domingo, 31 de mayo de 2009

De padres e hijas

En estos tiempos de desorden y confusión en que vivimos, el PSOE se afana un día sí y otro también en acompañarnos y allanarnos el camino, aunque no siempre lo consiga y llegue incluso a sembrar el desconcierto entre propios y extraños. Conscientes de la alta misión educadora que todo partido político tiene en el espacio público, y de la formidable ocasión que constituye una campaña electoral para sintonizar con las auténticas preocupaciones de los ciudadanos, los socialistas lejos de contentarse con mensajes baratos de descalificación del adversario, andan empeñados en esta campaña europea en llegar al fondo de las relaciones entre padres e hijos, o hijas más en concreto, una elección sin duda acertada puesto que se trata de un tema clásico que concita la mayor atención y preocupación en esta sociedad compleja nuestra.

Sometidos a un perpetuo estado de cambio y trepidación, no sólo por la innegable aceleración del tiempo social en la época presente, sino por la inestimable aportación de la política de Zapatero en España, los padres de familia han contemplado estupefactos cómo la ministra Aído defendía con fruicción que las menores de 16 años puedan abortar sin conocimiento ni consentimiento de los padres. Por si les quedó alguna duda, Zapatero completó la faena de su inexperta ministra censurando la posible "interferencia" de los padres en la decisión de la hija. No es seguro que ese extremo de la ley pueda ser aprobado por el parlamento, y no se entiende entonces el énfasis que se ha puesto sobre el tema durante la campaña, pues lo que está claro es que esas menores no van a poder votar, y que muchos padres que lo habían hecho hasta ahora al PSOE, dejarán de hacerlo por este sencillo motivo.

Sobre todo a la vista del doble rasero que utilizan los socialistas en este tema crucial de las relaciones de los padres con sus hijas, como se ha podido comprobar también durante la presente campaña electoral a propósito de la hija de Manuel Chaves, ex presidente de la Junta de Andalucía y actual vicepresidente tercero del gobierno de Zapatero (además de presidente del PSOE). Resulta que la niña de sus ojos se ha visto profesionalmente beneficiada con una suculenta subvención de la Junta de Andalucía (casi 10 millones de euros, ayuda que en mucha menor cuantía había sido anteriormente denegada por el gobierno central), sin que su padre -presidente activo entonces- se haya inhibido en este asunto como estipula la ley de incompatibilidades. Debió de pensar que son tantos los familiares directos suyos en la administración andaluza, que esto a nadie podía llamarle la atención. Parece que en este terreno sí caben las "interferencias", y que resulta "totalmente normal" que un padre quiera lo mejor para sus hijos, según ha argumentado un consejero de Andalucía.

Claro, el problema es que muy pocos pueden disponer de los recursos públicos para ser tan generosos con sus hijos, y que ello tiene de antiguo un nombre, nepotismo, y que es inaceptable desde la lógica y las reglas democráticas. Más que doble rasero, lo que se observa en el PSOE son muy escasos principios morales. La niña mayorcita que se busque ella sola la vida, y puestos a aconsejar o a ayudar a alguien, pues eso, a los más débiles, a los menores y a los no nacidos. Esto es lo que la mayoría de la gente entiende y percibe a primera vista, pero ya se sabe que cuando se vive en continuo tiempo electoral todo se complica.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Educación política


En España no sabemos de más ligas que las de fútbol, sobre todo hoy que el Barcelona juega la final de la Champions contra el Manchester y puede pasar de todo. Algunos nostálgicos recuerdan acaso también las ligas de alguna señora exótica, y solamente aquella minoría selecta que cultiva otros músculos y aún se afana en muscler le cerveau tiene a estas alturas una vaga noticia de la frustrada Liga de Educación Política que intentó promover Ortega y Gasset allá por 1913-1914 para poner a España en forma y de pie. La idea sigue siendo válida, no ya para favorecer una "nueva política" más abierta a la sociedad y con mayor implicación de la ciudadanía, lo que puede resultar excesivamente pretencioso o ingenuo, sino para educar a nuestros políticos. Cuánto más mejor, que al final lo bueno y lo malo siempre se pega.


