La política española se ha visto sobresaltada por un escándalo de cacería. ¿Pero de qué caza hablamos de las muchas que se practican actualmente en esta España de las banderías? Todo parece indicar que trata de una caza de montería, donde se usan jaurías para batir a la presa, quedándole al cazador la tarea de rematar al animal.
En un reciente libro sobre El malestar de la democracia, el profesor Víctor Pérez Díaz propone toda una teoría de las virtudes políticas, comenzando por la virtud de la civilidad, que requiere el respeto y, lo que es más importante, la protección del oponente político, así como ciertas formas de prudencia, moderación y firmeza por parte tanto de la clase política como de la ciudadanía. La realidad española resulta inquietante en ese sentido, y a tenor de lo que se ve y lo que se escucha, hasta daría la impresión de que la oposición –cuya existencia, como es sabido, es absolutamente indispensable para el ecosistema democrático– más que especie protegida parece encontrarse en serio peligro de extinción.
Son muchos los cazadores y depredadores que acechan a la oposición en los últimos tiempos, dentro y fuera de su habitat. Las ambiciones internas de Esperanza Aguirre, claramente manifiestas desde la última derrota del PP en las generales de marzo de 2008, hicieron de la lideresa madrileña una feroz depredadora lanzada, junto a las jaurías de algunos medios de comunicación, contra su propio partido a la caza del líder Rajoy. Se creía llamada a sustituirle y depositaria de la confianza de antiguos pesos pesados del partido, desde Álvarez Cascos hasta el ex presidente Aznar. Sin embargo, Aguirre ha quedado herida –posiblemente de muerte– de un disparo certero: la revelación de una presunta trama de espionaje dentro del gobierno de la comunidad que preside, destapada por medios contrarios.
Forzada por la presión de su propio partido a no ignorar la gravedad de los hechos y a autorizar una Comisión de investigación en la Asamblea regional de Madrid, los límites que le fueron impuestos hacían ver que esa comisión no iba realmente a esclarecer el fondo del asunto, pues esa trama –según los primeros datos conocidos– parecía envolver otros escándalos de corrupción (adjudicaciones irregulares, negocios oscuros, posibles sobornos) alrededor de la misma comunidad de Madrid, que son los que comienzan ahora a conocerse a raíz de la operación Gürtel conducida por el juez Garzón, y que se ha cobrado ya algunas piezas políticas del PP de Madrid. Una cierta sensación de déjà vu (la corrupción del PSOE en tiempos de González) parece apoderarse de la ciudadanía, y es en cualquier caso la imagen que se afana en trasladar el Gobierno de Zapatero y sus medios afines, la de un PP corrupto, podrido y en descomposición.
Se obvia que el origen de la investigación judicial parte de la denuncia e información presentada a la Fiscalía Anticorrupción a finales de 2007 por cargos del PP sobre los manejos de la red dirigida por Correa, principal proveedor electoral del partido hasta la llegada de Rajoy. Es Rajoy quien aparta a Correa y ninguno de los detenidos hace una semana ha trabajado para el PP desde que Rajoy está al frente de él. La trama no salpica a Rajoy pero sí al entorno familiar y político de Aznar (Alejandro Agag y Álvarez Cascos son algunos nombres que han trascendido en las informaciones), además de al gobierno de Esperanza Aguirre. Pero el daño inmediato afecta no sólo a Aguirre sino a todo el PP, y al propio Rajoy.
En términos de partido, el PP tiene un miembro gangrenado, que es el PP de Madrid. Por forma de ser y de pensar, Rajoy se ha resistido a actuar como cirujano de hierro en esta tesitura, suspendiendo enseguida la investigación interna sobre el espionaje político de Madrid. Podrá discutirse si es virtud política o carencia de ella, si es prudencia o falta de firmeza. No han faltado quienes le han jaleado para que aparte a la actual dirección del PP de Madrid y se dé paso a una gestora provisional que salvaguarde la honorabilidad del partido. Si lo hiciera, tampoco dejarían de alzarse de inmediato voces diciendo que lo hace por puro interés particular, para deshacerse antes de tiempo de su adversario político interno.
