Lo que no pudo, ni se atrevió a hacer el denostado Ibarretxe -años y años ideando, programando y anunciando su voluntad de celebrar referéndums para que el pueblo vasco expresara libremente su voluntad de futuro- comienza a realizarse en Cataluña, a escala local, bajo un gobierno autonómico de mayoría socialista presidido por un ex ministro de Zapatero, Montilla, que deja hacer a ERC, el socio republicano-independentista del PSC en la Generalitat.
El pasado domingo día 13 se celebró finalmente el anunciado referéndum independentista en el pequeño municipio barcelonés de Arenys de Munt. A pesar de que contaba con una prohibición judicial, el propio alcalde ha facilitado desde el primer momento el evento, aunque al igual que otros cargos electos su participación en la organización de la consulta ha sido únicamente “a título personal”. Lo de menos en todo este asunto son evidentemente los números.
Desde el gobierno de España, su ministro de Justicia Caamaño sigue empeñado en hacernos ver a todos que en Cataluña no pasa nada, tapados como él tiene los ojos, que ese parece ser su único parecido con la imagen clásica de la justicia. La vicepresidenta por su parte, insistía ayer en que la consulta se había hecho fuera de la Constitución y al margen de la legalidad, y que no tenía por tanto consecuencias legales. Qué tranquilidad, aunque de haber sabido Ibarretxe que esa iba a ser la reacción seguro que en su día se habría animado a continuar adelante con sus proyectos "fuera del sistema del estado", que a la postre de eso se trataba.
La vicepresidenta no contempla las consecuencias políticas que la propia indulgencia del gobierno ya ha acarreado. Los nacionalistas radicales tienen asegurada la diversión en Cataluña, País Vasco y Galicia para el resto de la legislatura. Van a faltar días del calendario para dar rienda suelta en los pueblos a todas aquellas consultas que puedan promover un "conjunto de ciudadanos", y a las que no habrá que dar la "mayor importancia", según el ministro. Por esas, fue una estupidez que se armara tanto revuelo durante la I República con el movimiento cantonalista de 1873 cuando ni siquiera había formalmente una "legalidad" republicana.
Zapatero está mostrando una imagen de debilidad tanto o más considerable que la que ofreció con ocasión de la negociación con ETA. España atraviesa una profunda crisis, no sólo económica, sino institucional y política, aunque para el entorno mediático de Zapatero lo único pintoresco de la jornada festiva del domingo en Arenys fue la irrupción de un grupo de Falange, acordonado por los Mossos d'Esquadra para evitar incidentes. La falta de respuesta desde la ley y las instituciones no solo dificulta el proceso de reversión de la crisis, sino que la acentúa, por más que se puedan activar distintos mecanismos rituales para ocultarla o minimizar sus efectos, por un lado, o para escenificar como "normal" el irremediable cisma, por otro. De Rodiezmo a Arenys de Munt, aun bajo formas y procedimientos diversos, hemos asistido, con todo, a un mismo ritual: el de la debilidad de Zapatero.
El goteo de bajas entre los ministros cesantes de Zapatero refuerza esa misma impresión. La última de ayer, la de Pedro Solbes, no por anunciada ha sido menos efectiva en este contexto. Solbes no ha llegado ni como ministro ni como diputado al horizonte de 2010 que se había fijado cuando Zapatero consiguió vencer su resistencia para que le acompañara en el camino de la reelección como número dos de Madrid. Todo un signo de las dificultades que atraviesa el actual líder socialista. Y todavía puede haber algún número dos más, también ex ministro, utilizado por Zapatero y dolido con él, que le abandone en silencio. Algún medio ha publicado que Zapatero se refiere a ellos como "traidores".
En su soledad haría bien Zapatero en mirarse en el espejo de los mitos que él mismo ha alimentado como gobernante. No ha habido presidente de gobierno español en la democracia que no haya pretendido, de una manera u otra, emular a Azaña, aunque en el caso de Zapatero se haya resucitado la visión más oscura del personaje, que había sido felizmente superada. Azaña, que había sido el gran mentor del estatuto catalán de 1932 se sintió poco después, con motivo de los sucesos de 1934, traicionado por los catalanes, sufriendo una gran decepción.
