viernes, 23 de octubre de 2009

Caja Aguirre


Esperanza Aguirre es como una mula que no recula. Su característica principal no es la decisión sino la terquedad, como está demostrando en el pleito Caja Madrid. Parece que le da igual todo, con tal de salirse con la suya. Su pretensión de colocar a su mano derecha en la Comunidad de Madrid, Ignacio González, al frente de la Caja es francamente impúdica. No se trata ya de que la honorabilidad y moralidad de su candidato hayan sido abiertamente cuestionadas en el último año por propios y extraños, sino sencillamente de que no es tolerable la desfachatez con que pretende y defiende la politización de la cuarta entidad financiera española.

Aguirre debe pensar que la mayoría absoluta del PP en la Comunidad de Madrid es realmente "suya", de ella, y que ella tiene "derecho" a elegir al presidente de Caja Madrid como si ésta fuera realmente Caja Aguirre y pudiera disponer de ella para alcanzar sus ambiciones políticas no satisfechas. El dinero es poder y la falta de dinero, ausencia de poder o poder fastidiosamente "limitado". Paradógica forma de entender el liberalismo, que lleva a semejante ingerencia del poder político en las instituciones financieras. Particularísima manera de considerar la atención preferente que deben prestar las Cajas al propio entorno, cuando todo se acaba defendiendo en términos estrictamente políticos y personalistas.

La presidenta madrileña parece que disfruta echando pulsos a quienes elige como adversarios de partida y partido, moviendo cartas entre una humareda de puros, en un ambiente cada vez más enrarecido. Ella, chulipa, no negocia, ni se da por vencida. Aguirre ha conseguido que se vuelva a ver a los madrileños, o más bien al PP de Madrid, como madrigueros, gentes de covachuela, de antro, de cavernilla, de sacristía, de conventículo, según los describía un literato del siglo pasado. No es extraño que el Gürtel prendiera en los tugurios cavernarios de la Comunidad de Madrid.

Nadie la sigue en esta huida hacia adelante.
El Mundo y El País se han posicionado claramente en este asunto, censurando el enfrentamiento abierto por el poder en Caja Madrid y oponiéndose a que la entidad quede en manos de un político, sin experiencia en gestión financiera ni competencia técnica. Irresponsable, inoportuna y destructiva resulta en efecto esta guerra, y muy en particular la actuación de Aguirre, fiel a sí misma. Desde El Imparcial Ansón ha censurado, por otra parte, el despilfarro que no cesa y que afecta de manera escandalosa a la presidente madrileña, que no repara en abonar importantes sumas para poder recibir a visitantes ilustres. La pregunta salta sola. ¿Para eso quiere a Ignacio González en Caja Madrid?

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