La posibilidad real de un lehendakari socialista abre un escenario nuevo en el País Vasco. Patxi López se siente legitimado tras los resultados electorales para liderar el cambio. Nadie puede obviar el sustancial aumento de voto de los socialistas en estas elecciones, aunque eso no le permite al PSE proclamarse vencedor. Más extravagante resulta que, no siendo el partido más votado (a lo que aspiraba, desbancando al PNV), se considere llamado a gobernar en solitario, buscando apoyos puntuales aquí y allá al estilo Zapatero. A Zapatero le faltan 7 diputados de 176 para disponer de la mayoría absoluta. A López el doble en una cámara que cuenta con 100 diputados menos. Que no se engañe. Y, sin embargo, el cambio es deseable y posible al haberse producido un escenario nuevo: el parlamento vasco recién elegido cuenta, por primera vez en su historia, con una mayoría no nacionalista (que no es lo mismo que anti-nacionalista).
Sin duda los socialistas deseaban que el PSE hubiese obtenido más votos y escaños que el PNV, para hacer evidente su derrota. El PNV no ha sido derrotado, pero su política sí. Al PNV no se le pueden negar méritos de gestión en sus treinta años de gobierno (en solitario o compartido), pero no sólo ha fracasado en lo principal –la normalización de la sociedad vasca– sino que se ha hecho evidente a ojos de muchos (particularmente desde Lizarra) que el PNV, lejos de ser la solución, es parte del problema. En esto estamos ahora: ante la duda fundada de que un gobierno de coalición PNV-PSE pueda ser, no ya viable, sino fiable, incluso bajo la presidencia de Patxi López (en el caso de que el PNV consintiera esta posibilidad). Por más que a nadie se le escape, que esta solución sería la más beneficiosa para Zapatero, puesto que le permitiría seguir contando con el apoyo parlamentario del PNV en Madrid (evidentemente más cómodo que tener que volver a trabajarse y sufrir el costo de los apoyos de ERC o BNG, si es que estos partidos –escaldados de Zapatero– estuvieran por la labor, que CiU aún no le perdona su salida de la Generalitat).
La conclusión a la que se llega es que si se quiere cambio de verdad en Euskadi (y la situación y los votantes parecen requerirlo), el PNV debe perder el poder del todo. El mismo PNV lo necesita para poder regenerarse. Las relaciones entre PNV y PSE deben ser a partir de ahora intensamente democráticas, pero no de socios, por mucho que contraríe esta eventualidad al PNV. El PSE necesita entonces articular una mayoría parlamentaria y un gobierno con otros socios. No sería razonable que pretendiera el apoyo del PP para la investidura sin ningún compromiso ulterior, por mucha “ingeniería política” de la que quiera presumir López. La cosa política no funciona así. Y sin estabilidad tampoco hay cambio.
¿Sería antinatura la alianza de socialistas y populares en el País Vasco? No es fácil determinar la procedencia de los votos, pero algunos números hablan. Patxi López no ha sacado más votos ahora que Mayor Oreja en 2001. El PP ha resistido en número de escaños, aunque ha perdido 65.000 votos respecto a 2005. ¿Dónde han ido? Los 40.000 de más del PSOE y los 22.000 obtenidos por Rosa Díez algo tendrán que ver. Hay un trasvase de voto (útil) PP-PSOE y PSOE-PP en el País Vasco de sentido autonomista y españolista (al vaivén de los cambios de gobierno de Madrid) que no puede ignorarse, y cuyo análisis seguramente pesara en el debate interno del PSE. Sería paradójico que el mito de las dos almas, que ha abandonado al PNV (sólo tiene una, no hay que engañarse más), hallase cobijo y cobrase fuerza en el PSE por capricho de alguno de sus dirigentes, en contra de sus bases o votantes.
La coalición PSOE-PP en el País Vasco no es antinatura (ni presupone el triunfo de la tesis de la gran coalición a nivel nacional español, cuestión discutida y discutible, por supuesto). Por el contrario, la presencia cotidiana en el País Vasco del chantaje de la violencia terrorista, la interconexión todavía visible entre política y violencia, o la debilidad del Estado de derecho derivada de la misma utilización de las instituciones vascas contra el estado español, que deja desguarecidos derechos y libertades fundamentales de una parte considerable de ciudadanos, son realidades claramente contrarias al orden democrático, que afectan a la propia confianza de los vascos en su futuro y a su bienestar, secularmente envidiado, pero tan amenazado por la crisis económica como el que más. En todo esto, que es lo que debe cambiar realmente en Euskadi (ese cambio por el que Patxi López comprometió su palabra durante la campaña), están –o deberían estar– PSOE y PP más unidos que nadie. Con Basagoiti el PP no ha perdido firmeza en su discurso y sí ha ganado muchas posibilidades de diálogo y entendimiento con todos, sin renuncias en lo esencial.
