la que se ha opuesto en el Congreso media docena de veces. Quien sea realmente coherente que tire la primera piedra. En verdad, los Presupuestos al PNV le importan muy poco porque en lo sustancial no afectan a Euskadi por el régimen de Concierto económico vasco. El pacto con el PNV no es económico sino esencialmente político y hace verdad aquello que dijo el ex lehendakari de que el PNV seguiría liderando la sociedad y la política vascas aun fuera del poder. Zapatero lo ha hecho verdad, sin importarle las consecuencias que ello tenga para el lehendakari socialista López.

Y Zapatero crecido, pensando que si hay movimiento hay vida. Nada de esto, sin embargo, importa verdaderamente a los ciudadanos, ni puede percibirlo realmente la audiencia. El público de a pie no sabe finalmente si el acuerdo alcanzado con el PNV rompe o no rompe la caja única de la Seguridad Social, y no entendería por supuesto por qué un parado vasco ha de cobrar el doble que en el resto de España. El pueblo fiel tampoco entiende 1) que pueda haber -después de más de 30 años de Autonomías- decenas de transferencias aún sin transferir al País Vasco, 2) que los que daban por finiquitado el estatuto de 1979 ahora las quieran, y 3) que si ahora se conceden es porque no tienen mayor trascendencia.

Tampoco se entiende fácilmente que por ir mejor acompañado al debate de Presupuestos, Zapatero amplíe el pacto a los nacionalistas canarios, y que para conseguirlo acceda a que el Estado español realice ni más ni menos que un acto unilateral por el que convierte en Mar de Canarias y bajo control canario aguas internacionales, confiando en que ese acto unilateral sea reconocido por la ONU y con el aplauso de Marruecos. Cuán preciosa y qué irresponsable es la vida política de Zapatero. Si el Gobierno de España actúa de esa manera, con qué razones podrá impedir que gobiernos y parlamentos autonómicos bajo control nacionalista procedan a su vez a actos unilaterales (la propia declaración de independencia, y de paso la del Mar de Euskalherria o Mares de los Países Catalanes) para no ser menos que Kosovo y Canarias, si ese camino puede llegar a su fin y el procedimiento ha sido legitimado por la propia actuación de Zapatero.

Zapatero no atiende más que al juego corto, y siempre desde una perspectiva partidista. Si el pacto con Coalición Canaria puede dañar el pacto de gobierno que esa formación tiene con el PP en Canarias, mejor. Y si el pacto con el PNV perjudica el pacto de Patxi López con el PP en el País Vasco, tampoco importa. En el fondo, para Zapatero ese pacto fue fruto de un accidente electoral, con el que no contaba, y si de él dependiera volvería gustoso a un pacto, no PSE-Batasuna, como podría desear Eguiguren, pero sí PNV-PSE, facilitando de nuevo un lehendakari nacionalista. Con todo esto, Patxi López ha quedado vendido para las próximas elecciones municipales, porque ZP ha hecho ya la campaña al PNV. Sí, el presidente se encuentra de hinojos, postrado de rodillas y al parecer gustoso, ante el PNV y los nacionalistas.

Pero tampoco se entiende que el PP no haya hecho nada para 
al menos escenificar -envuelto o no en la enseña patriótica- una voluntad de diálogo con el PSOE acerca de estos Presupuestos fatales. Si España se deshilacha, se desatornilla o se rompe como nos dicen todos los días los medios afines al PP, algo más se podrá hacer -o hacer creer que se hace- que ordenar la caja de herramientas una y otra vez, que por entretenido que pueda resultar a algunos, es profundamente estéril y en nada contribuye a restablecer la confianza en la clase política, que es en su conjunto percibida por la ciudadanía -sin que constituya esto una novedad en nuestra historia contemporánea- como un elemento fundamental del problema español.

miércoles, 13 de octubre de 2010

A la intemperie

 Zapatero está a la intemperie. Hace dos domingos los resultados de la primarias de su partido en Madrid le dejaron en una malísima situación. Intentó defenestrar en verano a Tomás Gómez pidiéndole, o más bien exigiéndole, que dejara el paso como candidata del PSOE a la señorita Trini, porque estaba seguro de que podía ganar a la señora Aguirre en las próximas elecciones autonómicas. Pero Trini, que en su día no fue capaz de ganar a Gallardón, ahora no ha podido siquiera ganar a Gómez. El díscolo David se ha convertido en un pérfido Goliat, y resulta que el presunto defenestrado, con un ágil movimiento, revolviéndose sobre si mismo en el alfeizar de la ventana, ha dejado a Zapatero con medio cuerpo fuera colgando y a la fresca.

