jueves, 19 de marzo de 2009

Mensajero Nobel


Media España anda disfrutando del sol, mientras la otra no para de darle vueltas a un asunto que sólo a los más desaprensivos puede dejar indiferentes. ¿Qué vino a hacer el Nobel de Economía de 2008, Paul Brugman, esta semana a España? Para algunos la cuestión no ofrece dudas. Vino a pegarle un repaso a Zapatero de muy señor mío. Nuestro presidente no sabía mucho de economía, pero a base de no conformarse con las clases particulares que le daba in illo tempore Jordi Sevilla a micrófono abierto, o con más reserva en la actualidad Miguel Sebastián, y de no hablar de esta materia con Solbes, pues parece que ha adelantado notablemente (falta nos hace) y se ha permitido un desayuno de trabajo, tête à tête, con el Nobel.

Los más forofos de Zapatero, manejando información privilegiada, sostienen que economista y
político debatieron sesudamente sobre la crisis económica y en particular sobre los efectos que la misma tiene sobre España, sin ponerse de acuerdo. Los más malinos señalan que Krugman dejó seco a Zapatero cuando le dijo que la salida de la crisis en España será de lo más "dolorosa", y le aconsejó que pusiera en marcha "políticas drásticas", pues lo hecho hasta ahora no sirve para nada (y que el Plan E mejor ni enseñar, por mucho que tenga toda la publicidad encargada).

Frente a quienes consideran que el Nobel "aterró" a Zapatero y le bajó los pantalones delante de los suyos, porque a Brugman no se le puede llamar "catastrofista" como a Rajoy (pues es un keynesiano que tronó contra Bush y que le dice también sus cositas a Obama), otros piensan sin embargo que el mensajero terrorífico ha venido a realizar un servicio impagable al jefe de gobierno socialista español. No en balde quien le ha traído hasta aquí desde Princeton ha sido el Ministerio de Ciencia y Tecnología, organizando unas jornadas
ad hoc con tiempo para una escapadita a la Moncloa.

El Nobel no ha venido para acelerar el proceso de acomodación de nuestro presidente, que en muy poco tiempo ha pasado de negar la crisis a aceptar la recesión, encontrarse con más de tres millones y medio de parados, y verse abocado a realizar unas reformas estructurales, que anunciará pronto, según le habría hecho partícipe a Krugman en su desayuno con él. El mensajero Nobel, investido de máxima autoridad de lo alto, ha venido a allanar el camino a Zapatero a la hora de decir a los españoles que se preparen (para el apocalipsis español). Que no hay ajuste doloroso sin sacrificios salariales. Que aquí no se van a congelar los salarios en el futuro, sino que se van a reducir. Y no sólo a los funcionarios, sino a todo el mundo.


Pero que se entere bien Rajoy. Esto no se va a hacer por un "decretazo" (ni por afán de fastidiar, como en tiempos de la oprobiosa de Aznar), sino por responsabilidad intelectual.

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