Hay muchos espectadores de la política que sufren lo indecible en período electoral. Lejos de disfrutar con el espectáculo, les sobreviene una profunda desgana o se enervan considerablemente, sobre todo en España que vamos empalmando una elección tras otra (entre municipales, autonómicas, generales y europeas), por lo que el riesgo de sufrir una depresión o una crisis nerviosa es mayor. Muchos políticos no conocen otro lenguaje ni pronuncian otro discurso que no sea el estrictamente electoral. Se agitan tanto, nos tienen tan cansados de falsas promesas, que ya ni se esfuerzan en imaginar lo posible. Como si no valiera la pena contrastar críticamente las insuficiencias del presente dado con las bondades de un seguro porvenir labrado sobre los principios y valores que debieran manifestarse, pero que ni se molestan en proclamar. Se refugian directamente en la mentira y el engaño, y se entregan con fruición a la descalificación del adversario, al insulto y a provocar miedo. En esto, como en la falta de educación, también hay grados.

Este tormento se vuelve más insoportable cuanto más visible se hace la evidencia. Nos quejamos de la falta de debates políticos televisados, pero cuando los hay es un auténtico dolor. Muchos prefieren cambiar de canal si por error se topan con dos testas enfrentadas, en lugar de dos tetas bien alineadas, y perdón por la ordinariez, pero es lo último que se le ha ocurrido a la ministra Aído, al comparar el detalle de abortar con 16 años sin consentimiento de los padres con que una menor pueda "ponerse tetas" (esto es, someterse a una operación de aumento de pecho), así que dicho por ella la expresión no tiene nada de machista y resulta muy progre. Otros optan por apagar el televisor y meterse en la cama, si no para disfrutar de la sexualidad segura (como ha recomendado Pajín), al menos para preservar la integridad intelectual y poder desarrollar hábitos mentales saludables (sin que se pierda la esperanza en otra política posible).

El PSOE inició la campaña de las elecciones europeas con un vídeo zafio, con un cura y un neonazi por medio, que mereció la protesta del PP y de la Iglesia. No existe empeño real en explicar el proyecto socialista sino en desacreditar al adversario, al PP, identificándole con las voces que en Europa se expresan en contra de los inmigrantes, la pluralidad religiosa, la sanidad pública o la homosexualidad, y a favor de la pena de muerte y el despido libre. El vídeo acaba con la advertencia de que "el problema no es lo que piensan" estas personas, sino "lo que van a votar", cuando uno de los factores positivos y diferenciadores de la política española respecto a otros países europeos es precisamente que no exista ningún partido de extrema derecha. Lo positivo se transforma en negativo y para los cabeza de lista del PSOE el vídeo les parece "muy clarificador", pues qué duda cabe de que también "hay derecha dura en el PP". Es decir, reduccion al absurdo, y quien se dé por aludido es porque efectivamente es un energúmeno y exponente de actitudes retrógradas.


Es decepcionante que todo un catedrático de universidad, como el candidato socialista López Aguilar, que debía de afanarse en reservar un lugar para la palabra dentro de la política, haga gala de agresividad y se entregue a la descalificación y a la simple palabrotería. Antes del debate con el candidato popular Mayor Oreja, López Aguilar defendía el vídeo electoral del PSOE como fiel espejo de las actitudes "energuménicas" (sic) de la derecha. Y después del debate televisivo, en un gesto inusitado de modestia intelectual, se declaraba inequívoco vencedor frente al antigualla y retrógrado contrincante popular, quien, por aburrido que pudiera resultar a muchos, se había limitado fundamentalmente a repetir, de la manera más pausada posible, los datos más terribles de la actual crisis española. Si los modos de hombre tranquilo de Mayor Oreja podían resultar exasperantes, más triste pareció la renuncia del joven catedrático a la academia, a la razón, al estilo, al buen gusto y a las buenas maneras, que se le suponían, para someterse al argumentario de segunda mano dictado por la Pajín, encargada de orquestar por primera vez en solitario una campaña electoral socialista.