Únicamente la obispa laica  -la señorita María Teresa- ha acudido en su auxilio con una frase -'el presidente siempre gana'- que ya sólo los viejos son capaces de valorar en lo que tiene de resabio estalinista ('el partido siempre tiene razón'). Este país ya no es para viejos y, mira por dónde, se ha poblado de 'chorlitos', incluso dentro del PSOE, que se atreven a desafiar al poder, y que no aceptan ciegamente las 'verdades del partido' infaliblemente proclamadas por el supremo Secretario General. 'Intelectual con cabeza de chorlito', dictaminó la Pasionaria en los tiempos heroicos, antes de expulsar a Jorge Semprún del Partido. Los intelectuales del PSOE, que han callado durante tanto tiempo, ya comienzan a decir algo para amparar a tanto chorlito.

Mientras Zapatero boca abajo -la sangre afluyendo a la cabeza- comienza a meditar lo que considera debe ser una decisión muy personal tomada en la alcoba del poder -si se presenta o no como candidato del PSOE a las próximas elecciones generales-, sus compañeros de partido no paran de moverse a su alrededor, no para echarle una mano -no vayan a interrumpir las meditaciones a la intemperie del señor José Luis-, sino para tomar las mejores posiciones una vez caiga éste desde lo alto. La ministra de Defensa, Carme Chacón, se ha atrevido a decir (ahora que los post-zapateristas Blanco y Rubalcaba han salido trasquilados con lo de Gómez) que España está preparada para tener una presidenta de Gobierno. Todos hacen cábalas hoy sobre los pensamientos que albergaba ayer la señora ministra cuando escuchaba los silbidos y abucheos que unos desalmados dirigían a Zapatero -cumpliendo el ritual, según él- durante la parada militar de la fiesta nacional.

sábado, 2 de octubre de 2010

Espera con poca esperanza

Los sindicatos escenificaron la huelga general del 29-S con una actuación bastante floja. La audiencia les dio la espalda y no se identificó con la puesta en escena de los actores, a diferencia del poder que había pactado con ellos la representación para que no hubiera ni vencedores ni vencidos. Que se lo digan a los ciudadanos que se vieron perjudicados en su vida cotidiana o a los que tuvieron que afrontar sucesos verdaderamente adversos, como los que se vivieron en Barcelona.

Cuando el gobierno da la espalda a la opinión, o más aún a los problemas verdaderos, y sólo se preocupa de su imagen, le crecen los enanos. El termómetro del deterioro del gobierno fueron los sucesos de Barcelona protagonizados por una mezcolanza de pijos, okupas y antisistema que han jugado y juegan a erigirse en contrapoderes, con los que acaba transigiendo el poder para no perder territorio, como una banda más. La violencia urbana en Barcelona ha sido muchas veces en la historia contemporánea de España el mejor indicador del desgobierno de la nación, y esa misma impresión ha podido tenerse ahora.

A la audiencia le importa poco los problemas de los sindicatos, los juego de poder dentro de los partidos, las primarias del PSOE en Madrid y las consecuencias que puedan tener para Zapatero o para quienes se postulan como sus sucesores. A la audiencia le preocupa bastante poco lo que ocupa verdaderamente a los actores políticos. A la audiencia le desespera que la oposición pueda limitarse a esperar a que Zapatero se consuma en sus propias brasas, porque ni le interesa ese plato, y porque se antoja una eternidad el año y medio que pueda faltar hasta que sea servido.

Mientras, las agencias siguen rebajando la calificación de la deuda española, que junto a los gastos de desempleo, se comen una parte ingente de los próximos presupuestos generales pactados con el PNV y presentados por Zapatero con desfachatez como los de mayor gasto social de la historia de España, cuando la realidad es que son los más insolidarios, porque elevan a categoría permanente la desigualdad real entre los españoles: que puedan romper la caja única de la seguridad social, poco importa si consiguen alargar la vida de Zapatero. 

Lo preocupante en términos políticos no es la lenta agonía de Zapatero, sino los efectos de la inutilidad de la política en la audiencia. El peligro de que la audiencia dé definitivamente la espalda a la política es real. O que la política pueda recalar en otros actores y audiencias, mucho más mediáticas, príncipes y princesas del pueblo, que den un espectáculo aún mayor, tan desagradable para unos como merecido para otros. Lo peor que puede pasar en tiempos de crisis, es que la espera se realice sin ninguna o con poca esperanza.