UPN pretendió escenificar hace dos meses el congreso de la unidad, y se encuentra en estos días haciendo todo tipo de malabarismos para no tener que pronunciarse sobre los resultados de unas elecciones a las que no se presentaba, pero que les incomodan y les hace revolverse en sus asientos ante la mirada de los demás. Los regionalistas se encuentran pillados por las propias declaraciones socialistas, que insisten en que UPN tiene un verdadero problema interno (no vaya a ser que se lo endosen a ellos y se reabra la polémica sobre la actuación del PSN desde las pasadas elecciones autonómicas de 2007). Interpretando los resultados del 7-J, el líder socialista navarro Jiménez juzga que la "bicefalia" de UPN puede dificultar los acuerdos con el PSN.
También es verdad que esa "bicefalia" le da juego al PSN pues le permite adoptar una doble posición: de colaboración y sostén del gobierno de Sanz, y de crítica y mayor oposición hacia la alcaldesa de Pamplona Barcina, a la sazón actual presidenta del partido y futura candidata de UPN a la presidencia del gobierno foral. Barcina es el enemigo a batir para los socialistas. Sanz ya ni se bate, simplemente está en retirada, buscando el acomodo de la jubilación política, aunque se haya procurado un puesto en la ejecutiva de UPN y aspire a quedarse también como consejero de Caja Navarra (una vez sean reformados los estatutos y se suprima la vinculación automática de ciertos cargos públicos, como el de presidente autonómico, con la entidad: paradoja de la "despolitización" que quiere abanderar la CAN).
Si tiene un problema, UPN ha decidido obviarlo cerrando filas (es un partido "absolutamente unido", proclama), pero dócil en cualquier caso al ritmo que marcan los socialistas, y para que no digan que no tienen capacidad de respuesta, los regionalistas han comenzado a lanzar ataques al PP navarro. Es todo un cambio. Se ha pasado del menosprecio inicial, cuando tras la ruptura del pacto Sanz y Catalán no les aventuraban ningún futuro a los populares en Navarra, a tomarles realmente en consideración, pero como un claro obstáculo a sus intereses. La voz oficial de UPN sigue siendo la voz de siempre, por mucho que pueda llegar a sorprender ya a sus propios votantes. Pobre Barcina, y con lo bien que podría estar ahora en las filas del PP, se dirá a sí misma.
El enemigo serán siempre los nacionalistas, que han vuelto a enseñar sus dientes más afilados apoyando a la lista de Iniciativa Internacionalista (por paradoja, ingenua, pero ante la que se detuvo el TC), en detrimento de los partidos que componen NaBai, que iban por separado en otras dos listas, y que obtuvieron menor respaldo. Pero la voz de UPN, favoreciendo la confusión entre el nacionalismo vasco y los violentos, magnifica siempre la "amenaza" y extiende la "sospecha" hacia quienes no son de fiar, reservándose además el derecho de identificarlos. Resulta paradójico que fuera UPN quien tirara del PP antes de las elecciones autonómicas de 2007 para acusar con el dedo a los socialistas de traidores dispuestos a entregar a Navarra (en el plato de la negociación con ETA), y que ahora resulte que es el PP quien no es de fiar, y el que "sacrificaría" a Navarra a la menor de cambio, como ha dicho hoy mismo el secretario general de UPN García Adanero.
Los socialistas, unos benditos, tan responsables y concienzados con la realidad de Navarra; y los populares, poco menos que malditos. Alguien tendrá que explicar por qué han cambiando tanto las tornas. Va a resultar que quienes no son de fiar, de tan preocupados que están por permanecer en el poder son los de UPN. Pobre Barcina, vaya papeleta le ha caído.
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