La organización terrorista ETA ha matado en Francia a un gendarme, padre de cuatro hijos. Había ya asesinado a dos guardias civiles españoles en el sur de Francia, en 2007. Había también herido a miembros de las fuerzas de seguridad galas en algún escarceo, aunque afortunadamente sin consecuencias mortales. Hasta ayer. ETA ha profanado su antiguo santuario y eso, sin duda, es un hecho definitivo que atraerá maldiciones sobre quienes durante mucho tiempo no eran señalados en el territorio vecino como terroristas sino como combatientes políticos. La colaboración policial francesa ha sido sincera y efectiva en las dos últimas décadas, pero las autoridades francesas siempre se han cuidado mucho de señalar que el 'problema' era nuestro, no fuera a ser que ETA se convirtiera realmente en un problema también de ellos. Así, de hecho, lo ha considerado la opinión pública francesa. Hasta ayer.
A partir de hoy, Francia tiene nuevos motivos para perseguir con firmeza a los terroristas de ETA al otro lado del Pirineo. El atrevimiento de ETA no responde a un cambio de estrategia en la organización. Esa locura más bien manifiesta lo descabezada que anda, y el nerviosismo y la falta de preparación de sus actuales comandos. Pero las circunstancias concretas del hecho luctuoso, la búsqueda deliberada y la saña del enfrentamiento por parte de los terroristas, no admiten ningún paliativo en el juicio que se merecen. No fue la respuesta incontrolada del miedo sino la brutal irracionalidad de la bestia la que desató los acontecimientos. No hay hombres de paz, ni celosos amantes de la tierra nativa, ni ideólogos políticos, ni nada que se pueda salvar en estos jóvenes sanguinarios, que querían enmascarar su fanatismo o dar rienda suelta a sus caprichos adolescentes robando coches de lujo alemanes. Se acabó la miseria, debieron pensar estos nuevos luchadores nacional-socialistas.
Se acabó el juego loco de todos con ETA. La izquierda abertzale tiene que liberarse definitivamente de las cadenas de ETA, pero va a tener que empeñarse en demostrar su verdadera autonomía, porque ya no caben artificios ni trucos viejos y repetidos para intentar volver a las instituciones democráticas con el objeto de someterlas dóciles a los dictados de ETA. Se acabó la política de aquietamiento con personajes locos como Chávez, que cierta izquierda presuntamente intelectual ampara, por más que sepa de su connivencia con grupos terroristas. La respuesta de Chávez a las investigaciones del juez español Velasco sobre las relaciones de las FARC con ETA y el amparo prestado por el régimen autoritario chavista (con adiestramento incluso por parte del ejército venezolano) es indignante y escandalosa. Pero aún no ha reaccionado como debe hacerlo el Gobierno de España, que se ha limitado -siguiendo el viejo manual de Pepiño Blanco, el nuevo hombre de estado- a salir en 'defensa' de Aznar (por la mención de Chávez a Velasco como miembro de la 'mafia de Aznar'), como si fuera ese el núcleo del problema.
Al rey, que también le han puesto a caldo en los medios de comunicación venezolanos sometidos a Chávez, Zapatero le ha dejado solo, como si los insultos al jefe del estado no fueran con España (y se tratara de una vieja rencilla personal entre Chávez y el rey, no resuelta, desde que éste le levantara la voz en aquella cumbre iberoamericana). Esperemos que el alto sentido de Estado de Zapatero no le lleve a una nueva negociación con ETA, como se rumorea últimamente que pretende otra vez el PSOE con el concurso de antiguos altos comisionados. Sería de locos que el fracaso de Zapatero en la gestión de la crisis y el deterioro que sufre su imagen se quisiera remediar volviendo a las andadas con el 'proceso de paz', ofreciendo lo indecible a los terroristas (como atestiguan las actas de las últimas conversaciones con ETA) para pasar a la historia como el gran pacificador, logro que en su delirio maquiavélico le capultaría de nuevo a la Moncloa tras las elecciones generales de 2012 (previa nueva presencia de Batasuna en las instituciones facilitándole su presentación a las municipales). Pero ese juego disparatado y frívolo, que tanto debilitó al estado español en la anterior legislatura, no es en absoluto imposible que se repita: tous en folie. Esperemos que la fortaleza y seriedad de Francia en estos momentos -desde el dolor más motivada que nunca en la lucha contra ETA- no lo permita.
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