Es la misma consigna que traducen los carteles de las Juventudes Socialistas de España, o para qué hablar de los del PSC, pero que se vuelve contra la izquierda. Las campañas tan burdamente "anti" no tienen nada de progresistas y no hacen sino consagrar ese pensamiento negativo, fundamentado en prejuicios y obsesiones, que ha sido durante mucho tiempo el patrimonio de las derechas que se critican. Es el peor insulto a la inteligencia, y el que permanece hiriendo gravemente la dignidad que requiere todo verdadero debate en la esfera pública. Esa falta de sustantividad política acaba por hacer buenos finos conceptos como los de "vago" (José Blanco a Mayor Oreja, no se sabe muy bien por qué motivo, cuando no se le ha sorprendido sesteando en sede palamentaria como a su chica Pajín) o "gorrón" (González Pons a Zapatero por disponer de aviones del ejército para participar en actos del partido) con que se han obsequiado algunos políticos entre sí, calentando la campaña. Las propias listas electorales para Europa dan que pensar. Es llamativa la socialista, donde siguen a López Aguilar o bien políticos inteligentes que al parecer incomodaban en Madrid, como Ramón Jaúregui, o bien sonados políticos fracasados, como la ex ministra de Fomento Magdalena Álvarez (que los socialistas catalanes han ocultado en sus papeletas para que no pase factura en las urnas, tan conocida como es en Barcelona por sus desastres en las obras del AVE y otros socavones).

Ante tanta inconsistencia e incoherencia política es urgente reeducar a los políticos. Que tome nota el ministro de educación, por si puede extender las becas que promueve en estos días, a pesar de la crisis, a algunos políticos nuestros descolgados, por muy profesores universitarios que sean o hayan sido. Al final algunos perderán las elecciones no por méritos ajenos, sino simplemente por maleducadas y maleducados.

martes, 19 de mayo de 2009

Mujeres e ideología (y II)

Esto es lo que nos brinda el gobierno en tiempos de crisis para aliviar nuestra suerte, el aborto como algo que "permite disfrutar de la sexualidad de forma segura", ha afirmado la número tres socialista Leire Pajín. No hay que entrar en mayores honduras, y menos perder la cabeza con cuestiones metafísicas, que ni el ministro de educación es capaz de resolver. Se acaba con el bicho y ya está, que como ha dicho la ministra de igualdad Aído todos somos seres vivos, que no seres humanos, mientras no diga lo contrario el gobierno, y éste ya ha sentado doctrina. Estamos ante una variante más del pensamiento mágico de Zapatero, al que le basta con nombrar las cosas para que sucedan, pues es evidente que no es fácil explicar en base a qué asombrosos poderes la bicha se transforma en ser humano en el tránsito de la semana 13 a la 14.

Resulta una enorme frivolidad hablar del aborto en esos términos. Zapatero anda ocupado estos días en decretar el cambio del modelo productivo, de forma mágica igualmente. Pero los ladrillos no se convierten de la noche a la mañana en ordenadores, ni éstos generan por sí solos conocimiento, innovación y desarrollo. Es sumamente dudoso que Zapatero pueda obrar un cambio sustancial en el modelo productivo español. Por desgracia, es mucho más probable que lo consiga en el modelo reproductivo. Hablan alegremente del aborto, como si de un bien colectivo se tratara, porque se ha alejado del horizonte cualquier sentido del bien común. Llama la atención que se discuta y se favorezca el aborto y que no se perciba ninguna preocupación paralela por la tasa actual de natalidad española (1'3 hijos por mujer), ni se desarrolle ninguna política de ayuda real a la familia.

El contraste con países de nuestro entorno es notable. Una portada del Figaro Magazine se preguntaba en 1985, rotulando una imagen de un busto de Marianne, el símbolo de la república francesa, envuelto a modo de turbante musulmán -ocultando la mitad del rostro- con la bandera francesa: La France de l'année 2000, sera t'elle française? El debate estaba servido, y eso que el número apenas se limitaba a recoger un dossier de proyecciones demográficas, a partir de las tasas de natalidad y fecundidad del momento, firmado por el célebre Alfred Sauvy. El mismo autor que en 1952 introducía el concepto de tercer mundo, asociándolo al tercer estado que obró la revolución francesa -un mundo ignorado y despreciado que reivindicaba él también un lugar en la historia-, alertaba ahora sobre el cambio social, cultural y político de enormes consecuencias que podía sobrevenir de inmediato en Francia a la vista de las fuertes diferencias que se registraban en el comportamiento demográfico de la población inmigrante de origen no europeo en Francia y la propiamente francesa.

