Los sindicatos escenificaron la huelga general del 29-S con una actuación bastante floja. La audiencia les dio la espalda y no se identificó con la puesta en escena de los actores, a diferencia del poder que había pactado con ellos la representación para que no hubiera ni vencedores ni vencidos. Que se lo digan a los ciudadanos que se vieron perjudicados en su vida cotidiana o a los que tuvieron que afrontar sucesos verdaderamente adversos, como los que se vivieron en Barcelona.
Cuando el gobierno da la espalda a la opinión, o más aún a los problemas verdaderos, y sólo se preocupa de su imagen, le crecen los enanos. El termómetro del deterioro del gobierno fueron los sucesos de Barcelona protagonizados por una mezcolanza de pijos, okupas y antisistema que han jugado y juegan a erigirse en contrapoderes, con los que acaba transigiendo el poder para no perder territorio, como una banda más. La violencia urbana en Barcelona ha sido muchas veces en la historia contemporánea de España el mejor indicador del desgobierno de la nación, y esa misma impresión ha podido tenerse ahora.
A la audiencia le importa poco los problemas de los sindicatos, los juego de poder dentro de los partidos, las primarias del PSOE en Madrid y las consecuencias que puedan tener para Zapatero o para quienes se postulan como sus sucesores. A la audiencia le preocupa bastante poco lo que ocupa verdaderamente a los actores políticos. A la audiencia le desespera que la oposición pueda limitarse a esperar a que Zapatero se consuma en sus propias brasas, porque ni le interesa ese plato, y porque se antoja una eternidad el año y medio que pueda faltar hasta que sea servido.
Mientras, las agencias siguen rebajando la calificación de la deuda española, que junto a los gastos de desempleo, se comen una parte ingente de los próximos presupuestos generales pactados con el PNV y presentados por Zapatero con desfachatez como los de mayor gasto social de la historia de España, cuando la realidad es que son los más insolidarios, porque elevan a categoría permanente la desigualdad real entre los españoles: que puedan romper la caja única de la seguridad social, poco importa si consiguen alargar la vida de Zapatero.
Mientras, las agencias siguen rebajando la calificación de la deuda española, que junto a los gastos de desempleo, se comen una parte ingente de los próximos presupuestos generales pactados con el PNV y presentados por Zapatero con desfachatez como los de mayor gasto social de la historia de España, cuando la realidad es que son los más insolidarios, porque elevan a categoría permanente la desigualdad real entre los españoles: que puedan romper la caja única de la seguridad social, poco importa si consiguen alargar la vida de Zapatero.
Lo preocupante en términos políticos no es la lenta agonía de Zapatero, sino los efectos de la inutilidad de la política en la audiencia. El peligro de que la audiencia dé definitivamente la espalda a la política es real. O que la política pueda recalar en otros actores y audiencias, mucho más mediáticas, príncipes y princesas del pueblo, que den un espectáculo aún mayor, tan desagradable para unos como merecido para otros. Lo peor que puede pasar en tiempos de crisis, es que la espera se realice sin ninguna o con poca esperanza.
Magnífico análiis de la huelga y todo su trasfondo.
ResponderEliminarCierto, es un peligro cada vez más próximo, la dejadez, de la gente hacia la política, el problema es que los causantes de este problema, nuestra actual clase política, no sufrirá las consecuencias de esto, sino que seremos nosotros, quienes, como ya nos esta pasando, nos veremos "pisoteados" por unos ineptos, que solo piensan en mantener su silla, y frente a los que no se alza nadie (pues, como bien has mencionado, la "oposición" solo espera a que Zapatero caiga, para ocupar su silla, y hacer de las suyas el máximo tiempo posible...).
ResponderEliminarY mientras tanto, la mayoría del país, se pregunta se la "princesa del pueblo" perdonara o no a su pareja...