La decepción de Zapatero es, sin duda, de otro tipo. Zapatero se lanzó a la aventura del nuevo Estatut no a partir de una idea de España y pensando en España sino desde el interés personal y partidista de asegurarse una mayoría parlamentaria a largo plazo con los nacionalistas. Zapatero es ahora víctima de su propia cortedad de miras y hasta rehén, no ya de los nacionalistas de ERC, sino de los mismos socialistas catalanes, que lo chantajean no menos que aquellos. Zapatero no puede desmarcarse del tripartito catalán porque necesita a los pequeños grupos de izquierda para la aprobación de los presupuestos de 2010, que es el paso inmediato para la supervivencia política, más allá de la inutilidad de esos presupuestos para salir de la recesión (que es lo que ha precipitado la salida de Solbes). Aunque de forma paradójica esta vinculación de Zapatero al tripartito catalán sea ahora mismo letal para Zapatero (en el resto de España) y para el tripartito (en Cataluña), en beneficio de PP y CiU.
A Zapatero no le están traicionando porque se encuentre débil. Zapatero está siendo traicionado por la debilidad de su propia política. El "lapsus" de Evo Morales, de visita en España (en esta semana intensiva de visualización de la política exterior zapaterista), hablando de su encuentro con el "canciller" de la "república de España" y de la "autodeterminación de los pueblos"· ha parecido en estas circunstancias de todo menos un lapsus. Si alguna vez lo pensó Zapatero, está claro que a estas alturas es una ingenuidad suponer que el cambio de la estructura del estado puede contentar a los nacionalistas. No fue la política del último Aznar, ni será una posible sentencia desfavorable del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, sino Zapatero lo que ha dado nuevas alas y pueda seguir dándolas al nacionalismo, que lejos de aquietarse con lo que recibe del Estado nunca renuncia a sustituirlo. Esta lección tampoco debería olvidarla el PP, posiblemente llamado a entenderse de nuevo con el "nacionalismo moderado" de CiU por todos los errores de cálculo de Zapatero y por los efectos de su misma gestión desastrosa de la crisis española.
Esa circunstancia, según el sentir del sector más crítico a Rajoy dentro de las propias filas populares, ya estaría condicionando desde hace tiempo la política no menos "débil" del líder del PP, "traicionando" los principios y valores de su partido, y aumentando en cualquier caso el desencanto español actual. Como si no fuera posible salir de ese círculo dentro de la política española.
El pasado domingo día 13 se celebró finalmente el anunciado referéndum independentista en el pequeño municipio barcelonés de Arenys de Munt. A pesar de que contaba con una prohibición judicial, el propio alcalde ha facilitado desde el primer momento el evento, aunque al igual que otros cargos electos su participación en la organización de la consulta ha sido únicamente “a título personal”. Lo de menos en todo este asunto son evidentemente los números.
Desde el gobierno de España, su ministro de Justicia Caamaño sigue empeñado en hacernos ver a todos que en Cataluña no pasa nada, tapados como él tiene los ojos, que ese parece ser su único parecido con la imagen clásica de la justicia. La vicepresidenta por su parte, insistía ayer en que la consulta se había hecho fuera de la Constitución y al margen de la legalidad, y que no tenía por tanto consecuencias legales. Qué tranquilidad, aunque de haber sabido Ibarretxe que esa iba a ser la reacción seguro que en su día se habría animado a continuar adelante con sus proyectos "fuera del sistema del estado", que a la postre de eso se trataba.
La vicepresidenta no contempla las consecuencias políticas que la propia indulgencia del gobierno ya ha acarreado. Los nacionalistas radicales tienen asegurada la diversión en Cataluña, País Vasco y Galicia para el resto de la legislatura. Van a faltar días del calendario para dar rienda suelta en los pueblos a todas aquellas consultas que puedan promover un "conjunto de ciudadanos", y a las que no habrá que dar la "mayor importancia", según el ministro. Por esas, fue una estupidez que se armara tanto revuelo durante la I República con el movimiento cantonalista de 1873 cuando ni siquiera había formalmente una "legalidad" republicana.
