El hecho se ha consumado. Con la ayuda de los nacionalistas catalanes, el gobierno ha conseguido convalidar en el Congreso el decreto de la TDT de pago que premia a los amigos-buenos y castiga a los amigos-malos, los cuales pasan a comportarse como enemigos suyos. La guerra está formalmente declarada y El País se ha lanzado al ataque. No se ha contentado con advertir a Zapatero de que va "a la deriva", sino que un editorial de ayer elevaba el tono del drama al señalar que se estaba "en la pendiente... hacia el abismo".
La salida de Solbes ha servido para justificar la dura ofensiva de Prisa contra Zapatero, y habrá que ver cómo se posicionan en esta batalla Chaves y Rubalcaba, si con el presidente del gobierno al que pertenecen, o con la vieja guardia felipista, de la que también forman parte, y a la que no deja de representar El País, con o sin el consentimiento del ex presidente socialista Felipe González, siempre próximo en cualquier caso al consejero-delegado de Prisa, Cebrián.
Si hasta ahora era Rajoy quien sufría una doble oposición (la paradójica oposición de la oposición que ha venido practicando el gobierno de Zapatero: una constante política anti-PP, y la oposición dentro del PP por parte del sector crítico), ahora es Zapatero quien se encuentra en esa situación: deberá soportar no sólo la presión inevitable de la oposición que ejerce el PP, sino también la que se está desatando dentro del PSOE. Tampoco estaba acostumbrado el líder socialista a aufrir el fuego de la prensa supuestamente amiga, como ha tenido que aguantar durante el pasado año Rajoy desde la Cope y El Mundo.
Nadie daba un duro por Rajoy y ahi está, más vivo que muerto, y ganando elecciones, y con un tanto más en su haber después de la salida de Losantos de la cadena episcopal y de la separación más o menos amistosa acordada entre Pedro J. y el polémico locutor. Está por ver la capacidad de resistencia de Zapatero en este terreno adverso, una vez comprobada su incapacidad para combatir la crisis. Y eso mientras no acaben por aparecer en El País las fotos de la reciente visita secreta de Zapatero a villa Berlusconi.
Claro, que el ejemplo de las huestes felipistas podría despertar a su vez los ánimos guerreros de la vieja guardia de Aznar, enrareciendo aún más el momento político y la densa atmósfera de crisis. Es lo que tiene la ultrapolítica, que a base de empeñarse en la destrucción del espacio presente y de cualquier puente hacia el futuro (del terreno común sobre el que puedan sentarse las bases de la convivencia y bienestar futuros), acaba siempre apelando a los salvadores (y fantasmas) del pasado. Cuánta fruslería política.
La salida de Solbes ha servido para justificar la dura ofensiva de Prisa contra Zapatero, y habrá que ver cómo se posicionan en esta batalla Chaves y Rubalcaba, si con el presidente del gobierno al que pertenecen, o con la vieja guardia felipista, de la que también forman parte, y a la que no deja de representar El País, con o sin el consentimiento del ex presidente socialista Felipe González, siempre próximo en cualquier caso al consejero-delegado de Prisa, Cebrián.
Si hasta ahora era Rajoy quien sufría una doble oposición (la paradójica oposición de la oposición que ha venido practicando el gobierno de Zapatero: una constante política anti-PP, y la oposición dentro del PP por parte del sector crítico), ahora es Zapatero quien se encuentra en esa situación: deberá soportar no sólo la presión inevitable de la oposición que ejerce el PP, sino también la que se está desatando dentro del PSOE. Tampoco estaba acostumbrado el líder socialista a aufrir el fuego de la prensa supuestamente amiga, como ha tenido que aguantar durante el pasado año Rajoy desde la Cope y El Mundo.
Nadie daba un duro por Rajoy y ahi está, más vivo que muerto, y ganando elecciones, y con un tanto más en su haber después de la salida de Losantos de la cadena episcopal y de la separación más o menos amistosa acordada entre Pedro J. y el polémico locutor. Está por ver la capacidad de resistencia de Zapatero en este terreno adverso, una vez comprobada su incapacidad para combatir la crisis. Y eso mientras no acaben por aparecer en El País las fotos de la reciente visita secreta de Zapatero a villa Berlusconi.
Claro, que el ejemplo de las huestes felipistas podría despertar a su vez los ánimos guerreros de la vieja guardia de Aznar, enrareciendo aún más el momento político y la densa atmósfera de crisis. Es lo que tiene la ultrapolítica, que a base de empeñarse en la destrucción del espacio presente y de cualquier puente hacia el futuro (del terreno común sobre el que puedan sentarse las bases de la convivencia y bienestar futuros), acaba siempre apelando a los salvadores (y fantasmas) del pasado. Cuánta fruslería política.
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