El cambio no se hizo esperar y cualquier familia española envidia hoy las ayudas oficiales por hijo, sostenidas hasta que cumple los 18 años, de que disponen los franceses, entre otras cosas. En España invertimos en ideología y nos inventamos la Alianza de Civilizaciones, pero no nos atrevemos o nos molesta cualquier referencia a España como comunidad nacional, y no parece que nos importe gran cosa su futuro. No se trata de rearmar el nacionalismo español, ni de recrear el mito de la España rota argumentando que España pueda desaparecer al tiempo que su población; menos aún de resucitar políticas fascistas que inciten a la procreación de la raza superior. Ese es nuestro talón de Aquiles, que todo lo reducimos a ideología para no entrar al fondo de las cuestiones ni dar razón de la política que hacemos. Nuestro problema inmediato no es el de una España rota o en liquidación, sino el de una política rota y en descomposición por pura adulteración ideológica.

Trasladar al aborto el lenguaje de los derechos es banalizar la vida del no nacido. No se habla ya siquiera de interrupción voluntaria del embarazo, sino del derecho a decidir libremente la maternidad. Suavidad en la forma para ocultar la tragedia de fondo, sin que se haga ninguna referencia al drama personal que supone la experiencia del aborto en toda mujer, ni a la huella que deja. Igualar el derecho a votar con el supuesto derecho a abortar no es sino una violación de ese lenguaje de los derechos y libertades, que poco ayuda a fortalecer los cimientos de nuestra convivencia. Hacer del aborto una simple prestación sanitaria más, como si de un avance del estado de bienestar se tratara, es dar nuevos motivos a quienes ya sentencian su muerte. Eufemismos que hagan más atractivo y digerible el antiguo discurso feminista radical de los años sesenta y setenta, que hoy se antoja bastante ramplón.

El aborto como exponente de la liberación de la mujer. La mujer como bien absoluto. En ningún caso irá a la carcel una mujer por abortar, proclama gravemente la ministra Aído, como si las pobres abortistas hubiesen llenado las cárceles de este país. Una mujer no, nunca, pero un médico sí. Puede quedar inhabilitado e ir a prisión tanto por negarse a practicar abortos legales como por realizar abortos ilegales. "Desde el Gobierno no podemos entrar en su casa y decirle a una hija lo que tiene que contar a sus padres, sólo faltaría", ha afirmado Aído; pero el gobierno sí puede entrar a saco en la conciencia y succionarla. No hay lugar a la objeción de conciencia, por parte de los profesionales. Todos, mujeres y médicos, liberados de la carga: fuera bicho y fuera conciencia. Pero eso sí, el gobierno "confía" (ingenuamente) en que ningún médico desaprensivo (cualquiera puede serlo desposeído de su conciencia) se "atreva" a cruzar la raya que marca la ley. Si con la actual ley, de despenalización de algunos supuestos, se han cometido tropelías sin nombre, la suposición de que con la nueva -el aborto elevado a la categoría de derecho- se van a evitar los abusos, no es más que un secreto más del pensamiento mágico de Zapatero.

El imaginario de la mujer víctima siempre del macho bárbaro, posesivo e incomprensivo planea sobre toda la ley, que no oculta su violencia contra los médicos, como si todos fueran varones, como si los colegiados fueran el último ay del machismo, que se refugian incluso en insalvables obstáculos de conciencia porque ellos no sufren las consecuencias del embarazo no deseado. El aborto como solución, aunque no solucione nada, aunque haga más insoportable el miedo de la mujer (liberada) a la soledad, su nostalgia de no haber sabido dejar raíces en nadie, ni de haber querido que alguien echara raíces en ella... Y poco importa que haya entre los médicos más mujeres que hombres. Qué paradoja. En ningún caso irá una mujer a la cárcel por abortar. Pero sí una mujer por negarse a que otra mujer aborte, como profesional de los servicios de salud.

Zapatero pretende alinearse con las mujeres en su lucha contra los varones, pero lo que está favoreciendo es la guerra más actual de mujeres contra mujeres, separadas por la ideología o saturadas de ideología. Cada vez son más las mujeres cansadas de ese juego ideológico, de las cuotas, de que sólo se les tenga en cuenta por ser mujer, y no por sus méritos o capacidades. Hartas de que se hable de futuro cuando se niega la vida y lo que se hace es consagrar el mayor de los pasados, los tiempos seculares cuando el poder de la mujer y sus armas consistían únicamente en ser mujer. Cada vez son más las mujeres conscientes de que secundando la propaganda feminista, no se independizan en realidad, sino que -como decía Carmen Martín Gaite en 1965- simplemente cambian de mentor, y "la autoridad aparentemente inocua, pero firme e insoslayable de este nuevo manejador invisible de su voluntad no se desasemeja tanto de la autoridad coactiva ejercidas sobre nuestras abuelas por padres, maridos y confesores". Menos ideología y más antropología, señor Zapatero. Seguro que las mujeres se lo agradecerán.

domingo, 17 de mayo de 2009

Mujeres e ideología (I)


Toca hablar de aborto ahora y en eso estamos, dóciles a las indicaciones del gobierno. En política a veces se utiliza el ventilador y otras el silenciador. Es un crimen que haya 4 millones de parados, más aún si el gobierno no hace nada para evitarlo ni para ayudarlos. Zapatero tiene mala conciencia con eso, le quite o no el sueño, y la mayor prueba de ello es que ha tratado de ocultarlo, de que no se hable del tema, aplicando la técnica del silenciador. Para que la crisis económica y la gestión de la crisis, tema central -como no podía ser de otra manera- del debate sobre el estado de la nación, no tuvieran excesiva resonancia ante la opinión, el tema se envolvió cuidadosamente con las iniciativas gubernamentales sobre la píldora y el aborto lanzadas a los medios de comunicación en los días antes y después de la cita parlamentaria más importante del año. Tampoco fue casual que el dato esperado de la actividad económica del trimestre (con contracción de un 2'9%, la más fuerte en un trimestre desde 1970), llegara horas después de concluido el debate. Se trataba igualmente de silenciarlo y que continuara el espejismo de los "brotes verdes", que la vicepresidenta Salgado se empeña en hacernos creer anuncian ya el nuevo florecer de nuestra economía.

La nueva ley del aborto no figuraba en el programa electoral del PSOE, pero es ya toda una urgencia para el gobierno de Zapatero. Para algunos el problema del aborto no puede ser abordado correctamente si se contempla sólo como una cuestión de ideología o creencia, pero a esos mismos no parece importarles que el gobierno alce la cuestión del aborto como bandera ideológica y que pretenda imponer su criterio a la sociedad impulsando una reforma de la ley actual, sin que exista demanda social y menos aún consenso al respecto. Ideología es utilizar el aborto como enmascarador de lo que preocupa realmente a los ciudadanos. Ideología es esgrimirlo en la arena electoral buscando que la derecha se oponga por principio y acabe alineada o identificada con los curas y obispos (con mayor oportunidad ideológica si el candidato del PP a la elecciones europeas es un democristiano, el mogitriste Mayor Oreja, que no hace mucho cuestionaba abiertamente los principios y valores de Rajoy). Como Chávez, cada uno a lo suyo, Zapatero también quiere ser el referente del socialismo en el siglo XXI y persigue su particular "revolución cultural". Con independencia de lo que uno piense y haga realmente, lo importante es que sea percibido como exponente de una identidad de izquierda, aparecer y ser identificado como "progre", aunque en verdad se sea medio pijo o pija entera.