En estas, el escándalo de la cacería jienense del juez Garzón con el ministro de justicia Bermejo, coincidiendo con las filtraciones sumariales y las primeras detenciones, añade una nota más de podredumbre a todo este drama de la España de las banderías. El hecho no es una anécdota, como han pretendido algunos. De ahí a bautizarlo como un aquelarre anti-PP, como han hecho otros, seguramente hay buen trecho para templar la palabra, que también eso es virtud política. La torpeza política del ministro es evidente. No caben azarosas coincidencias para justificar la presencia en una finca de caza de un buen número de personas (del juez, rodeado de su fiscal y funcionarios leales: hasta el comisario general de la policía judicial se dejó caer de vísperas para la cena de “amigos”), todos con el ministro del gobierno para “hablar de sus cosas”, a no ser que “sus cosas” sean las que el común de la ciudadanía supone se traían entre manos (y en mensajes de móviles). Más sospechosa aún resulta la temporalización minuciosa de los acontecimientos, coincidiendo con el periodo electoral. Está claro que el objetivo compartido es la batida de la oposición.
El PP ha puesto el grito en el cielo. El estilo de cacería le resulta conocido. El asunto del lino contra Loyola de Palacio, coincidiendo con unas elecciones europeas; temas de corrupción que luego quedaron también en nada, con ocasión de las últimas municipales. Y de nuevo Garzón actuando con oportunismo político como acredita su trayectoria, si no con una clara animadversión hacia el PP, como se dice en el escrito de recusación del juez presentado por los populares, sí con una clara propensión hacia el PSOE, con quien colaboró en su fallida incorporación a la política en tiempos de Felipe González, antes del despecho que le llevaría a desenterrar los sumarios del Gal.
Pero por mucho ruido y polvo que haya levantado la cacería judicial, ello no puede nublar la visión clara de las cosas. Por convencido e indignado que se pueda estar de la instrumentalización y uso partidista de las instituciones en España, o al menos de la acomodación de sus tiempos a los propios intereses del Gobierno (que motivos de sospecha hay de eso, hace tiempo, en la España de las banderías), no cabe ocultar detrás de eso la propia podredumbre, y mucha o poca el PP la tiene y tiene que desprenderse de ella, si quiere gozar de la confianza de la ciudadanía. De la sobrereacción de Rajoy contra Garzón y Bermejo, por censurable que haya sido su comportamento en términos de virtudes democráticas, podría entenderse que la podredumbre del PP es mucho mayor de lo que realmente es, y que se vuelve a la teoría de la conspiración para eludir los propios errores o responsabilidades. Eso sí que sería una muestra de falta de virtudes políticas.
El cierre de filas del PP, envolviéndose el partido en la bandera de la honorabilidad, ha podido tener un efecto terapéutico de lamerse juntos las heridas, pero puede acabar siendo confundido con una reacción de ocultación colectiva bajo la manta, todos iguales “chorizos” todos, que es lo que pretende en definitiva el PSOE, por más que se antoje como réplica a la imagen que van adquiriendo los socialistas –a cuenta del lujo y de las cacerías de algunos– de “señoritos” todos. Generalizar la imagen choricera beneficia provisionalmente a Aguirre y su entorno, pero perjudica definitivamente al conjunto del PP.
La caza en la que se ve envuelto el PP es una caza de montería. En estos momentos ya no importa la selección de la presa, sea hembra, un macho joven o un político amortizado de otra generación. La jauría se ha echado encima y todo el partido está malherido por las dentelladas de las rehalas. La cacería aún no ha terminado y todavía falta tiempo para que el cazador llegue al sitio y se entere de qué es lo que ha cazado. Es la marca de la política de Zapatero. Esta práctica es muy distinta a la caza por rececho (más noble en la lucha política,) que es cuando el cazador se acerca solo al encuentro de una presa, a la que se apunta directamente para abatir con un certero disparo, sin los sufrimientos que provoca la montería.
Rajoy esta uniendo su suerte a la de Esperanza Aguirre, sin que ella lo merezca, porque es la principal responsable de toda esta sangría, y por supuesto la causante del daño primero hecho al PP. Sería un grave error dar la impresión de que se acaba transigiendo con los corruptos. Para el interés particular de Rajoy, que es lo menor, y para el interés general, no sólo del PP sino del propio funcionamiento del sistema político, que importa mucho más. A no ser que ya tenga decidido irse y dejar al alegre Gallardón (el menos tocado por la montería), con el partido no se sabe en qué condición.
