miércoles, 4 de febrero de 2009

La matraca anticlerical


Hoy está de visita a España el cardenal Bertone, secretario de Estado del Vaticano. Un peso pesado de la curia."La Iglesia no se va a callar si el poder político menoscababa la libertad de los católicos", dijo antes de salir de Italia. La anulación además de la cena de despedida con el presidente del Gobierno y resto de autoridades, inicialmente prevista para mañana, no ha hecho sino aumentar la satisfacción del presidente de la Conferencia episcopal española, Rouco, por el perfil que adquiere la visita vaticana.

Los socialistas españoles, siguiendo seguramente las directrices de nuestra obispa laica Fernández de la Vega, se han apresurado a congelar algunas iniciativas en el Congreso: el aborto, la eutanasia, la revisión de los acuerdos con el Vaticano y la retirada de símbolos religiosos, ni más ni menos. El grupo socialista esperará a que se vaya el hombre fuerte del Papa para presentar sus conclusiones sobre la reforma de la ley del aborto, y ha puesto también la brida a sus socios de la pasada legislatura, ERC e IU, acompañantes suyos en la cruzada laicista con proposiciones de ley tan urgentes para la ciudadanía como el que se facilite la apostasía. Ya habrá tiempo de retomar esos asuntos sobre los cuales el PSOE no sólo quiere hacer política, sino que cifra en ellos su suerte electoral.

La reinterpretación de la guerra civil, el alarde de símbolos republicanos o la resurrección de un viejo anticlericalismo forman parte de un mismo viaje hacia el pasado al que Zapatero ha querido y quiere invitar a las nuevas generaciones, empeñándose en recrear en el plano ideológico y simbólico un frente antifascista como si no hubiera existido la Transición. Si le dio buen resultado en la primera legislatura, por qué no va darlo en la segunda. Tan convencido quedó el propio PP de su asimilación al franquismo, que en el paso hacia delante que han dado, han reproducido la crisis de UCD.

Se trata de reducir la identificación izquierda-derecha, y por consiguiente el debate político, a una cuestión esencialmente cultural. El juego no es inocuo. No basta la esperanza para salir de la crisis, como sugiere Zapatero, pero más ingenuo aún sería confiar en que la pasión anticlerical pueda hacer olvidar el hambre o la situación personal de paro forzoso. A no ser que además de echar la bronca a los bancos, también se quiera hacer a la Iglesia responsable de la crisis. De nuevo los frailes envenenando el agua de las fuentes. A ver qué dice de eso Bertone.

Menuda segunda transición que está organizando Zapatero. No le basta con el barullo territorial (si hubo una filosofía autonómica durante la Transición, ahora ha dejado de haberla) sino que con la Iglesia quiere topar. Antaño se acusaba a la Iglesia de querer instrumentalizar políticamente la religión, pero ahora es la política de Zapatero la que juega a eso, porque cree que le puede dar votos (y esa es la única fe que importa).

Suárez rechazó a la salida del franquismo presentarse como depositario del voto católico, y se opuso a la definición y control de UCD por parte de los democristianos, consciente de la imagen clerical que aun conservaba la Democracia Cristiana como partido único para los católicos y como extensión de la jerarquía eclesiástica. Esa imagen, desaparecida la DC, resucitó en la pasada legislatura identificada, mal que le pese, con el PP (y algo tuvo que ver con ello Rouco, apareciendo como contrafigura del cardenal Tarancón).

Pero si no es aceptable ese perfil de “partido único” para los católicos, tampoco se puede venir a estas alturas con la matraca anticlerical.

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