lunes, 15 de junio de 2009

Papeletas y paradojas navarras (I)

Ahora que ya ha pasado la resaca electoral, podemos hablar de la elecciones con un poco más de lucidez. Pues hay hechos que lo requieren, como son los resultados en Navarra, que han provocado sorpresa en unos, y han quitado directamente el habla a otros.

El primer hecho que merece reflexión es la victoria del PP en esta comunidad. Como se recordará, era la primera vez que los populares se presentaban a unas elecciones en solitario y con siglas propias en la comunidad foral desde que se consumó la sonada ruptura con UPN, después de 17 años de matrimonio. Todo un drama político el que se ha vivido en Navarra desde el pasado otoño, y había lógica curiosidad por saber el comportamiento político de los ciudadanos. El PP se limitó a mantener la tradición de situar a un navarro en los puestos de salida de la lista europea, y a ver qué pasaba. Evidentemente se cuidó que el candidato elegido fuera ajeno a todo el desarrollo de la crisis, pero sería ingenuo suponer que esa presencia navarra haya sido suficientemente conocida o realmente determinante para el voto de los 76.000 conciudadanos que introdujeron la papeleta del PP en las urnas del viejo reino con destino a Europa.

Ciertamente, como se ha afanado en recordar el presidente navarro Miguel Sanz, el PP ha obtenido 15.000 votos menos que en 2004, pero ese es muy bajo precio para la escandalera que montó Sanz a raíz de la ruptura con el PP, si se tiene en cuenta además que UPN no ha solicitado formalmente el voto para el PP en estas elecciones. No lo ha hecho Barcina, aunque le hubiera salido natural hacerlo (si no estuviera vigilada por los edecanes de palacio), y no lo ha hecho sobre todo Sanz, que más bien -al igual que CDN- se encargó de encomiar la decisiva contribución de los socialistas a la gobernabilidad y "estabilidad" de Navarra. Aun así la diferencia con los socialistas navarros ha sido de 7 puntos a favor del PP.

La primera conclusión que se desprende del comportamiento en las urnas, es la existencia de un evidente divorcio entre los votantes del centro-derecha navarro y sus dirigentes políticos. Y puestos a reconocer a éstos un esfuerzo que justifique su sueldo, entonces parece que el voto de castigo no ha sido para Rajoy, ni tampoco para Barcina, sino fundamentalmente para Sanz, responsable de la decisión "unilateral" de romper el pacto de UPN con el PP, por más que el presidente navarro intentase en su momento darle la vuelta al argumento.

Sanz defendió con ahínco la autonomía de los navarros, al tiempo que se ha manifestado orgulloso de los acuerdos de UPN con el PSN, y tan autónomos respecto de su presidente se han mostrado los navarros con su voto, que don Miguel ha tardado mucho más que Rajoy en recuperarse de la sorpresa. Ahora mismo es arriesgado aventurar cuántos de los votos obtenidos por el PP podrá consolidar este partido cuando se enfrente abiertamente en unas elecciones a UPN. Pero de momento las cosas no han podido presentarse mejor para Rajoy, que no sólo ha desactivado un argumento más de los utilizados por sus críticos internos para cuestionar su liderazgo (la ruptura con UPN presentada como un claro signo de debilidad política, con independencia de quien fuera el culpable), sino que deja abiertas posibilidades que ni los propios populares navarros acaban de creerse.

El PP se encuentra, en efecto, con una buena papeleta en Navarra. Con un partido embrionario, en lo que se refiere a su implantación en el territorio foral, y sin líderes legitimados por sus bases, ha levantado unas expectativas a las que ahora tiene que responder de la mejor manera, y en consonancia con la política de centro del PP de Rajoy. Y se verá si comienza a hacerlo en el próximo congreso constiyuyente, para el que ya no existe motivo alguno de dilación, aunque no haya aparecido aún -que se sepa- el líder con el perfil deseado. Pero peor papeleta tienen los regionalistas, cuyos votantes se han posicionado mayoritariamente a favor del PP, y que alguna lectura tendrán que hacer de ese apoyo, si quieren mantener la fidelidad futura de un electorado que han considerado suyo. O priman los 15.000 votos que arrancó Sanz desde la hostilidad al PP, o se deja mayor libertad de acción a la actual presidenta del partido, Barcina, si se considera que la victoria del PP en Navarra es una llamada de los votantes de UPN a recomponer las relaciones con el partido de Rajoy, como ella preconiza.

En verdad, ninguna de las dos opciones es halagüeña para UPN a medio y largo plazo, pero es una disyuntiva que tiene que resolver UPN, no el PP, que lejos de mendigar nada debería saber administrar estos primeros resultados, aunque no sea fácil jugar de farol.

1 comentario:

  1. Buen tino de analista. Celebro su comparecencia en la web.

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