Rajoy tiene motivos para estar satisfecho por los resultados electorales del pasado domingo. Fue una victoria clara sobre el PSOE de Zapatero, aunque esos resultados europeos no tengan por qué prefigurar lo que suceda en las próximas elecciones generales previstas para 2012. Esta legislatura está resultando acelerada, el tiempo se gasta muy deprisa, pero por lo mismo -aunque sea paradójico- puede resultar eterna, a no ser que explote de manera incontrolada. Presión va a haber, cada vez más, y en política quien resiste gana. No todos la soportan, y en aguante es un hecho que Rajoy ha demostrado hasta ahora bastante más que Zapatero, acostumbrado éste a confiar en su buena estrella o en conjunciones astrales que se antojan para muchos de una ingenuidad cósmica.
Zapatero es un producto azaroso del destino dentro del firmamento del PSOE, resultón cuando gana y enigmático cuando pierde, porque esa presunta capacidad para crear su propia circunstancia termina siendo incapacidad para sobreponerse a un destino inscrito en el propio carácter. Al final, el carácter sufridor y previsible de Rajoy, tal y como se ha autodefinido, resulta una garantía de futuro. Pero la fuerza política no reside exclusivamente en el carácter personal de los líderes.
El PP, con más de un 42% de los votos, ha obtenido los mejores resultados de su historia en unas elecciones europeas, por mucho que quiera relativizar su victoria el PSOE aduciendo que los populares apenas han aumentado un punto porcentual en cinco años, y que los datos no reflejan un "cambio" de tendencia sino una "continuidad" respecto a tendencias previas (donde ganaba el PP sigue ganando el PP y lo mismo sucede con el PSOE, se argumenta). Pues si es así, y lo que se espera es continuidad de lo que hay, el PSOE tiene serios motivos de preocupación con vistas a las próximas citas electorales: las elecciones catalanas del próximo año y las municipales de 2011 todavía antes de las generales de 2012. Porque a tenor de los datos del domingo el PP ha duplicado o aumentado muy sensiblemente su ventaja allá donde la diferencia era ya notable (como Madrid, Valencia o Murcia) y ha reducido a la mitad la diferencia con el rival en los feudos tradicionales del PSOE (Extremadura o Andalucía).
Si a eso se une la sangría de votos perdidos en Cataluña (más de 200.000), la práctica igualdad entre los dos partidos en Asturias, el afianzamiento del vuelco a favor del PP en Castilla la Mancha, los nuevos progresos de este mismo partido en Galicia y Canarias, y -lo que más satisfacción ha dado a Rajoy- la victoria sobre los socialistas del recién implantado PP en Navarra, pues entonces el panorama futuro -en términos de tendencia- es bastante sombrío para el PSOE. Puede confiar en que quienes se quedaron en su casa el pasado domingo eran mayoritariamente votantes socialistas, pero eso sería dormirse en los laureles y no está el jardín para muchas flores, sobre todo si no se cuida como decía de sí mismo Alfonso Guerra. La incorporación de Pepe Blanco al gobierno dejando el aparato del PSOE en manos de Leire Pajín no fue ajena a un incremento de las diferencias entre ambos. Los aires de ésta última al frente de la secretaría de organización explican los vientos que la agitan en los últimos días, a raíz de las mismas declaraciones de Blanco sobre el modo de llevar la campaña, y las dudas acerca de que lo siga haciendo en el futuro.
Los efectos primeros de una victoria o derrota electoral se notan siempre en la vida interna de las organizaciones políticas. La unidad sin fisuras del PSOE de Zapatero no es ya tal. Los leales comienzan a manifestar sus malestares y quienes se encontraban previamente molestos hablan manifiestamente más fuerte (Felipe González, Borrell, Leguina). Por contra, las voces críticas contra Rajoy se ven forzadas a callar. Mayor Oreja aprovechó la noche de la victoria electoral para agradecer ante Rajoy la "inestimable" ayuda de Aznar y Rato, tan decisiva para el resultado final, según el vasco, por más que no se les viera sudar la camiseta como al gallego y líder del partido, Rajoy, ante quien se rindió finalmente Mayor Oreja. Un canto a la unidad que hiciera ya innecesario tener que dar explicaciones de por qué conspiró como conspiró en vísperas del congreso de Valencia (explicaciones que nunca dio, y que ya no dará Mayor Oreja). Rajoy, por su parte, no desaprovechó la oportunidad para valorar el resultado como un respaldo a la estrategia del partido impulsada por él desde ese congreso, de nueva apertura al centro y de moderación.
Todo ello ante la mirada atenta y la sonrisa congelada de Esperanza Aguirre, que no se sabe muy bien qué hacia en el balcón de la sede del PP en ese preciso momento. No estuvo en la derrota del 2008, pero sí ahora. O bien porque quería hacer también suyo este triunfo, o bien porque Rajoy le ha perdonado la "puñalada trapera" que con toda frialdad y públicamente le propinó en el período precongresual. Lo segundo, el perdón, es seguramente cierto. Lo primero, su contribución directa al triunfo, es más que dudoso, también con referencia a los buenos resultados de Madrid. A fin de cuentas ha sido en Madrid donde el partido de Rosa Díez ha sacado más de 150.000 votos, un buen mordisco fundamentalmente al PP de Madrid, gracias aquí sí, curiosa paradoja, a la inestimable ayuda de los amigos mediáticos de Esperanza Aguirre (Pedro J. y Losantos) y la propia Telemadrid (cuya señal se extiende a Castilla León y Castilla la Mancha, al igual que los votos de UPyD, más numerosos en estas regiones que en otros lugares).
La de Rajoy es una satisfacción moderada, es decir, de quien no echa las campanas al vuelo, y de quien anda empeñado y se ha visto reforzado en su proyecto de política moderada.
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