La presencia de Zapatero en el Desayuno de Oración en Washington la semana pasada tuvo algo de impostura. Zapatero ha justificado su asistencia como una oportunidad para el país, poder hablar en un acontecimiento así ante una audiencia tan selecta. Aunque enseguida ha personalizado el protagonismo, vanagloriándose del hecho de que hasta él, ningún presidente de gobierno español en activo había intervenido en ese acto. El mérito entonces es suyo, sin que importe el modo en que se fraguó la invitación, que no partió de la Casa Blanca. Moncloa había anunciado, en todo caso, un encuentro con Obama antes del Desayuno, reunión que finalmente no tuvo lugar porque los Obama llegaron tarde. Pero ese pequeño desaire es lo de menos, la foto del abrazo con el presidente americano ya compensó al español el viaje, y a Zapatero le brillaron los ojos el resto del día. Mientras Zapatero vivía su gramo personal de gloria, en su país, en España, la bolsa se desplomaba marcando los registros más bajos desde el otoño de 2008. El Desayuno con Obama le había sentado bien a Zapatero, pero no al país, que vivió un día negro.
No está el horno para bollos, y la opinión pública no ha reaccionado bien con esta presencia de Zapatero en el tradicional acto político-religioso de La Familia, la organización de Doug Coe. Para unos, no tiene mucho sentido que tome ni enseñe allí la palabra alguien que casi presume más de ateo que de agnóstico. El no inclina su cabeza ante el nombre de Dios que bendice a América, como tampoco lo hizo en su día al paso de la bandera americana en Madrid. Pero pretende disimular su incapacidad con el inglés pidiendo a su audiencia que le permitan hablar en castellano (español para el resto del mundo), "la lengua en la que por primera vez se rezó al Dios del Evangelio en esta tierra". La impostura es aún mayor cuando el orador subraya en ese foro la importancia de los valores cristianos que animan a España, valores e idea misma de nación que Zapatero ha desdeñado o conculca con su política interior a este otro lado del Atlántico.
Para otros, lo que es imperdonable es que Zapatero se rinda a los encantos del poder de los neocons, con tal de figurar en primera línea junto a Obama. También se le ha criticado a Obama en Estados Unidos por asistir al Desayuno, pero la tradición define el ritual, y la presencia institucional del presidente forma parte ya de él. La pregunta es entonces qué hacía un Zapatero sonriente dejándose querer por quienes, públicamente y en secreto, defienden una mezcla de iglesia y estado, y se han significado en la legislación contra los gays. No deja de ser un contrasentido, sino una impostura también, a la luz de determinadas políticas que Zapatero ha favorecido en España, como el matrimonio homosexual, y a la vista de la actitud beligerante que ha manifestado contra cualquiera que se opusiera a ellas, tildándoles de fundamentalistas religiosos. Seguramente la única referencia de Zapatero a Dios para invocar el derecho al jornal y la acogida al inmigrante no han impresionado demasiado a la audiencia americana, por sorpresiva que haya resultado en España, donde desde que gobierna él son varios millones más los que reclaman antes que el jornal el derecho al trabajo. La máscara "progresista" que ha pretendido conservar en Washington es la que ha perdido en España, dentro incluso de los sectores más minoritarios a los que siempre ha querido contentar, aun en contra del sentir mayoritario.
Obama ha protestado diciendo que una cosa es que se cuestionen sus políticas, y otra su fe. De Zapatero se cuestionan sus políticas y no se conoce más fe suya que la que pretende seguir transmitiendo en sí mismo, negando que España se encuentre hoy peor económicamente que hace seis meses, y dejando con la palabra en la mano a los diputados de su propio partido que no se presten a esta ceremonia del engaño. El pensamiento mágico y la teoría de la conspiración van de la mano. Mientras la ministra de Economía y su segundo viajaban ayer para tranquilizar a los medios financieros europeos e intentar vender la deuda pública española (que será todavía menor que otras, pero no hay quien la coloque), el vicesecretario general del PSOE Pepe Blanco (acompañado en la distancia por la cada vez más diminuta Pajín y dejándose oír como posible sucesor de Zapatero) hablaba de una fatal conspiración internacional contra España (especuladores y prensa extranjera maquinando juntos), de lo que responsabilizaba al PP. La impostura continúa. ¿Hasta cuándo el fingimiento y el engaño que ni siquiera pueden tener ya la apariencia de verdad?
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