Zapatero está mostrando una imagen de debilidad tanto o más considerable que la que ofreció con ocasión de la negociación con ETA. España atraviesa una profunda crisis, no sólo económica, sino institucional y política, aunque para el entorno mediático de Zapatero lo único pintoresco de la jornada festiva del domingo en Arenys fue la irrupción de un grupo de Falange, acordonado por los Mossos d'Esquadra para evitar incidentes. La falta de respuesta desde la ley y las instituciones no solo dificulta el proceso de reversión de la crisis, sino que la acentúa, por más que se puedan activar distintos mecanismos rituales para ocultarla o minimizar sus efectos, por un lado, o para escenificar como "normal" el irremediable cisma, por otro. De Rodiezmo a Arenys de Munt, aun bajo formas y procedimientos diversos, hemos asistido, con todo, a un mismo ritual: el de la debilidad de Zapatero.
El goteo de bajas entre los ministros cesantes de Zapatero refuerza esa misma impresión. La última de ayer, la de Pedro Solbes, no por anunciada ha sido menos efectiva en este contexto. Solbes no ha llegado ni como ministro ni como diputado al horizonte de 2010 que se había fijado cuando Zapatero consiguió vencer su resistencia para que le acompañara en el camino de la reelección como número dos de Madrid. Todo un signo de las dificultades que atraviesa el actual líder socialista. Y todavía puede haber algún número dos más, también ex ministro, utilizado por Zapatero y dolido con él, que le abandone en silencio. Algún medio ha publicado que Zapatero se refiere a ellos como "traidores".
En su soledad haría bien Zapatero en mirarse en el espejo de los mitos que él mismo ha alimentado como gobernante. No ha habido presidente de gobierno español en la democracia que no haya pretendido, de una manera u otra, emular a Azaña, aunque en el caso de Zapatero se haya resucitado la visión más oscura del personaje, que había sido felizmente superada. Azaña, que había sido el gran mentor del estatuto catalán de 1932 se sintió poco después, con motivo de los sucesos de 1934, traicionado por los catalanes, sufriendo una gran decepción.
La decepción de Zapatero es, sin duda, de otro tipo. Zapatero se lanzó a la aventura del nuevo Estatut no a partir de una idea de España y pensando en España sino desde el interés personal y partidista de asegurarse una mayoría parlamentaria a largo plazo con los nacionalistas. Zapatero es ahora víctima de su propia cortedad de miras y hasta rehén, no ya de los nacionalistas de ERC, sino de los mismos socialistas catalanes, que lo chantajean no menos que aquellos. Zapatero no puede desmarcarse del tripartito catalán porque necesita a los pequeños grupos de izquierda para la aprobación de los presupuestos de 2010, que es el paso inmediato para la supervivencia política, más allá de la inutilidad de esos presupuestos para salir de la recesión (que es lo que ha precipitado la salida de Solbes). Aunque de forma paradójica esta vinculación de Zapatero al tripartito catalán sea ahora mismo letal para Zapatero (en el resto de España) y para el tripartito (en Cataluña), en beneficio de PP y CiU.
A Zapatero no le están traicionando porque se encuentre débil. Zapatero está siendo traicionado por la debilidad de su propia política. El "lapsus" de Evo Morales, de visita en España (en esta semana intensiva de visualización de la política exterior zapaterista), hablando de su encuentro con el "canciller" de la "república de España" y de la "autodeterminación de los pueblos"· ha parecido en estas circunstancias de todo menos un lapsus. Si alguna vez lo pensó Zapatero, está claro que a estas alturas es una ingenuidad suponer que el cambio de la estructura del estado puede contentar a los nacionalistas. No fue la política del último Aznar, ni será una posible sentencia desfavorable del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, sino Zapatero lo que ha dado nuevas alas y pueda seguir dándolas al nacionalismo, que lejos de aquietarse con lo que recibe del Estado nunca renuncia a sustituirlo. Esta lección tampoco debería olvidarla el PP, posiblemente llamado a entenderse de nuevo con el "nacionalismo moderado" de CiU por todos los errores de cálculo de Zapatero y por los efectos de su misma gestión desastrosa de la crisis española.
Esa circunstancia, según el sentir del sector más crítico a Rajoy dentro de las propias filas populares, ya estaría condicionando desde hace tiempo la política no menos "débil" del líder del PP, "traicionando" los principios y valores de su partido, y aumentando en cualquier caso el desencanto español actual. Como si no fuera posible salir de ese círculo dentro de la política española.
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