La Presidencia española de turno de la Unión Europea, en contra de lo soñado, está resultando un infierno para Zapatero, para España y para Europa. La cumbre de Madrid (UE-Iberoamérica) ha pasado con más pena que gloria. Obama se había descolgado de ella hace tiempo; Merkel sólo acudió a la cena en Palacio, para interesarse por la salud del rey; Sarkozy estuvo apenas unas horas; el nuevo dúo británico -Cameron y Glegg- ha comenzado a trabajar con seriedad, y no tienen tiempo ni para estirar las piernas de paseo. Los demás lideres europeos llegaron tarde para la foto. Los amigos americanos de Zapatero, Chavez y Castro, tampoco vinieron. Y al final lo que ha trascendido -en plena tormenta española por el anunciado plan de ajuste de tuercas a familias, funcionarios y jubilados-, es para qué han servido los millones de euros gastados en su celebración (además de para que algunos fantoches y fantochas, el Evo de Bolivia y la nueva Eva de Argentina, lanzasen exabruptos contra el PP y el Tribunal Supremo, se supone que para agradar al anfitrión). En estas, se acaba de anunciar que la cumbre de la Unión por el Mediterráneo, que iba a celebrarse el 7 de junio en Barcelona, y que suponía el último gran acto de la Presidencia española de la UE, ha sido aplazada.
La sensación de descontrol que transmite el gobierno comienza a causar pánico. Si antes se relativizaba la cuestión de la deuda española, razonando que era sensiblemente inferior a la de otros países europeos, que estaba dentro de lo normal y que no era preocupante, ahora resulta que hay que recuperar como sea la solvencia de las finanzas públicas y que la prioridad absoluta es evitar el colapso de la deuda pública. El gobierno ha caído súbitamente en la cuenta de que el problema no es tanto el volumen de la deuda como la dificultad de refinanciarla o colocarla en el mercado. Y claro cuando la prima de riesgo de impago para los bonos españoles se dispara, y no son los mercados sino las reservas de Europa o Estados Unidos quienes principalmente los están adquiriendo para asegurar la supervivencia de la moneda única y la consiguiente estabilidad de los mercados, pues entonces no hay discurso ni soberanía que valga, y no hay más remedio que someterse a los 'prestamistas'. Eso es lo que ha sucedido en plena Presidencia española, que quienes realmente mandan en la Unión Europea, Alemania y Francia, con el concurso de Estados Unidos, han sometido a España para evitar el hundimiento de Europa, más que probable si la crisis griega se apodera de España y Portugal.
En esta situación de verdadera emergencia, a la que se ha llegado en buena parte por la negligencia y frivolidad de Zapatero, los altavoces del gobierno -haciendo gala de un repentino y fuerte sentido de la responsabilidad- denuncian la incapacidad política de la oposición y de los agentes económicos para entender la situación real de la economía española, cuando han sido el PP o CiU y las instituciones económicas quienes llevan meses y hasta años intentando que el gobierno aceptase y se hiciera cargo de la gravedad de la crisis para que tomara las medidas adecuadas. La oposición tendrá que pensar muy bien cómo actúa en estos momentos sin duda cruciales, pero quienes apelan a la responsabilidad de la oposición cuando ya suenan las sirenas, harían bien en asesorar y prestar ayuda para el diseño y ejecución de un verdadero plan de evacuación, que es lo que manda la ocasión, si las circunstancias son tan dramáticas como parece efectivamente que son.
La responsabilidad es de quien gobierna mientras gobierna, y si no puede o sabe hacerlo debe dejar que lo haga otro. ¿Qué hacer cuando el suelo se abre bajo los pies? Hay quienes piden elecciones generales anticipadas de inmediato, pero en estos momentos es un lujo que no nos podemos permitir. El adelanto, sin embargo, podría hacerse para el 2011 haciéndolo coincidir con las elecciones autonómicas y municipales previstas para esa fecha. Es evidente, por otra parte, que Zapatero no es ya capaz de transmitir confianza a los mercados ni a nadie, y que su permanencia al frente del gobierno es un grave problema para España, cada día que pasa más. Su sustitución por un gobierno de gran coalición PSOE-PP presidido por otro socialista es una quimera ahora mismo, entre otras razones por la esperable resistencia del PP a facilitarlo. La única posibilidad inmediata de cambio sería la dimisión de Zapatero y su sustitución por otro político socialista que encabezara un gobierno no de concentración nacional, pero sí con una fuerte presencia de independientes de reconocido prestigio, principalmente en el ámbito económico, que haría más fácil el propio apoyo externo del PP a ese nuevo ejecutivo. Adolfo Suárez dimitió por menos invocando el bien de su partido y de España. Zapatero, si tuviera realmente sentido de la responsabilidad, debería hacer lo mismo, pensando en el bien de España primero, y luego también en el de su propio partido. Está en su mano.
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