Media España anda disfrutando del sol, mientras la otra no para de darle vueltas a un asunto que sólo a los más desaprensivos puede dejar indiferentes. ¿Qué vino a hacer el Nobel de Economía de 2008, Paul Brugman, esta semana a España? Para algunos la cuestión no ofrece dudas. Vino a pegarle un repaso a Zapatero de muy señor mío. Nuestro presidente no sabía mucho de economía, pero a base de no conformarse con las clases particulares que le daba in illo tempore Jordi Sevilla a micrófono abierto, o con más reserva en la actualidad Miguel Sebastián, y de no hablar de esta materia con Solbes, pues parece que ha adelantado notablemente (falta nos hace) y se ha permitido un desayuno de trabajo, tête à tête, con el Nobel.
Los más forofos de Zapatero, manejando información privilegiada, sostienen que economista y político debatieron sesudamente sobre la crisis económica y en particular sobre los efectos que la misma tiene sobre España, sin ponerse de acuerdo. Los más malinos señalan que Krugman dejó seco a Zapatero cuando le dijo que la salida de la crisis en España será de lo más "dolorosa", y le aconsejó que pusiera en marcha "políticas drásticas", pues lo hecho hasta ahora no sirve para nada (y que el Plan E mejor ni enseñar, por mucho que tenga toda la publicidad encargada).
Frente a quienes consideran que el Nobel "aterró" a Zapatero y le bajó los pantalones delante de los suyos, porque a Brugman no se le puede llamar "catastrofista" como a Rajoy (pues es un keynesiano que tronó contra Bush y que le dice también sus cositas a Obama), otros piensan sin embargo que el mensajero terrorífico ha venido a realizar un servicio impagable al jefe de gobierno socialista español. No en balde quien le ha traído hasta aquí desde Princeton ha sido el Ministerio de Ciencia y Tecnología, organizando unas jornadas ad hoc con tiempo para una escapadita a la Moncloa.
El Nobel no ha venido para acelerar el proceso de acomodación de nuestro presidente, que en muy poco tiempo ha pasado de negar la crisis a aceptar la recesión, encontrarse con más de tres millones y medio de parados, y verse abocado a realizar unas reformas estructurales, que anunciará pronto, según le habría hecho partícipe a Krugman en su desayuno con él. El mensajero Nobel, investido de máxima autoridad de lo alto, ha venido a allanar el camino a Zapatero a la hora de decir a los españoles que se preparen (para el apocalipsis español). Que no hay ajuste doloroso sin sacrificios salariales. Que aquí no se van a congelar los salarios en el futuro, sino que se van a reducir. Y no sólo a los funcionarios, sino a todo el mundo.
Pero que se entere bien Rajoy. Esto no se va a hacer por un "decretazo" (ni por afán de fastidiar, como en tiempos de la oprobiosa de Aznar), sino por responsabilidad intelectual.
Los más forofos de Zapatero, manejando información privilegiada, sostienen que economista y político debatieron sesudamente sobre la crisis económica y en particular sobre los efectos que la misma tiene sobre España, sin ponerse de acuerdo. Los más malinos señalan que Krugman dejó seco a Zapatero cuando le dijo que la salida de la crisis en España será de lo más "dolorosa", y le aconsejó que pusiera en marcha "políticas drásticas", pues lo hecho hasta ahora no sirve para nada (y que el Plan E mejor ni enseñar, por mucho que tenga toda la publicidad encargada).
Frente a quienes consideran que el Nobel "aterró" a Zapatero y le bajó los pantalones delante de los suyos, porque a Brugman no se le puede llamar "catastrofista" como a Rajoy (pues es un keynesiano que tronó contra Bush y que le dice también sus cositas a Obama), otros piensan sin embargo que el mensajero terrorífico ha venido a realizar un servicio impagable al jefe de gobierno socialista español. No en balde quien le ha traído hasta aquí desde Princeton ha sido el Ministerio de Ciencia y Tecnología, organizando unas jornadas ad hoc con tiempo para una escapadita a la Moncloa.
El Nobel no ha venido para acelerar el proceso de acomodación de nuestro presidente, que en muy poco tiempo ha pasado de negar la crisis a aceptar la recesión, encontrarse con más de tres millones y medio de parados, y verse abocado a realizar unas reformas estructurales, que anunciará pronto, según le habría hecho partícipe a Krugman en su desayuno con él. El mensajero Nobel, investido de máxima autoridad de lo alto, ha venido a allanar el camino a Zapatero a la hora de decir a los españoles que se preparen (para el apocalipsis español). Que no hay ajuste doloroso sin sacrificios salariales. Que aquí no se van a congelar los salarios en el futuro, sino que se van a reducir. Y no sólo a los funcionarios, sino a todo el mundo.
Pero que se entere bien Rajoy. Esto no se va a hacer por un "decretazo" (ni por afán de fastidiar, como en tiempos de la oprobiosa de Aznar), sino por responsabilidad intelectual.
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