La revolución ideológica de Zapatero acaba exhibiendo en mitines cinturones Hermes de 500 euros y canaliza a través del sindicato de la ceja, que está ya al frente del ministerio de cultura, los intereses de los nuevos "intelectuales orgánicos", esos socialistas millonarios vinculados a la clase política dominante, que visto lo visto, son los únicos que se benefician de la actual crisis económica, incrementando sus cánones a costa de los parados y las sufridas clases medias. La nueva síntesis de tiempos y clases que preconiza la revolución de Zapatero, ha aunado lo pijo con lo progre, aplicando las correspondientes cuotas de igualdad, y el gobierno es un fiel reflejo de ello. En esa atmósfera bien perfumada se sitúa la actual campaña del aborto encomendada, de manera particular, a las ministras más desocupadas y que mejor ilustran el nuevo tipo de pijas progres auspiciado por Zapatero. Algunas no llegan ni a eso, y se quedan en niñatas o simples novicias de la nueva fe secular. A Bibiana Aído no la dejan sola, después de sus repetidas meteduras de pata, y siempre figura al lado de la madre Teresa (de la Vega) o junto a la hermana Trinidad (Jiménez), todas muy sonrientes, aunque no tenga gracia lo que se traen entre manos.

No todo en el árbol de la vida es bonito follaje, ni tranquilo disfrute de los placeres de la naturaleza, miembros y miembras unidos. Zapatero y sus ministros huyen de cualquier esfuerzo de racionalización en sus políticas, también en este tema. Convertir de facto el aborto en un método anticonceptivo más, por detrás de la píldora del día después, o incluso en un modo de seleccionar el sexo deseado del hijo, es una cuestión mayor que no puede dejar fácilmente indiferente. A tenor de algunas encuestas y declaraciones efectuadas, no han sido únicamente los curas o la derecha más o menos confesional quienes se han posicionado en contra del nuevo proyecto de ley del aborto (libre hasta las 14 semanas, y en algunos casos aún más). Buena parte de los votantes del PSOE se manifiestan en contra y hasta sus dirigentes saltan a la palestra. Porque es un tema que tiene honda repercusión social, que incide en la salud de la mujer y que afecta a su vida y libertad personal, no es razonable que se pueda expedir sin ningún limite de edad ni control médico la píldora del día después, que tiene bastantes más efectos secundarios en la salud, sobre todo de una chiquilla, que el consumo de tabaco o alcohol. Tampoco resulta admisible que se reduzca el aborto a una simple "prestación sanitaria", y que de esa manera se le pueda practicar a una menor de 16 años sin conocimiento ni consentimiento de sus padres (la intervención de los padres sería una "interferencia", en el decir de Zapatero). Lo que hace el gobierno con las mujeres, y lo que es más grave con las menores, es pura ideología. En mayor cantidad, y de bastante peor calidad, si admitimos el término, que la que achaca a quienes le critican.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Solo ante la crisis


El peligro es la crisis y el presidente del gobierno de España se encuentra solo ante el peligro. Así se ha manifestado en el último debate sobre el estado de la nación.

Apenas un año después de su reelección, cómo han cambiado las cosas. Era prácticamente ayer cuando Zapatero se afanaba en negar la crisis al tiempo que, ufano, pretendía presentar la vergonzosa soledad del PP como la prueba irrefutable de sus mentiras capitales. Hoy las mentiras de Zapatero se desprenden por sí mismas de la contundencia de unos datos irrefutables. Basta, en efecto, evocar la cifra actual de paro, que camina hacia el 20%, para resumir -como decía ayer Rajoy- el estado de la nación. Zapatero le reprochó al líder popular su manera faltona, pero las verdades siempre duelen, cuestiones de estilo aparte.

Algunos celebran que Zapatero haya tenido la valentía y la honradez políticas de reconocer errores. Con que poco nos conformamos. Ha reconocido solemnemente que erró en sus previsiones, pero eso no es reconocer errores, sino rendirse simplemente a la evidencia, antes de que te tomen por tonto o por loco. Y ni siquiera lo ha hecho con naturalidad, puesto que ha pretendido con ello disfrazar su censurable y censurada actitud de engaño a propósito de la crisis por puro cálculo electoral.

A Zapatero le están aplicando un poco de su misma medicina, y quien se encuentra hoy sin credibilidad y en una angustiosa soledad parlamentaria es él y su partido. Los nacionalistas les han dado la espalda y únicamente les resta a los socialistas echar miradicas de reojo a las formaciones minoritarias del grupo mixto para intentar salvar más que la situación, la cara.

