martes, 19 de octubre de 2010

De hinojos

Zapatero no está únicamente a la intemperie. También se encuentra de hinojos. Ante el PNV. Unos presumen de negociación y otros de responsabilidad, pero poco hay de eso en estos Presupuestos nuestros de 2011, que no se sabe si darán para el pan nuestro de cada día, pero que Zapatero -para asegurarse el suyo durante el próximo año- sacará adelante gracias a los nacionalistas vascos y canarios. Para agotar la legislatura con 'dignidad'. La paradoja es que la dignidad de Zapatero se confunda con la estabilidad del estado y que ésta, en una situación de crisis y de debilidad, pretenda confiarse a los nacionalistas, cuya lógica no es precisamente esa.

Pero a estas alturas la lógica del discurso ideal no importa a nadie. Por fas o por nefas, todos rasgaron sus vestiduras cuando Zapatero -abofeteado por la la realidad- comenzó a cargar con la cruz de la crisis, dando comienzo a su calvario político. Nadie parecía entonces dispuesto a apoyarle para sacar los próximos Presupuestos, pero -la verdad sea dicha- a nadie interesa seguramente tampoco un adelanto de las elecciones, ni éste objetivamente es conveniente si la interinidad política hace que se pierdan las débiles señales de recuperación económica de un cuerpo gravemente enfermo como es España.

Para Zapatero no hay más alternativa que muerte o resurrección personal. Después de haber negado la crisis, esperando a que pasara sola, como si no existiera, fiel al pensamiento mágico aprendido en la escuela del partido, ahora ha unido el sueño en la hazaña de la recuperación a su voluntad de resurrección política. No desea la ayuda responsable del adversario, en el supuesto de que éste -el PP- estuviera dispuesto a prestarla. El presidente está resuelto a quemarse, en cruento sacrificio, o a pasar a la gloria, sin compartirla con nadie. Ay, entonces, de los traidores y de quienes dudaron de él dentro del PSOE.

El PP apuesta, sin duda, porque Zapatero, antes de quemarse a lo bonzo, lo haga en las brasas de las inevitables reformas estructurales anticrisis, necesarias aunque no suficientes para la recuperación; si ZP lo hace en el tiempo que le queda, evita al PP el costo impopular de tener que tomar drásticas medidas nada más llegado al gobierno; y si ZP se muestra incapaz de hacerlo, a pesar de las manifestaciones encendidas de su nueva fe de converso, entonces proporcionará al PP el argumento necesario para su política futura. Pero el PP prefiere que ZP haga sus deberes, confiado en que hasta 2012 -como apuntan todas las previsiones- no habrá brote verde alguno en el erial español.

CiU, aunque quisiera, no puede pactar con Zapatero los Presupuestos, teniendo encima las elecciones autonómicas catalanas, y aspirando como aspira a reducir al PSC a su mínima expresión, para hacerle pagar las muchas maldades de los dos tripartitos. Bien es verdad que, al final, la fuerza del PSC siempre es mayor de lo que el nacionalismo quisiera, por el propio discurso y sentimiento catalanista del socialismo catalán, que es siempre mayor a su vez de lo que pueda convenir a sus dirigentes en determinados momentos, por mucha campaña que vaya a hacer el inminente ex ministro del paro, Corbacho.

A quién podía acudir el pobre Zapatero sino al PNV. El PNV no tiene nada que perder, porque nada tiene y no sabe siquiera donde se encuentra en la era post-Ibarretxe, por lo que poca relevancia tiene para él que vaya a apoyar ahora la congelación de las pensiones a la que se ha opuesto en el Congreso media docena de veces. Quien sea realmente coherente que tire la primera piedra. En verdad, los Presupuestos al PNV le importan muy poco porque en lo sustancial no afectan a Euskadi por el régimen de Concierto económico vasco. El pacto con el PNV no es económico sino esencialmente político y hace verdad aquello que dijo el ex lehendakari de que el PNV seguiría liderando la sociedad y la política vascas aun fuera del poder. Zapatero lo ha hecho verdad, sin importarle las consecuencias que ello tenga para el lehendakari socialista López.

Y Zapatero crecido, pensando que si hay movimiento hay vida. Nada de esto, sin embargo, importa verdaderamente a los ciudadanos, ni puede percibirlo realmente la audiencia. El público de a pie no sabe finalmente si el acuerdo alcanzado con el PNV rompe o no rompe la caja única de la Seguridad Social, y no entendería por supuesto por qué un parado vasco ha de cobrar el doble que en el resto de España. El pueblo fiel tampoco entiende 1) que pueda haber -después de más de 30 años de Autonomías- decenas de transferencias aún sin transferir al País Vasco, 2) que los que daban por finiquitado el estatuto de 1979 ahora las quieran, y 3) que si ahora se conceden es porque no tienen mayor trascendencia.

Tampoco se entiende fácilmente que por ir mejor acompañado al debate de Presupuestos, Zapatero amplíe el pacto a los nacionalistas canarios, y que para conseguirlo acceda a que el Estado español realice ni más ni menos que un acto unilateral por el que convierte en Mar de Canarias y bajo control canario aguas internacionales, confiando en que ese acto unilateral sea reconocido por la ONU y con el aplauso de Marruecos. Cuán preciosa y qué irresponsable es la vida política de Zapatero. Si el Gobierno de España actúa de esa manera, con qué razones podrá impedir que gobiernos y parlamentos autonómicos bajo control nacionalista procedan a su vez a actos unilaterales (la propia declaración de independencia, y de paso la del Mar de Euskalherria o Mares de los Países Catalanes) para no ser menos que Kosovo y Canarias, si ese camino puede llegar a su fin y el procedimiento ha sido legitimado por la propia actuación de Zapatero.

Zapatero no atiende más que al juego corto, y siempre desde una perspectiva partidista. Si el pacto con Coalición Canaria puede dañar el pacto de gobierno que esa formación tiene con el PP en Canarias, mejor. Y si el pacto con el PNV perjudica el pacto de Patxi López con el PP en el País Vasco, tampoco importa. En el fondo, para Zapatero ese pacto fue fruto de un accidente electoral, con el que no contaba, y si de él dependiera volvería gustoso a un pacto, no PSE-Batasuna, como podría desear Eguiguren, pero sí PNV-PSE, facilitando de nuevo un lehendakari nacionalista. Con todo esto, Patxi López ha quedado vendido para las próximas elecciones municipales, porque ZP ha hecho ya la campaña al PNV. Sí, el presidente se encuentra de hinojos, postrado de rodillas y al parecer gustoso, ante el PNV y los nacionalistas.

Pero tampoco se entiende que el PP no haya hecho nada para 
al menos escenificar -envuelto o no en la enseña patriótica- una voluntad de diálogo con el PSOE acerca de estos Presupuestos fatales. Si España se deshilacha, se desatornilla o se rompe como nos dicen todos los días los medios afines al PP, algo más se podrá hacer -o hacer creer que se hace- que ordenar la caja de herramientas una y otra vez, que por entretenido que pueda resultar a algunos, es profundamente estéril y en nada contribuye a restablecer la confianza en la clase política, que es en su conjunto percibida por la ciudadanía -sin que constituya esto una novedad en nuestra historia contemporánea- como un elemento fundamental del problema español.

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