Estamos en Navidad. Que el Niño Jesús que nació en Belén. como dicen nuestros hijos, nos ablande el corazón y nos inunde a todos de esperanza y de paz. Y para quienes sus hijos ya no viven esto, siempre quedará la alternativa de la poderosa imagen sugerida por Zapatero en la cumbre de Copenhague. Que el Viento de la Tierra, raudo y veloz, nos traiga trabajo y turrón.
No nos resignemos a nuestra propia miseria, por altos que sean nuestros índices de paro y el déficit, aunque nos los restriegue la agencia de calificación Moody's colocándonos a la cola de la UE, de esa Europa que nos disponemos a presidir de modo inmediato al estilo de los viejos hidalgos, galopando sin caballo. Y puestos a creer y a soñar con la magia de estos días, ilusionémosnos con un futuro realmente mejor, que sólo es posible alcanzar atendiendo al desarrollo de la moral colectiva.
Aspiremos con la ingenuidad de los niños a que el viento de la Navidad se lleve de nosotros la estrechez de miras y el narcisismo, la ligereza y el abuso, la mentira y el engaño, la deslealtad y la intransigencia, el rencor y el odio, la violencia y los deseos de venganza, la frivolidad y la falta de compromiso. Trabajemos por ello este Año Nuevo. También dentro del mundo de la política y de las ideas, a menudo tan mezquinos.
Felices Fiestas y lo mejor para todos en el 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario