Las últimas detenciones de miembros de ETA -gracias a colaboración de las policías española, francesa y portuguesa- han avivado la memoria del pasado y proyectado nuevas sombras sobre el horizonte de 2010. Rubalcaba -en una calculada estrategia, según Zapatero- advirtió del temor a una próxima acción espectacular de ETA. Ahora hemos sabido que esa acción la intentó la organización terrorista en 2001 contra el entonces presidente del gobirno Aznar, pretendiendo derribar con un misil el avión que utilizaba durante la campaña electoral vasca de aquel año. Y que ETA lo intentó hasta en tres ocasiones, con un material afortunadamente defectuoso de origen soviético que había adquirido durante la tregua de 1998, la que Mayor Oreja denominó 'tregua-trampa', una tregua planteada por ETA para su reorganización y rearme, y acabamos de ver con qué intenciones.
ETA ya atentó contra Aznar en 1995, cuando era líder de la oposición, y entonces el presidente González afirmó que se había bordeado el desastre. Da miedo efectivamente pensar en lo que podría haber sucedido en 2001, un auténtico desastre en términos personales, políticos e históricos, por lo que habría supuesto de reanudación de una triste y no muy lejana historia en España de asesinatos de máximos responsables políticos y aun del gobierno (Prim, Cánovas, Canalejas, Dato...), con lo que ello conlleva de fracaso colectivo. Esa posibilidad siempre existe o ha existido -se puede argumentar- y de lo que se trata es de que eso no ocurra en el futuro de ningún modo, con independencia de la talla del personaje o de la resonancia que pudiera alcanzar la víctima. A ello se afanan las fuerzas de seguridad del Estado, y prueba de su eficacia es que ETA ande buscando ese atentado espectacular -se argumenta con razón.
Con todo, y por incómoda que resulte a todos la cuestión, cabría preguntarse qué ha pasado en los últimos años para que ETA, dentro de su siniestra historia de atentados y asesinatos enteramente rechazable, pueda estar empeñada actualmente en consumar un magnicidio, en celebrar el espectáculo del desastre. En el año 2004, con la primera confusión del 11-M, un pensamiento generalizado fue el deseo de que no hubiera sido ETA la responsable de la matanza, por la fractura irremediable que tal hecho provocaría en la convivencia española. La experiencia del desastre y su vinculación al terrorismo islámico produjo una segunda reflexión: después de esto, tal fue la consternación y el común rechazo de la violencia, no cabía en España, los españoles no lo tolerarían, un simple asesinato de ETA. ETA misma interiorizó ese pensamiento, como se comprobó todavía con ocasión del atentatdo etarra en la T4 de Barajas al considerar accidental o no expresamente buscado la muerte de dos personas.
¿A qué se debe este cambio de clima? ¿Era verdaderamente la política de Aznar la que daba alas al nacionalismo radical y violento? ¿Es la posibilidad de que el PP pueda regresar al poder la razón por la que ETA quiere forzar hasta el límite la situación sin importarle las consecuencias ni el juicio de la propia ciudadanía vasca, no ya española? ¿Es la imagen de debilidad ofrecida por Zapatero, manifestada en la anterior legislatura a propósito de su estrategia de negociación con ETA, y que se proyecta en el actual mandato sobre España como consecuencia de la torpe gestión realizada de la crisis, lo que ha envalentonado a ETA para en su demencia irracional acariciar de nuevo sus viejos planes de magnicidio sin sentir temor de llevarlos a cabo? ¿Considera ETA que la actual situación de debilidad española garantizaría la crisis política que tendría intención de provocar con tal acción? ¿Piensa aún ETA, a pesar del cambio en la política antiterrorista de Zapatero en la actual legislatura, que el principal adversario para llevar a cabo sus planes se encuentra en la oposición y no en el gobierno? De lo que ya no cabe duda es que para ETA, como corresponde a la lógica de su afán totalitario, cuanto peor, mejor.
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