jueves, 12 de marzo de 2009

Timocracia madrileña


Platón hablaba en La República del proceso de degeneración de la ciudad, contemplando cuatro formas posibles, que venían a sucederse de manera cíclica. La primera era la timocracia, la polis bajo el mando de políticos ambiciosos, inicialmente guerreros, que careciendo de virtudes cívicas, utilizan su poder no sólo para dominar sino también para enriquecerse, de manera más o menos encubierta. Asi viene a surgir una plutocracia, el gobierno de los ricos, a la que sucede la democracia, donde se evidencian las tensiones entre los ricos, los sofistas o demagogos y el pueblo. Si no existe una busqueda vigilante del bien y de la verdad por parte de todos, la democracia puede acaba en la tiranía, el dominio de uno (individual o colectivo, que de todo ha habido en la historia: un déspota, un pueblo soberano, un partido único o hegemónico, un estado totalitario). Las democracias actuales, incluso las llamadas avanzadas, no están libres de este proceso de degeneración.

Todo comienza por la timocracia y en las representaciones al uso de la caverna platónica la timocracia madrileña es un ejemplo paradigmático. Si lo que lleva sucediendo desde hace un tiempo en la Comunidad de Madrid es preocupante, lo último comienza a ser ya indignante. Bajo el liderazgo guerrero de Esperanza Aguirre, Madrid se ha convertido en una cueva de políticos ambiciosos y sin escrúpulos, que bajo una máscara de derecha liberal no dudan en comprometer al poder económico para incrementar su propio poder político. Ni en utilizar éste para fines, no ya partidistas, sino de facción política en contra de su propio partido, o para enriquecerse personalmente, en lugar de trabajar por los intereses y el bienestar de los ciudadanos. Asuntos como el asalto a Caja Madrid, el espionaje político o la trama de corrupción ligada a la operación Gürtel son de por sí graves y elocuentes.


La pantomina de la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid, controlada por Aguirre, no tiene, en efecto, palabras. Da igual que se haya mentido poco o mucho. No se ha podido preguntar o repreguntar a los que han comparecido, pero sobre todo no se ha dejado comparecer y hablar a quienes tenían que hacerlo. El consejero de Presidencia e Interior de Madrid, y hombre de confianza de Aguirre, sobre el que apuntan demasiadas sospechas, estuvo granado al pretender demostrar documentalmente que los servicios de vigilancia y contravigilancia de altos cargos existían ya anteriormente a la llegada de Aguirre, en tiempos del socialista Eguina y luego de Gallardón, y que eran infundios por tanto las acusaciones de espionaje. No, el problema no es que haya escoltas ni sistemas de contravigilancia, sino que se utilicen para espiar a adversarios políticos (sean del mismo partido o de otros).


Y a los pobres espiados no se les ha dejado hablar, a pesar de que querían hacerlo. Aun así, Granados se permitió acusar de mentiroso al
ex consejero Prada (cesado por Aguirre tras incorporarase aquél a la Ejecutiva de Rajoy). Otra de la víctimas, el vicealcalde de Madrid, Cobo, a quien le tocó el espía bueno (que no se equivocó en ninguno de los datos sobre sus movimientos reflejados en los partes), ha tenido que ofrecer una rueda de prensa para decir lo que se debería haber escuchado, y más, en la comisión de investigación ¿Qué sentido tiene que un servicio parapolicial o no, pero dependiente de la Comunidad, vigile a cargos de otra administración como el Ayuntamiento, que según ha pretendido sentar Aguirre cuenta también con un sistema parapolicial? Que sean políticos que molestan a la presidenta es pura casualidad. Esperpéntico, y Aguirre lo sabe, pero la comisión se cierra.

La comisión ha jugado con el propio concepto de timocracia, que se puede aplicar al gobierno basado en el honor, por su libertad de expresar las situaciones. Curiosa paradoja si para defender el honor de Aguirre y su círculo de ambiciosos se impide la transparencia. Esa comisión ha sido un auténtico timo, en el sentido más castizo del término. Aguirre aceptó abrir la comisión en la asamblea madrileña cuando Rajoy puso en marcha la comisión interna del PP y temió que la secretaria general hiciera públicas sus conclusiones. La prudencia de Rajoy puede reclamar que se conozcan las conclusiones de la comisión parlamentaria antes de decidir si reabre o no aquella comisión interna, pero no se entendería que no lo hiciera ante unas conclusiones que, visto lo visto, cabe suponer impresentables.


Los sofistas o demagogos al servicio de la timocracia de Aguirre ya se han puesto en movimiento
presionando a Rajoy para que no lo haga. El Mundo al rescate de la presidenta madrileña, que como guerrera sólo está dispuesta a morir matando, sigue con sus estrategia previsible. Lejos de defender que todos somos iguales ante la ley, pretende igualar en el delito. No únicamente madrileños y valencianos (Aguirre cobijada en la ancha manga de los trajes de Camps), sino también la actual cúpula del PP. El Mundo exigía hoy al PP explicaciones al máximo nivel y una comisión interna a propósito de un coche de lujo, un jaguar, que Correa habría regalado en 1999 al responsable del área electoral del PP, en ese tiempo -no en la actualidad- marido de Ana Mato, muy vinculada -entonces y ahora- a Arenas y Rajoy.

Resultaba algo grotesco ver a Pedro J. regodearse en su TV hablando del matrimonio Sepulveda-Mato pillado en falso (cuando además, según parece, ya estaban separados de hecho), y más comprobar luego cómo la número 3 del PSOE, Leire Pajín, no dudaba en compartir esa retórica tradicional y machista (la mujer ligada al marido en todo cuanto diga y haga) lanzándose a degüello contra Mato y exigiéndole explicaciones y responsabilidades por la actuación de su ex. Ni siquiera hay noticia, ni al parecer regalo, pues lo que habría es un cambio de coches entre un pijo y un macarra, un BMW a cambio de un jaguar, habiendo abonado Sepulveda la diferencia, según declaró éste después (vaya usted a saber). Pero, coincidiendo en esto con el propio manejo de
El País de las actuaciones de Garzón, es obvio que se trata de extender la trama de corrupción más allá del ámbito de responsabilidad del actual gobierno de Madrid, sin que importe ya cuestionar abiertamente la imagen y el legado de Aznar (Sepúlveda en su círculo), si ello permite volver contra Rajoy con mayor fuerza.

Ya no existe siquiera una disputa por el liderazgo del PP. Aguirre sabe que ha perdido cualquier baza. La ambición cortada desata aún más la fiereza política. Cuando desaparece la tensión por hacer de las virtudes cívicas la fuerza de la lucha política, cuando se hace imperceptible la preocupación por la polis o una mínima lealtad hacia la propia organización política, sólo mueve el olor de la sangre que empuja a la incivilidad. Resulta poco edificante que un grupo de políticos ambiciosos que sienten peligrar su futuro, gaste todas sus últimas energías en esto, contando con el respaldo de sus corifeos y sofistas mediáticos. Pero es bastante elocuente. La alianza de los politicos ambiciosos con los ricos y los demagogos, no favorece el espiritu democrático, al contrario alienta el espíritu tiránico, y se antoja como un mal presagio de lo que cabría esperar con Aguirre si viera cumplidas todas sus ambiciones accediendo a la presidencia de su partido y del gobierno de España. La más mínima manifestación de tiranía es siempre una señal de degeneración democrática.

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