Los resultados de las elecciones de ayer en Galicia y País Vasco admiten diversas lecturas. La primera en clave de política nacional. En este sentido, la primera consecuencia es la derrota de la política del todo vale. La victoria contundente del PP en Galicia (con un máximo histórico de participación) y su resistencia en Euskadi se ha producido contra viento y marea, en circunstancias no ya de marejada sino de verdadera tempestad política. La propia Fiscalía Anticorrupción tuvo que rechazar el ultimátum de 48 horas planteado por Garzón acerca de su inhibición a favor del Supremo en el caso Correa ante la posible implicación de aforados nacionales, recordando que decisiones de ese tipo no pueden tomarse sin un detenido estudio de la documentación aducida, y menos en fase electoral. Hasta un ex Fiscal General del Estado de los tiempos de Felipe González ha rechazado la actuación y rectitud de Garzón en el seguimiento de la "trama de corrupción del PP".
La estrategia socialista para tapar la ineficacia del gobierno frente a la crisis económica (y el desgaste político consiguiente) con el argumento de que un partido en crisis como el PP (podrido por dentro e incapaz de solucionar sus graves problemas internos) no puede inspirar ni merecer la confianza de los españoles, se ha visto desbaratada. Este argumento, llamado a convertirse en el nuevo eje de la política anti-PP del PSOE a lo largo de toda esta legislatura en el caso de que Rajoy hubiese fracasado electoralmente ayer, ha quedado prácticamente anulado. Rajoy ha salido muy reforzado en su liderazgo del PP, y los conspiradores internos (que no quisieron dar la batalla abierta en el congreso del PP de Valencia) organizados ya para exigir responsabilidades al líder en caso de derrota (alguna voz se dejó oir ante los primeros sondeos a pie de urna, sin esperar siquiera a un mínimo recuento efectivo de votos) habrán de batirse en retirada por puro instinto de supervivencia política.
Tanto Nuñez Feijóo como Basagoiti son hombres de Rajoy. Y ha sido el propio Rajoy y su equipo quienes se han implicado en las dos campañas gallega y vasca, incluido el ínclito Gallardón, y no Aguirre ni Mayor Oreja (ni siquiera Camps, tocado por Garzón). El PP volverá a gobernar en Galicia, gracias a Rajoy (protagonista en la campaña tanto como Feijóo), y la posibilidad de un cambio político real en el País Vasco se debe en gran parte a la resistencia del PP vasco (capaz de condicionar al Partido Socialista de Euskadi si éste no defrauda las expectativas abiertas por la lógica de los números). La salida traumática de María San Gil, tan utilizada como ella misma contra Rajoy, se revela ahora mismo como un acierto y claramente beneficiosa para lograr ese cambio, pues con ella la posibilidad misma de un entendimiento de socialistas y populares vascos no sería imaginable, a tenor del grado de saturación y encasquillamiento que había alcanzado su discurso.
Los resultados de Rosa Díez hacen también pensar. Podrá ser imprescindible o no (a la espera del recuento del voto emigrante) para articular una mayoría no nacionalista. Pero se ha comprobado lo limitada de su posición política, particularmente en el País Vasco, donde la grandilocuencia de su discurso españolista no ha sido capaz de arrancar votos significativos ni a PP ni a PSOE. Pese a contar con la inconfesable ayuda ciertos sectores de la derecha mediática que llevaban tiempo apelando a la opción de UPyD como forma de canalizar el voto de vastigo al PP de Rajoy. Ahora es Mayor Oreja como candidato del PP a las próximas elecciones europeas quien debe cambiar el chip y sintonizar bien con el discurso moderado y centrista de Rajoy, sin preocuparse excesivamente de lo que pueda "robar" Rosa Díez al PP.
Las elecciones gallegas y vascas han conseguido introducir aire fresco en la política española. Más allá de las opciones o preferencias partidarias, han certificado la mayoría de edad de la ciudadanía frente a las actitudes chulescas adoptadas en los últimos tiempos por ciertos poderes en la esfera pública, incluidos los medios de comunicación, de un signo u otro. Ese aire fresco ha de trasladarse ahora a los propios partidos. Errado el tiro de Garzón en su objetivo inmediato (interferir en las elecciones y desactivar al PP como alternativa abriendo de nuevo la crisis sucesoria), Rajoy tiene que aprovechar el "favor" que le hace en estas nuevas circunstancias Garzón dando todos los pasos necesarios para despejar cualquier duda (fundada o no) de corrupción y asegurar la limpieza de su partido, si quiere realmente que este cambio operado en Galicia y el que se avista en el País Vasco, con la participación del PP, pueda apalancar un nuevo cambio político en España que le requiera directamente. La lectura de los resultados electorales en clave vasca merecen, sin duda, un espacio y una reflexión aparte.