Desde un análisis estrictamente partidista el PSOE de Zapatero podría llegar a la conclusión de que cualquier fórmula de coalición le perjudica. El PSOE siempre pierde tanto si pacta con los nacionalistas como con los populares. Puede valorar qué factura le resultará más costosa. O puede –armado de la lógica de los números– romper la lógica del estado de las banderías que él mismo tanto ha contribuido a desarrollar (un juego de suma cero), y acometer este reto con alta responsabilidad política y sentido de Estado, confiando en que si a España y al País Vasco les va bien, a él como político también le irá bien (con o sin Pepiño Blanco a su lado).
Sin duda los socialistas deseaban que el PSE hubiese obtenido más votos y escaños que el PNV, para hacer evidente su derrota. El PNV no ha sido derrotado, pero su política sí. Al PNV no se le pueden negar méritos de gestión en sus treinta años de gobierno (en solitario o compartido), pero no sólo ha fracasado en lo principal –la normalización de la sociedad vasca– sino que se ha hecho evidente a ojos de muchos (particularmente desde Lizarra) que el PNV, lejos de ser la solución, es parte del problema. En esto estamos ahora: ante la duda fundada de que un gobierno de coalición PNV-PSE pueda ser, no ya viable, sino fiable, incluso bajo la presidencia de Patxi López (en el caso de que el PNV consintiera esta posibilidad). Por más que a nadie se le escape, que esta solución sería la más beneficiosa para Zapatero, puesto que le permitiría seguir contando con el apoyo parlamentario del PNV en Madrid (evidentemente más cómodo que tener que volver a trabajarse y sufrir el costo de los apoyos de ERC o BNG, si es que estos partidos –escaldados de Zapatero– estuvieran por la labor, que CiU aún no le perdona su salida de la Generalitat).
La conclusión a la que se llega es que si se quiere cambio de verdad en Euskadi (y la situación y los votantes parecen requerirlo), el PNV debe perder el poder del todo. El mismo PNV lo necesita para poder regenerarse. Las relaciones entre PNV y PSE deben ser a partir de ahora intensamente democráticas, pero no de socios, por mucho que contraríe esta eventualidad al PNV. El PSE necesita entonces articular una mayoría parlamentaria y un gobierno con otros socios. No sería razonable que pretendiera el apoyo del PP para la investidura sin ningún compromiso ulterior, por mucha “ingeniería política” de la que quiera presumir López. La cosa política no funciona así. Y sin estabilidad tampoco hay cambio.
¿Sería antinatura la alianza de socialistas y populares en el País Vasco? No es fácil determinar la procedencia de los votos, pero algunos números hablan. Patxi López no ha sacado más votos ahora que Mayor Oreja en 2001. El PP ha resistido en número de escaños, aunque ha perdido 65.000 votos respecto a 2005. ¿Dónde han ido? Los 40.000 de más del PSOE y los 22.000 obtenidos por Rosa Díez algo tendrán que ver. Hay un trasvase de voto (útil) PP-PSOE y PSOE-PP en el País Vasco de sentido autonomista y españolista (al vaivén de los cambios de gobierno de Madrid) que no puede ignorarse, y cuyo análisis seguramente pesara en el debate interno del PSE. Sería paradójico que el mito de las dos almas, que ha abandonado al PNV (sólo tiene una, no hay que engañarse más), hallase cobijo y cobrase fuerza en el PSE por capricho de alguno de sus dirigentes, en contra de sus bases o votantes.
