domingo, 29 de mayo de 2016

Espíritu de resistencia


Las nuevas elecciones del 26-J constituyen para todos una auténtica prueba de resistencia. Primero para los ciudadanos, obligados a cargar con la cruz de sus inoperantes políticos y que se hallan descorazonados y al borde del agotamiento, hasta el punto de faltarles las fuerzas, si no las ganas, para ir de nuevo a votar; de ahí que la abstención vaya a resultar clave en estos comicios. Y segundo para los propios políticos, que vuelven firmes a la carga después del primer embate, con voluntad de resurrección o cuanto menos con esperanza de recuperación, resistiéndose con mayor o menor habilidad a desaparecer o a ser destruidos.

Resistir es vencer. “La guerra se pierde cuando da uno la guerra por perdida. El vencedor lo proclama el vencido: no es él quien se erige en vencedor. Y mientras haya espíritu de resistencia, hay posibilidad de triunfo”. El pensamiento es de Negrín, expresado en 1938, pero condensa bien la actitud mantenida por Pedro Sánchez desde el 20-D. El problema de Sánchez, responsable principal de la nueva cita en las urnas, es que su guerra ni siquiera es electoral, es personal, y eso parecen tenerlo claro muchos dentro del PSOE. El 26-J es su última oportunidad, que puede acabar esa misma noche con el recuento de votos.

Sánchez se ha mostrado capaz de repetir el mismo discurso una y otra vez, sin aceptar que el ‘no’ se lo den a él y no él, pero cada vez le queda menos espacio donde jugar. La alianza de Iglesias y Garzón rompe la idea de transversalidad defendida inicialmente por Podemos, y a la que se había aferrado Sánchez para defender su imposible acuerdo a tres. El debate vuelve así a situarse en el eje ideológico izquierda/derecha para complicar mucho más las cosas a los socialistas. Si el PSOE para ganar terreno se afanó en tildar de derechas a C’s en la campaña del 20-D, ahora por la misma razón el PP califica a los naranjas de izquierdas aunque acabará pactando luego con Rivera como hizo Sánchez.

El pacto PSOE-C’s de la fallida investidura ha dejado a Pedro Sánchez sin discurso ideológico. Abandonada la vía portuguesa –el acuerdo puro y duro con Podemos– continúa apelando a la necesidad de ‘echar a Rajoy’, como principal elemento diferenciador de su mensaje, aunque paradójicamente el socialista se presenta a sí mismo como paladín del reformismo, la sensatez y la moderación, lo que ha venido constituyendo hasta ahora el discurso del PP. En la precampaña ha invocado también a Adolfo Suárez y su famoso “puedo prometer y prometo”, para incomodidad de Rivera, quien ya había resucitado su herencia. ¿Pretende acaso Sánchez hacerse con el liderazgo del centro-derecha? Así es difícil que el PSOE aguante.

Resistir es vencer, también para Rajoy, al que han dado por muerto demasiadas veces. Desde luego no ayuda a su sustitución al frente del PP el hecho de que quienes más la reclamen y hablen de regeneración dentro del partido sean los antiguos cachorros de Aznar o Aguirre, dispuestos de inmediato a utilizar su olfato político para emprender la caza. Con ellos se reeditaría posiblemente en el PP lo que se ha visto en el PSOE tras la salida precipitada de Rubalcaba. Es triste que el debate sobre la regeneración política, tan necesario, acabe siendo instrumentalizado en beneficio de otros intereses. Y que quienes la propugnan sinceramente no sepan, a la hora de concretar, hacia donde tirar, perdiéndose en postulados contradictorios. De ahí que ni interese hablar verdaderamente del tema.

¿Qué nos van contar entonces en la próxima campaña, qué nuevo espectáculo pueden ofrecer después del que ya han dado? ¿Van a ser claros siquiera los partidos respecto a las alianzas de gobierno? PP y Podemos se muestran confiados en que tensando los extremos mejorarán sus resultados. Con o sin ‘sorpasso’ de Unidos Podemos, podría suceder que los socialistas no sean esta vez determinantes. Si el PSOE sufre un nuevo descenso a los infiernos con Sánchez, éste se vería forzado a dimitir y se afrontaría de inmediato un Congreso que permitiese al partido recuperar, además de la credibilidad, su identidad.

Nadie exige al PSOE que entre en un gobierno de coalición, y menos con PP y C’s, basta con que se abstenga en la investidura, llegado el caso. Si resiste, el PSOE puede aspirar desde el centroizquierda a condicionar necesariamente las grandes reformas estructurales que el país necesita, y que no son las que llegaran a resultar de las coincidencias accidentales de todos contra el PP. Ejercer una doble oposición, al gobierno y a la izquierda radical, como la que podría verse obligado a ejercer el líder socialista, sea quien fuere, es suficiente responsabilidad y servicio al país en la actual coyuntura para cualquier político auténticamente resistente.

Publicado en Diario de Navarra, 29 de mayo de 2016