domingo, 15 de febrero de 2009

Pobres clases medias


Las “clases medias”, conducidas por un filibustero, han hecho un amago de asaltar el palacio de la Moncloa, la sede del gobierno español. “Ya no es tiempo de debates sino de combate”. Da un poco de miedo, la verdad.

Alrededor de 8000 personas se concentraron ayer en la madrileña Plaza de Colón respondiendo a la llamada del periodista Enrique de Diego, autoinvestido presidente de una flamante Plataforma de las Clases Medias. Al terminar el acto el orador inició una marcha a pie hacia el Palacio de la Moncloa para exigir la dimisión de Zapatero, aunque el batallón fue perdiendo compañías y unidades apenas daba sus primeros pasos por las calles de Madrid. Tras tres kilómetros de marcha hasta el barrio de Moncloa, el movimiento de los manifestantes fue obstaculizado por las Fuerzas de Seguridad del Estado (para tranquilidad del presidente del gobierno, seguramente). Enrique de Diego explicó a sus huestes que se había comprometido con la Policía a detenerse ahí, pero les ha animado. Esto es sólo “un primer paso”. (Que se prepare el rey por si acaso, que el palacio de la Zarzuela está muy cerca).

La larga marcha sobre la Moncloa ha resultado muy corta, y más aún el recorrido de su discurso. Como un profeta del antiguo testamento, Enrique de Diego ha clamado contra la mentira de esa clase política que nos expolia y nos depreda. Nadie se salva de la quema. Zapatero, que ya ha llenado los comedores sociales y fuerza (a las clases medias) a rebuscar en los contenedores, es el acabose, pero el resto de las fuerzas políticas no son las hermanitas de la caridad. Todos forman parte de la misma “casta parasitaria”, todos son chupópteros que disfrutan felices de las subvenciones y de nuestros impuestos, un cáncer que amenaza con llevar al desastre a nuestra sociedad en muy poco tiempo. Antes de que se produzca la extinción (dictada por los Gobiernos y las castas parasitarias políticas) de las clases medias éstas han de disponerse para la última batalla, han de rebelarse. No como un derecho de resistencia, sino como un estricto deber marcado por el instinto de supervivencia. Clases medias del mundo entero: “¡rebelaos!”, clama el periodista De Diego y autor de libros poco armados intelectualmente y siempre desmesurados como el último ¡Salvad la civilización!

La rebelión ha de ser mundial, aunque tenga focos más activos de inicio. Los concentrados en Colón deben agradecer al cielo haber sido llamados en la primera hora, y haber podido conocer y tocar al guía y salvador. Por mucho que se pretenda apelar a las clases medias, soporte histórico del liberalismo, toda la coreografía del acto y el propio actor principal expresan un inconfundible estilo de extrema derecha. No se sabe a quién pretende confundir esta farsa, aunque ilustraciones de todo tiene la Historia. Es triste recordar cómo la Gran Depresión, incidiendo sobre la fuerte desestructuración y conmoción ocasionadas por la Gran Guerra, que llevó a los intelectuales a hablar con brillantez de crisis de civilización, acabó de producir un fenómeno –la proletarización de las clases medias– del que se sirvió el fascismo en sus distintas vertientes para llegar el poder.

¿A qué juegan algunos, en este tiempo de crisis, al calor de la audiencia de alguna tertulia política televisiva? La prudencia y la responsabilidad política ha de ser cosa de todos, también de quienes deben ejercer la crítica legítima. Al menos que no manchen el nombre del liberalismo político ni de la sociedad civil, ni el comportamiento ejemplar de las sufridas clases medias en nuestra reciente historia democrática. Pobres clases medias si hubieran de ser conducidas por quién solo pretende utilizarlas para sus desvaríos de caudillo sin tropa.

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