La coalición PSOE-PP en el País Vasco no es antinatura (ni presupone el triunfo de la tesis de la gran coalición a nivel nacional español, cuestión discutida y discutible, por supuesto). Por el contrario, la presencia cotidiana en el País Vasco del chantaje de la violencia terrorista, la interconexión todavía visible entre política y violencia, o la debilidad del Estado de derecho derivada de la misma utilización de las instituciones vascas contra el estado español, que deja desguarecidos derechos y libertades fundamentales de una parte considerable de ciudadanos, son realidades claramente contrarias al orden democrático, que afectan a la propia confianza de los vascos en su futuro y a su bienestar, secularmente envidiado, pero tan amenazado por la crisis económica como el que más. En todo esto, que es lo que debe cambiar realmente en Euskadi (ese cambio por el que Patxi López comprometió su palabra durante la campaña), están –o deberían estar– PSOE y PP más unidos que nadie. Con Basagoiti el PP no ha perdido firmeza en su discurso y sí ha ganado muchas posibilidades de diálogo y entendimiento con todos, sin renuncias en lo esencial.
Desde un análisis estrictamente partidista el PSOE de Zapatero podría llegar a la conclusión de que cualquier fórmula de coalición le perjudica. El PSOE siempre pierde tanto si pacta con los nacionalistas como con los populares. Puede valorar qué factura le resultará más costosa. O puede –armado de la lógica de los números– romper la lógica del estado de las banderías que él mismo tanto ha contribuido a desarrollar (un juego de suma cero), y acometer este reto con alta responsabilidad política y sentido de Estado, confiando en que si a España y al País Vasco les va bien, a él como político también le irá bien (con o sin Pepiño Blanco a su lado).
Reproduzco lo que un buen amigo nacionalista me escribía ayer:
ResponderEliminar"Enhorabuena. El blog promete.
He leído rápido tus dos últimas aportaciones y echo de menos un análisis que tal vez se te haya pasado o hayas querido dejar pasar. Es más un análisis práctico que otra cosa, pero matiza alguna de tus afirmaciones, creo.
El resultado de las elecciones es una "derrota" del PSE. No solo no ha ganado las elecciones, sino que la distancia con el PNV es más que importante. Es legítimo desbancar a la fuerza más votada, pero en base a un acuerdo y veo que PSE y PP puedan tener un acuerdo consistente más allá de sacar al nacionalismo del gobierno vasco y eso ya no es lo mismo (no es equiparable a Galicia ni Cataluña ni Canarias ni nada de lo que yo conozca hasta ahora).
En cuanto al electorado, muestra una situación similar a hacer 4 años. No soy de los que defiendan que el voto nulo deba permitir a los batasunos defender sus asientos, pero un análisis serio debe tener en cuenta ese voto y el resultado es que sigue habiendo un voto nacionalista superior al no nacionalista y un reparto de escaños que no dejaría nada claro un lehendakari socialista, ya que el PSE se quedaría con 23, el PP con 11 y UPyD con 1; mientras que el PNV tendría 28, Aralar 4 y EA 1. El tema quedaría en los 7 de los batasunos.
La estrategia del PSE de legalizar o ilegalizar el voto de HB a la carta según me venga bien o mal dice muy poco de sus convicciones democráticas o acerca de la utilización de la violencia en el discurso y en la práctica política. Y por otro lado, acusar al PNV de frentismo de Lizarra y ser capaz de gobernar con el PP (y hasta con los de UPyD si hubiera hecho falta) es un ejercicio de cinismo, ¿no te parece?
El PNV no ha ayudado a reforzar el marco institucional vasco, pero el PSOE y el PP tampoco es que se haya esforzado mucho que digamos.
En fin, si me permites una cierta ironía, lo que todo esto demuestra es una vez más el hecho diferencial vasco: sólo en la CAV y en Navarra PP y PSOE se pueden unir sin que a nadie le parezca un pacto anti-natura ni crujan las bases de otros acuerdos más allá de nuestras fronteras. Curioso, no?
Un abrazo.
P.S. Como ves, lo escribo con todo el ánimo de polemizar."
Otro amigo me escribía el día 9 haciéndome considerar lo siguiente:
ResponderEliminar"De cualquier manera la resultante de las elecciones vascas es apasionante por los escenarios que se advierten. A mí, uno nunca ha dejado de militar, me parece bien que los socialistas se hagan cargo del gobierno en minoría, principalmente porque los próximos cuatro años serán de fuego y así el PP no se quema. Además, a los socialistas siempre les ha tocado en esta tierra bailar con la más fea; véase que ellos sacaron adelante la bestial reconversión de los ochenta. Su talante y ojala acierto en lo que tengan que gobernar crearán la pauta al PP de lo que es centrarse más en su proyecto político vasco, que de momento sólo pasa por la defensa de las libertades, que no es poco."