Se suponía que esta semana iba a ser decisiva en el PP, que era mucho suponer, pero al menos ha sido esclarecedora. La presión de Génova sobre Camps y Aguirre dio sus frutos, pues el primero reorganizó formalmente el partido, respetando los procedimientos, como la dirección nacional había solicitado, y la segunda renunció a sus pretensiones de situar a Ignacio González al frente de Caja Madrid, ofreciendo su apoyo a Rato, como quería Rajoy. Esperemos ahora que la presidenta no pretenda colocar a su segundo como consejero delegado de la entidad financiera.
Pero Aguirre tenía que dar la nota, y pretendió reventar el comité ejecutivo del PP, convocado por Rajoy con cierta solemnidad para tratar de la crisis interna, no asistiendo a él. Lo que consiguió fue hacer patente su soledad política y cargar de razón a Rajoy, desoyendo su ruego de que los asuntos internos se ventilen en los órganos internos y no en los medios de comunicación. Censura y exige que se reprima al hombre de confianza de Gallardón por sus excesos contra ella en la prensa, pero ella no se expresa sino en los medios, buscando el efecto mediático de sus gestos o palabras, rehuyendo cualquier explicación o debate político serio.
En el fondo, le cogió gusto a que la siguieran por la calle, micrófono en mano, como hacían los reporteros de Caiga quien caiga en la primera legislatura de Aznar, y fascinada por el poder de los medios ha querido sustituir la imagen de ministra atalondrada de entonces por la de femme terrible de ahora, pero el personaje no da para más. No solamente ha demostrado la deslealtad de su comportamiento con la dirección del partido en que milita, sino también cobardía política. Aguirre no fue a ese comité ejecutivo porque no se atrevió (como no se atrevió a presentar su candidatura alternativa en el congreso de Valencia frente a Rajoy), y ha acabado por fabricarse una imagen de dinamitera que hipoteca cualquier futuro personal suyo en el PP.
Resulta curioso escuchar en ciertos sectores que Rajoy está favoreciendo la destrucción del PP, como sucedió con UCD en tiempos de la Transición. Tal vez pretenden con ello que abandone el partido como hizo Suárez, pero ya sabemos como terminó aquello. El discurso de Rajoy y el mandato inequívoco que recibió del comité está dirigido a evitar precisamente que eso pueda repetirse. Aguirre ya únicamente puede emular a un Herrero de Miñón, si se quiere forzar la comparación con aquel tiempo, pero ni siquiera, porque Herrero tenía al menos una inteligencia política de la que carece Aguirre. Aguirre tendrá instinto de poder, que no siempre es bueno, y a veces da miedo (según ha manifestado Cobo); pero no ideas, como se ha vuelto a comprobar estos días.
Quien así no va a llegar al 2012 es Aguirre, no Rajoy. La advertencia hecha a propósito de las listas electorales (quien se comporte de manera desleal con el partido no repetirá en ellas), parece completamente lógica, visto lo visto. Resultó esperpéntico el coro de seguidores de ayer de Aguirre, alzando el ¡No te resignes!, cuando la atención general estaba pendiente de las nuevas noticias alarmantes que llegaban del pesquero Alakrana secuestrado por los piratas somalíes, y de la angustia que están viviendo las familias directamente afectadas, que no se resignan -ellas con razón- ante la situación que padecen. Estos son los problemas reales y las víctimas reales.
No se trata de silenciar a nadie ante los medios, como se ha querido interpretar de las propias palabras vertidas por Rajoy en el famoso comité, pero la ruidera que provocan intencionadamente algunas figuras presuntamente liberales, que obligan a fijarse si llevan zapatos altos o bajos, impide atender a asuntos tan inquietantes y comprometedores para la efectiva garantía de las libertades como el del controlador de escuchas Sitel en manos del ministerio de interior, aunque esa es otra historia. Cada cual que juzgue.
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