Si El País ha perdido la pelota, El Mundo desbarra, lanzado al rescate de Esperanza Aguirre, en esta particular guerra político-mediática, ahora que Rajoy ha subido como la espuma, y ella se hunde en el barro de la corrupción madrileña. Sólo le resta la ayuda de Pedro J, el director de El Mundo, y de Jiménez Losantos en la COPE, los mismos que maniataron al PP en la anterior legislatura y que la han lanzado contra Rajoy desde las últimas elecciones generales, ahora hace un año. Únicamente le queda a Aguirre ese apoyo para evitar su caída. Cómo han cambiado las cosas en doce meses, cuando se suponía que a estas alturas Rajoy debía estar herido de muerte (después del primer embate de las elecciones gallegas y vascas), y Aguirre prácticamente apretando las cinchas dispuesta a la galopada última que precedería a su entrada triunfal en Génova.
De mujer estrella en el firmamento del PP, para algunos, se ha convertido –nadie sabe cómo ha sido– en dirigente popular estrellada, para otros. La única salida es convertir la trama del espionaje de Madrid en una operación urdida por El País para derribar a Aguirre, la verdadera y fundamental víctima de toda esta representación trágico-cómica que sacude al Partido Popular, y con él a la política española, desde hace un año. Del papel de verdugo al de víctima, para intentar salvar su protagonismo en la función. Pero el intento se antoja algo chusco, y la representación no pasa de sainete.
El que se contrataran espías de segunda, que se despistan y no retienen siquiera los datos para cumplimentar bien sus informes, como reclama la profesión, es tremendo para la historia del espionaje mundial, pero no afecta en nada a que los espiados lo fueran efectivamente, por mucho que se pueda equivocar incluso el redactor de un periódico al contar finalmente los hechos. A Aguirre siempre le quedará al menos la prueba fehaciente de la interesada fidelidad de Pedro J., su padrino en toda esta historia, antes de que el final se precipite, y nadie ya, ni siquiera Aznar, pueda acudir en su rescate.
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