LAS MONTERÍAS DE GARZÓN
ResponderEliminarRafael del Barco Carreras
Una batallita. Corrían los 70 y por una “suspensión de pagos” afectando a la Caja General de Crédito Sociedad Cooperativa de mi dirección me adentré por primera vez en el ambiente Judicial. Que unos viejos empresarios y banqueros me aconsejaran no perder el tiempo porque de una “suspensión de pagos” jamás se cobraba nada, no alteró mi tozudez, aunque evidentemente no cobré. Pero conocí el submundo de las “suspensiones de pago” en Barcelona monopolizado por dos jueces Carlos Lorenzo-Penalva de Vega y Joaquín García Lavernia, con base operativa una oficina de los hermanos Penalva, y regentada por un tal Vidal, condenado. Allí morían, se distribuían, se cobraba y se vendían todos los activos con los que en teoría deberían cobrar los pillados acreedores. Un gran negocio “judicial” las suspensiones de pagos, que iniciadas masivamente en la primera crisis del petróleo, 1973, aumentaron en progresión geométrica, aunque con cifras mucho más modestas que las actuales de la Burbuja Inmobiliaria, hasta después de muerto Franco, y las huelgas casi salvajes que siguieron. Pero a lo que iba, aguanté hasta alguna juerga nocturna del grupo, negándome en redondo a acudir a una de sus habituales capeas en una finca, con mansión y plaza de toros incluida, propiedad de uno de los dos jueces, cerca de Tortosa, donde terminaban sus razias puteriles.
Por lo visto y sabido aquello duró décadas, aunque con excedencias de Penalva, ganaba demasiado dinero para no disfrutarlo con largas ausencias. Los dos jueces capos de las “suspensiones de pagos” barcelonesas acabaron en prisión. Los primeros y únicos en España con su “amigo” Pascual Estevill. Por el desmadre, fruto de su total impunidad, los denunciantes (unos cabreados acreedores y sus abogados que con lo de la Democracia pretendían limpiar los juzgados) se basaron en las propias cuentas corrientes para demostrar el “enriquecimiento ilícito”, prevaricación continuada, y todos los imaginables delitos “conocidos y sabidos por el Todo Barcelona”. Por los 88, después de un suave paso por prisión con rápido “tercer grado”, fueron contratados por el Bufete Piqué Vidal, ya de antes “en su órbita”. Así pues, por los 90, encontramos en el Bufete a los ex jueces Penalva y Lavernia, y a los jueces en activo, Adolfo Fernández Oubiña y Luis Pascual Estevill, por unos meses entre 1994 y 1995 delegado para Cataluña del CGPJ, o sea, dueño y terrorífico señor de todos los juzgados. ¡Y yo en prisión escribiendo mi primer libro contra ellos!, 1994. ¡Con razón no me concedieron ni libertad con fianza, ni permisos, ni tercer grado, hasta muy entrado el periodo de posible “condicional”! ¡Hace quince años yo estaba tan loco como ahora! Para más matices se deben añadir otros bufetes “asociados” a sus negocios, grandes bufetes, como los poderosos “Jiménez de Parga”, mi abogado acusador en el caso Consorcio, y actualmente aun “supuesto” extorsionador.
Ignoro que fue de la finca, de las capeas y de sus continuas juegas nocturnas, pero lo que si intuyo por visto en la tele y por sabido desde mi juventud que en otros ambientes judiciales cambian las capeas por monterías. Las dos cuestan un pastonazo, el sueldo mensual de un juez ni entonces ni ahora alcanza para una sola sesión, ni menos para alimentar los adjuntos cortesanos o cortesanas.
Debo ser un ecologista sin conciencia de serlo porque nunca me han gustado ni los toros ni matar muflones. En otra ocasión, también por unas deudas en Yepes, me negué a cazar perdices en la finca de un tal Álvarez de Mendizábal. Aquello de que las criaran en gallineros y soltaran para dispararles, no es que me pareciera una salvajada, lo catalogué de otro de los tantos absurdos humanos.
Han pasado cuarenta años, el franquismo, la transición, izquierda o derecha… todo sigue absolutamente igual…y a peor…
Y me dirán ¿qué tiene que ver aquello con esto?... ¡ya llegaremos!… desde el 2006 Piqué Vidal está acusado de blanqueo de capitales en un sumario en la Audiencia Nacional, con amigos allí desde el nefasto juez Miguel Moreiras… otro conocido ex socio mío que pagó extorsiones lo está directamente por Garzón… por el momento ni de lejos hay juicio… y pasan los años…