jueves, 7 de enero de 2010

Cuanto mejor, mejor


Mientras los niños se entretienen con los regalos que les han puesto los Reyes Magos, Zapatero parece disfrutar igualmente con el juguete de la presidencia europea. A falta aún de la inauguración oficial, España preside este semestre la Unión Europea, por si alguien no lo sabe aún. Moncloa se ha gastado un buen puñado de euros en la página web de la presidencia para sacar el máximo partido al evento, y ya se la han reventado los piratas de verdad de internet, haciéndole pagar en sus carnes las osadías de la ministra de cultura González Sinde contra los pobres piratas de la red así llamados y que no son tales. Pobres lo son, porque ni siquiera en Navidad han podido obsequiar al Olimpo de los Autores como todos hubiesen querido. Pero piratas a los que deba perseguir, poco, porque apenas saben de informática, por mucho que manejen el emule. Con todo, y por más que sea sabido que en España no se persiguen a los piratas de verdad, se están investigando las huellas del saboteador que ha permitido la intrusión del cómico inglés Mr Bean en el dominio monclovita, haciéndolo pasar por Zapatero en primera plana.

Hay gente dispuesta a amargarle la vida al presidente español en el ejercicio de ésta su gran responsabilidad, y se entiende que no le haga gracia, porque efectivamente no la tiene, y con ese tipo de bromas no se hace más que continuar dañando la deteriorada imagen de España. Seguramente hay quienes están dispuestos a aplaudir todas las críticas contra Zapatero, provengan de hackers informáticos o del prestigioso Financial Times, que en un editorial ya se ha despachado a gusto cuestionando la capacidad de España de la mano de Zapatero para guiar a Europa. Cuanto peor, mejor, fue en otro tiempo el pensamiento de la derecha que algunos se complacen en resucitar. No es ese el juego que deseamos. Cuanto mejor, mejor. Ojalá la presidencia española sea un éxito, dentro de las posibilidades reales que tiene de actuación, que no son muchas.

Por eso mismo Zapatero no debe jugar tampoco, ni hacer alardes de su conocido pensamiento mágico, aunque estemos todavía en el tiempo de Epifanía. Porque una cosa es que los niños se ilusionen viendo desfilar a Melchor, Gaspar y Baltasar con sus carrozas por nuestras calles y televisores, y otra que los que ya somos mayorcitos creamos en sabios como Felipe González, Solbes y Delors, a los que Zapatero ha llamado para que le visiten en su palacio y le obsequien, cumpliendo el ritual de aquellos otros magos, con sus consejos para salir de la crisis y llenar al mundo en este tiempo de amor y paz. Con ases ocultos como los citados, en buena parte asociados al recuerdo del fracaso inmediato, resulta casí cómico afirmar, como hizo el secretario de estado del ramo López Garrido, que gracias a la presidencia de Zapatero España marcará el rumbo de la UE en esta década.


Con inocentadas se termina el año, pero no se debe comenzar. Cuanto mejor le vaya a Zapatero en la presidencia europea española, mejor nos irá a todos. Pero si lo que pretende Zapatero es vender la recuperación económica iniciada ya en Europa como un logro de su semestre europeo y con ello tapar el fracaso de su gestión interna, haciendo creer que ese mismo cambio de escenario europeo tirará por si solo de la excepcionalidad española, que no sería tal sino un simple desfase en el ritmo del proceso de recuperación y que cuando ésta se produzca también será obra suya por las medidas impulsadas en Europa gracias a él; entonces lamentablemente estaremos en el mismo juego de siempre, al que Zapatero nos tiene acostumbrados. Y sería la triste confirmación del agotamiento de un político que realmente no sabe ni puede hacer otra cosa que propaganda, mientras las cifras españolas de paro continúan su prodigiosa escalada y el NY Times habla de nuestros jóvenes como una generación perdida. Nunca más que ahora, queremos dejarnos sorprender. Cuanto mejor, mejor.

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