Las vacaciones de Semana Santa nos han sorprendido a todos, pero a los políticos más que al resto. Aunque tengan fama de vagos (y algunos incluso de maleantes), lo cierto es que varios temas candentes se han abandonado por cansancio, a la espera de que a la vuelta de estos días de descanso puedan abordarse con renovado brío, como sucede con el manido tema del pacto de estado económico para salir de la crisis. Por lo que se refiere a otras cuestiones -el fantasma de la negociación con ETA o los continuos sobresaltos de la corrupción política-, la esperanza es que enmudezcan al son de los tambores de las procesiones, o que se los lleve el viento de las montañas o las olas del mar. En cualquier caso, asistimos a un cierre en falso de la agenda política.
Semanas y semanas ha estado el gobierno con la matraca del pacto económico, buscando enmudecer a la oposición en el tema de la crisis, y al final se ha quedado más sólo que Jesús en el huerto de los Olivos. Nadie, ningún grupo parlamentario, no ya el PP, quiere prestarse a figurar en ese paso, más falso que el beso de Judas. El abandono de sus más fieles y el rechazo del pacto, que resuenan como las negaciones de Pedro, representan ya un auto de fe, necesariamente condenatorio, porque Zapatero sigue comportándose de manera impenitente a propósito de la crisis. Para más inri, el Banco de España acaba de enfriar de nuevo las previsiones del gobierno. Por mesiánica que parezca la personalidad de Zapatero, el problema es que él mismo no cree en los milagros, ni sabe siquiera de estrellas, aunque exija a quienes han alcanzado ya el recto uso de la razón que crean ingenuamente en él como en los reyes magos.
Quien ha figurado en estos días previos a la Semana Santa como un auténtico Ecce Homo ha sido Mayor Oreja. Sus declaraciones de la última semana sobre la vuelta a las andadas del gobierno en la negociación con ETA, repetitivas como el sermón de las Siete Palabras, han levantado contra él toda clase de improperios. Méritos sin duda ha hecho, al pronunciarse en clave aseverativa y no opinática, y al colocar a Zapatero en el centro de su diana calificándole de aliado potencial de ETA (palabrería gruesa aunque pronunciada en el tono cansino suyo de siempre). Rubalcaba reaccionó con prontitud anunciando reformas legislativas para impedir la presencia de listas afines a ETA en las elecciones. Pero ahí hemos dejado a Mayor, atado y flagelado, con su clámide sobre los hombros, cuando después ha saltado la noticia de que mediadores internacionales piden un alto el fuego permanente a ETA, y al gobierno que responda con un nuevo proceso de negociación con los terroristas y la legalización de Batasuna. Aunque en el anterior proceso de paz tuvieron una participación activa los mediadores internacionales, y no parece que esta nueva iniciativa pueda haberse tomado al margen del gobierno o de Batasuna, Zapatero, que pidió a Rajoy que desmintiese a Mayor, no ha dicho nada al respecto. Por pintoresca que sea la cuestión, algún comentario merece, si no se quiere cerrarla en falso.
El silencio de Rajoy es más significativo en el caso Matas, que no admite un cierre en falso. No basta con presionar para que el acusado de graves delitos de corrupción política se adelantase a solicitar la baja temporal en el partido, y así no tener que expulsarlo directamente. No estamos aquí ante el caso Camps, por lo que sabemos hasta ahora, ni el juez Castro es el juez Garzón. O el juez es un incontinente verbal y se le va la pluma, o realmente estamos ante hechos que quitan el hipo, donde la presunción de inocencia y hasta el derecho a no declarar no justifican que todo un ex presidente de una comunidad autónoma pretenda "burlarse de los simples mortales" (Castro dixit) cuando se le requiere a dar cuenta ante la justicia. Jaume Matas ha sido un referente y hasta presentado como un modelo de la política del PP durante la era Aznar. Pero en esta mala hora no es posible ampararse en el argumento de que los casos de corrupción atribuidos al PP corresponden a los tiempos del ex presidente Aznar y dañan más a su imagen que a la de Rajoy, como podía pensarse del caso Gürtel. Aquí no sirve esa mala excusa y ese falso consuelo. Los hechos investigados afectan a la última legislatura, cuando Rajoy era ya el máximo responsable del PP. No puede obviarse que quien aspira a gobernar de nuevo con el PP es Rajoy y es Rajoy por consiguiente quien debe transmitir de manera inequívoca una tolerancia cero con la corrupción, si quiere realmente gobernar. Jesús también descendió a los infiernos antes de resucitar.
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