Egipto se ha echado a la calle y Mubarak no ha podido resistir, por dispuesto y decidido que estuviera a continuar, después de 30 años. El ejército se ha negado a disparar sobre la multitud, pero la transición en manos del ejercito, por mucha esperanza que tenga puesta el pueblo en él, es incierta. La ola de cambio, en cualquier caso, está sacudiendo al mundo árabe, primero Túnez, luego Egipto, ahora Argelia: la alianza de civilizaciones pasa por la afirmación democrática, y por el apoyo explícito al cambio democrático. La protesta y el ciberactivismo no tienen fronteras.
Eso es lo que preocupa a Rubalcaba en España hace tiempo, y ahora con más motivo. Que estalle la protesta social y que se lleve a Zapatero y al PSOE por delante antes de tiempo. Nadie sabe el aguante de este país, pero que quienes manejan los datos y las encuestas estén preocupados, es señal de que estamos al límite, y de que se piensa que las cosas todavía pueden ir peor. Rubalcaba está preocupado, pero Zapatero se dedica a gastar cuatro millones en propaganda institucional para vender la rebaja de las pensiones como un gran pacto social.
Como si estuviéramos ante un nuevo Adolfo Suárez y unos nuevos Pactos de la Moncloa, que si no fuera porque vino la alemana Merkel al día siguiente a revisar los deberes realizados y a ponerle un positivo, igual alguno hubiera pensado que nuestro Zapatero volvía a volar por sí solo. Aquí, dentro del corralito del PSOE, nadie vuela ya, ni siquiera Rubalcaba que está tocado del ala con el nuevo rumbo que ha tomado el caso Faisán, inoportuna reapertura de la investigación del chivatazo de ETA durante la pasada tregua, ahora que estamos en otra y que una nueva marca de Batasuna, Sortu, pretende presentarse a las elecciones municipales dentro de 100 días.
Los últimos días de Zapatero, si es que llega. El mito de Suárez es invocado por analistas árabes para atraer algún mirlo blanco que haga posible el milagro -el trabajo necesario- en los distintos países que se hallan en proceso de cambio. El mito de Suárez, a quien tanto se hizo sufrir, sigue vivo en España. La llamada operación Rubalcaba para suceder a Zapatero es muy poco clara y seguramente tiene escaso futuro. Es muy poco clara, porque no se sabe de quién parte, si de Zapatero o del propio Rubalcaba y el entorno prisa-felipista. Y tiene poco recorrido, porque no es fácil suponer que un PSOE en descomposición vaya a aceptar esa solución de pasado. El fantasma de UCD acecha a los socialistas.
Con independencia del cerco que el PP ha lanzado sobre quien parecía nuevo hombre fuerte del gobierno, si consultáramos la historia reciente y no queremos imitar el dedazo de Aznar, la única posibilidad de que Rubalcaba pudiera suceder a Zapatero como cartel electoral del PSOE es que Zapatero anuncie, no su renuncia a la reelección, sino su dimensión como presidente de gobierno, como hizo Suárez en vísperas del 23-F dando paso a Leopoldo Calvo Sotelo. Si no es estando ya en el poder, difícilmente le van a dejar esa oportunidad, y aun así no podrá asegurarse el control del partido, al igual que ocurrió con UCD. Sería paradójico, por otra parte, que quien quiso desprenderse del felipismo diera paso al final de sus días a quien mejor conoce todo el fondo de armario de Felipe González.
Pero aunque así fuera, no es fácil pensar en otro modo de evitar unas primarias. Zapatero se aniquilaría del todo a sí mismo si, en circunstancias distintas, se opusiera a conceder a alguien dispuesto dentro del partido la oportunidad que él tuvo para alzarse con el liderazgo del PSOE. Puestos a dimitir la ocasión sería después de las municipales, si se cumplen los pronósticos catastróficos que pesan sobre los socialistas. Quedan menos de 100 días, si es que antes no estalla la protesta social que le quita el sueño a Rubalcaba, como ministro del interior, y como Elegido, aunque no se sepa muy bien de quien y por quien. Mubarak ha durado 18 días, ¿cuántos duraría Zapatero si todos los que están sufriendo en sus carnes las consecuencias de su ceguera y de sus errores se echasen a la calle?
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