Viajes al pasado (Bush-Aznar), frivolidades de lenguaje (qué feliz ocurrencia la de Zapatero al relacionar el debate sobre el 11-M con la misteriosa muerte de Elvis Presley), acusaciones al hombre (Rajoy disfruta con cada nuevo parado, afirmación que indignó al presidente del PP), viejos trucos que causan poco efecto y mucha preocupación, por lo que manifiesta de pobreza de recursos políticos frente a una realidad como la española que es estremecedora y niega el futuro a tanta gente.

Zapatero sacó, como tiene acostumbrado, algunos conejos de la chistera, aunque varias de las medidas anunciadas sean, en su origen, propuestas del PP, signo de que el mago socialista ha dejado de serlo. En verdad Zapatero, desmejorado por la crisis, se ha convertido en fakir y esta vez soltó también una serpiente de cascabel, que fijos sus ojos en las clases medias se dispone a golpearlas y asfixiarlas. 

Zapatero no admite ninguna responsabilidad, ni en la crisis ni en sus consecuencias. Pero ya no se comporta como un ser angelical. Sigue, es cierto, dale que te dale con su tómbola, donde siempre toca algo -le espetó Durán y Lleida-, pero no ofrece ya socorro y amparo a los parados ni a los más necesitados. No sólo eso sino que Zapatero se dispone a dejar desamparados además a los sufridos integrantes de las clases medias.

O reaccionan por las buenas o lo hacen por las malas. Y va a ser por las malas, porque o le sacan a él de la crisis y comienzan a mover el cotarro comprando una vivienda ya, es decir antes del 2011 (al precio que sea, y por supuesto con mucho esfuerzo por parte de las familias, más ahogadas que nunca), o se van a enterar porque se quedarán sin deducciones fiscales por vivienda a partir de esa fecha, y lo pasarán aún peor en adelante.

El tono político ha cambiado. Pobre Zapatero. Qué desesperación. Ni busca el acuerdo ni se lo ofrecen, pero tampoco es fácil lo segundo cuando anuncia medidas que implican la colaboración de las Autonomías, y no se ha molestado siquiera en convenirlas con ellas. Zapatero se ha colocado solo ante la crisis y solo ante las elecciones, porque ésta seguro que muchos se la guardan y se la hacen pagar a la primera de cambio. En las elecciones de junio. 

Solo en su laberinto Zapatero se encamina al plebiscito en que él mismo ha convertido las próximas elecciones europeas. Que se encuentre solo ante el peligro no es ningún consuelo, a la vista del peligro en que su falta de previsión y, sobre todo, su inacción ha dejado al conjunto de los españoles. 

miércoles, 6 de mayo de 2009

López Jaunak


López Jaunak no se humillará mañana ante Dios al tomar posesión bajo el roble de Gernika de su cargo de Lehendakari, responsabilidad de la que fue investido ayer en una histórica sesión del Parlamento vasco. No veremos a López Jaunak "ante Dios humillado" -según reza la tradición vasca- pero necesitará sin duda la ayuda del Señor de lo Alto para recorrer el nuevo camino que se abre en el País Vasco, y que por más que pivote sobre los socialistas, no será de rosas.


Ayer, en efecto, fue un día de discursos y emociones en el parlamento vasco. Se cantaron algunas verdades y afloraron no pocos rencores, antes de que se vivieran con suma intensidad momentos verdaderamente solemnes: la despedida de la política de Ibarretxe, el Lehendakari que no fue, y la votación final que confirió la mayoría requerida y (lo que es más importante, aunque duela a algunos) toda la legitimidad al señor López para convertirse en el nuevo habitante de Ajuria Enea, una casa preciosa que, a tenor de sus palabras, será felizmente a partir de ahora la de todos los vascos. La alternancia, tan necesaria para consolidar y refrescar la democracia, ya es una realidad en Euskadi.


No hay mucho más que decir. Las obviedades que repitieron una y otra vez los detentadores de la nueva mayoría, explicando el acuerdo suscrito y públicamente conocido con anterioridad, no son más que la apuesta por la "normalidad" vasca frente al estado de "excepción" y el "fracaso" a que ha conducido la política de Ibarretxe. Donde no existe plena libertad para todos, donde la ley se cuestiona o se incumple, donde se atenta contra la vida, se desconsidera a las víctimas y se instaura la exclusión y el medio, se vive ciertamente en una situación o estado de excepción, muy alejada de los valores y normas que definen una cultura política democrática, y que impiden el normal funcionamiento de la sociedad civil y de los mercados. Sin una adecuada articulación de todas las instituciones (también de las autonómicas con las estatales) los vascos -por muy distintos o superiores que se crean o hayan sido- no conseguirán salir de esta crisis que atenaza al común de los mortales (vascos y españoles incluidos).

No es la identidad vasca la que está amenazada, sino la vida cotidiana de los vascos. No es ningún anatema pasar de la "cultura nacionalista" (o las culturas nacionalistas) a la "cultura de la pluralidad". Es una auténtica necesidad, una exigencia cívica y hasta moral. El desafío y la responsabilidad que tienen por delante el nuevo gobierno y la nueva mayoría parlamentaria es enorme. Pero no es menor la del PNV en este nuevo escenario. Y es de esperar que la marcha de Ibarretxe suponga un auténtico revulsivo en la regeneración del nacionalismo democrático, y no un nuevo terremoto de soberanismo radical, que tendría efectos devastadores para las instituciones y para todos, nacionalistas incluidos. Los señores Urkullu y Egibar tienen la palabra, no sólo López Jaunak.

Todos necesitan estar a la altura, y no todos lo estuvieron ayer. Se estrenó bien el nuevo líder del PP vasco, Basagoiti, aunque flaco favor le hace el ex presidente Aznar cuando, preocupado de aumentar su medallero personal, encumbra el pasado de Mayor Oreja y San Gil como verdaderos promotores del constitucionalismo y del cambio acaecido en Euskadi, obviando los últimos episodios protagonizados por esos nombres insignes que tanto daño hicieron al propio PP vasco. Pero sí, es verdad, el alejamiento y pérdida de influencia de Mayor Oreja en la política vasca, más aún tras la estrepitosa salida misma de San Gil -su sombra- de la dirección del PP vasco, es lo que ha facilitado el cambio. El enroque de Mayor Oreja y San Gil durante la segunda legislatura de Aznar, profundamente identificados con él, dejó maniatado al PP vasco y ha bastado dar un poco de respiro a quienes se habían fajado tanto como ellos en los tiempos de hierro, para que los populares puedan comenzar a contar realmente en la política vasca.

Las circunstancias actuales y las actitudes que manifiestan López y Basagoiti son diferentes a las protagonizadas por Mayor Oreja y Nicolás Redondo en 2001, por más que Ibarretxe pretendiera ayer demostrar lo contrario en su discurso. El cambio fue entonces tan directamente buscado y cantado (haciendo buenas las etiquetas de "bloque constitucionalista" y "frente españolista"), fueron tan señaladas las afinidades personales entre los artífices del deseo, que esa posibilidad se desvaneció como por obra de encanto, sin lograrse el resultado electoral apetecido. No ha sido así en esta ocasión, cuando hasta la propia trayectoria del PSOE con Zapatero parecía abrigar otras prioridades políticas. El cambio se ha presentado sorpresivamente, encabalgado sobre el poder dividido y contradictorio (en términos de derecha e izquierda) de PSE y PP vasco, y ello augura una seria dificultad de gobierno, podrá objetarse.

No es una situación radicalmente nueva la que se presenta, puesto que ya la contempló Montesquieu. Desde cierta lógica o forma de hacer política, la realidad de un poder dividido puede parecer que impide o dificulta seriamente la toma de decisiones. No hay que preocuparse en exceso. Con cabeza y buena voluntad, PSE y PP serán capaces de convenir y no tendrán más remedio que ponerse de acuerdo, a pesar de sus evidentes diferencias en muchas cuestiones, precisamente porque es necesario tomar decisiones. Son muchas las decisiones que esperan al futuro gobierno vasco y mucho lo que tiene que decir también el PNV, tanto en su capacidad de acuerdo con el PSE como con el PP vasco, y no se entendería que no lo quisiera hacer.

La triangulación va a ser un ejercicio corriente a partir de ahora en la política vasca, que va a poner a prueba las verdaderas habilidades y las lealtades de todos. No sólo de López Jaunak.