Europa es un sueño,
una utopía, un imposible que, como el río, se abre paso entre los obstáculos. Europa
fue el gran sueño hace cien años de la generación española de 1914. Ortega,
Azaña, Fernando de los Ríos, Salvador de Madariaga fueron la expresión de un
europeísmo y de una implicación en la política exterior, en tiempos de crisis
europea, apuntalando la voluntad democrática. El proyecto de una nueva España europea
que abanderaron, fue el que materializó a la postre la generación de 1978, y
que plantea en la actualidad nuevos desafíos. Europa sigue requiriendo de todos
y especialmente de las nuevas generaciones, puesto que la experiencia de la
crisis ha podido transformar el sueño europeo en desengaño. La máxima de
Ortega, ‘España es el problema’ ha sido reiterada en los últimos años desde una
óptica europea; pero en clave española, Europa ha dejado de ser la ‘solución’,
en el ánimo de muchos, para verse también como problema: como la causa
principal de nuestros males inmediatos.
Es el acento algo
forzado del PSOE en esta campaña de las elecciones europeas, instando a un
cambio radical en la política económica y social, para responsabilizar a la
derecha de los desastres del ‘austericidio’, ahora precisamente que en Francia
el nuevo gobierno socialista ha emprendido la vía de los recortes para cimentar
la del crecimiento. La idea de que Europa ha abandonado el sueño europeo,
simbolizado en el Estado del bienestar, para entregarse a los principios
neoliberales del sueño americano, más que un discurso socialista es un discurso
pobre, y antieuropeo de fondo. A pesar de los años de crisis transcurridos,
algunos partidos no quieren aceptar que la principal responsabilidad de
cualquier gobierno es preservar el orden de libertad y bienestar de los
ciudadanos, introduciendo las modificaciones necesarias para adaptarlo a las
circunstancias cambiantes, con el objeto de hacerlo viable y evitar su quiebra.
El futuro del Estado de bienestar será distinto al construido en los Treinta
Gloriosos, o no será. No es una cuestión de ideologías, sino de matemáticas.
No es el único desafío
europeo. Europa es cultura, Europa es modernización, Europa es democratización,
Europa es integración y cooperación. La Europa solidaria pasa por una Europa
fuerte y unida. El actual proceso de desacoplamiento entre Estado y Nación no fortalece
la Europa de los pueblos frente a la de los Estados. La utopía de la Europa de
los pueblos que defienden los partidos nacionalistas contribuye únicamente a una desagregación y mayor debilidad
de Europa en el mundo globalizado. Europa implica una renuncia a cualquier
planteamiento de soberanía excluyente. Las aventuras o aspiraciones
secesionistas de los nacionalismos periféricos en España u otros lugares de
Europa no benefician evidentemente al proyecto europeo. Euroescepticismo, antiglobalización
antisistema, populismo xenófobo y secesionismo acaban constituyendo un frente
de fuerzas y actitudes antieuropeístas esencialmente perturbador y de efectos
disolventes en la coyuntura actual, como se comprueba en la frontera exterior
de la UE a propósito de la crisis de Ucrania.
La política europea no
se hace sólo en las instituciones europeas sino en las diferentes naciones y
regiones, que deben esforzarse por cumplir sus compromisos, sin descansar hasta
que la recuperación económica alcance a los extraños y excluidos. Tampoco puede
olvidarse que en España europeización ha sido históricamente sinónimo de regeneración,
y debe seguir siéndolo. Es, sin duda, importante restablecer la imagen de España
en el uso debido de los fondos europeos. Pero es urgente también profundizar en
la reforma de nuestras instituciones y de nuestras leyes, reduciendo distancias
con Europa, desde una clara voluntad de regeneración política. Por ejemplo,
revisando nuestro modelo electoral y el propio funcionamiento de los partidos
para favorecer el control de su financiación, la participación y procedimientos
de democracia interna que pongan límites al poder de sus cúpulas y a prácticas
clientelares de todo tipo. Los partidos mayoritarios, en cualquier ámbito
territorial, tienen una mayor obligación de responder a este clamor ciudadano.
En Navarra, una
comisión interna de UPN, con participación de expertos, ha elevado en este
sentido propuestas innovadoras y consistentes a los órganos directivos del
partido, que han decidido crear otra comisión para revisar el trabajo de la
anterior, con miedo a que el cambio señalado, inspirado en el modelo alemán, llegue
a ser efectivo. Cuando los que han mandado en el pasado pretenden seguir
haciéndolo en el presente, y quienes tienen ahora la autoridad legítima y la
responsabilidad política no se atreven a ejercerlas, la regeneración es
imposible o nace muerta, por absurdo que parezca. Como se ha verificado en
tantas ocasiones, un partido mayoritario o se regenera desde el poder
promoviendo cambios profundos y reales, que se puedan tocar, o se regenera en
la oposición, con todo lo que ello lleva consigo. Así de sencillo. No basta con
apostar por Navarra, España y Europa. Hay que ser consecuentes, y no renunciar
a soñar.
Publicado en Diario de Navarra, 24 de mayo de 2014
Me ha gustado mucho tu artículo. Muy equilibrado, realista y valiente.
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