La estrategia socialista para tapar la ineficacia del gobierno frente a la crisis económica (y el desgaste político consiguiente) con el argumento de que un partido en crisis como el PP (podrido por dentro e incapaz de solucionar sus graves problemas internos) no puede inspirar ni merecer la confianza de los españoles, se ha visto desbaratada. Este argumento, llamado a convertirse en el nuevo eje de la política anti-PP del PSOE a lo largo de toda esta legislatura en el caso de que Rajoy hubiese fracasado electoralmente ayer, ha quedado prácticamente anulado. Rajoy ha salido muy reforzado en su liderazgo del PP, y los conspiradores internos (que no quisieron dar la batalla abierta en el congreso del PP de Valencia) organizados ya para exigir responsabilidades al líder en caso de derrota (alguna voz se dejó oir ante los primeros sondeos a pie de urna, sin esperar siquiera a un mínimo recuento efectivo de votos) habrán de batirse en retirada por puro instinto de supervivencia política.
Tanto Nuñez Feijóo como Basagoiti son hombres de Rajoy. Y ha sido el propio Rajoy y su equipo quienes se han implicado en las dos campañas gallega y vasca, incluido el ínclito Gallardón, y no Aguirre ni Mayor Oreja (ni siquiera Camps, tocado por Garzón). El PP volverá a gobernar en Galicia, gracias a Rajoy (protagonista en la campaña tanto como Feijóo), y la posibilidad de un cambio político real en el País Vasco se debe en gran parte a la resistencia del PP vasco (capaz de condicionar al Partido Socialista de Euskadi si éste no defrauda las expectativas abiertas por la lógica de los números). La salida traumática de María San Gil, tan utilizada como ella misma contra Rajoy, se revela ahora mismo como un acierto y claramente beneficiosa para lograr ese cambio, pues con ella la posibilidad misma de un entendimiento de socialistas y populares vascos no sería imaginable, a tenor del grado de saturación y encasquillamiento que había alcanzado su discurso.
Los resultados de Rosa Díez hacen también pensar. Podrá ser imprescindible o no (a la espera del recuento del voto emigrante) para articular una mayoría no nacionalista. Pero se ha comprobado lo limitada de su posición política, particularmente en el País Vasco, donde la grandilocuencia de su discurso españolista no ha sido capaz de arrancar votos significativos ni a PP ni a PSOE. Pese a contar con la inconfesable ayuda ciertos sectores de la derecha mediática que llevaban tiempo apelando a la opción de UPyD como forma de canalizar el voto de vastigo al PP de Rajoy. Ahora es Mayor Oreja como candidato del PP a las próximas elecciones europeas quien debe cambiar el chip y sintonizar bien con el discurso moderado y centrista de Rajoy, sin preocuparse excesivamente de lo que pueda "robar" Rosa Díez al PP.
Las elecciones gallegas y vascas han conseguido introducir aire fresco en la política española. Más allá de las opciones o preferencias partidarias, han certificado la mayoría de edad de la ciudadanía frente a las actitudes chulescas adoptadas en los últimos tiempos por ciertos poderes en la esfera pública, incluidos los medios de comunicación, de un signo u otro. Ese aire fresco ha de trasladarse ahora a los propios partidos. Errado el tiro de Garzón en su objetivo inmediato (interferir en las elecciones y desactivar al PP como alternativa abriendo de nuevo la crisis sucesoria), Rajoy tiene que aprovechar el "favor" que le hace en estas nuevas circunstancias Garzón dando todos los pasos necesarios para despejar cualquier duda (fundada o no) de corrupción y asegurar la limpieza de su partido, si quiere realmente que este cambio operado en Galicia y el que se avista en el País Vasco, con la participación del PP, pueda apalancar un nuevo cambio político en España que le requiera directamente. La lectura de los resultados electorales en clave vasca merecen, sin duda, un espacio y una reflexión aparte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario