España, después del rescate financiero de Irlanda, se ha colocado de nuevo en el ojo del huracán de la crisis. Incertidumbre y Falta de Confianza son el nombre de las dos plagas que azotan a la economía española. Falta de confianza externa e incertidumbre interna componen la antesala del miedo, el miedo al futuro que mina las posibilidades de cualquier proyecto colectivo.
No se trata de proclamar el Apocalipsis, pero tampoco es posible permanecer en el limbo, que al parecer el propósito de Zapatero después de haber amagado algunas medidas para contentar la voracidad de los mercados y hacerles creer -a ellos y a los agentes externos- que España ha emprendido el buen camino para la solución de sus problemas, y que sólo es cuestión de esperar.
Ganar tiempo, esperar a que pasen las inmediatas citas electorales sin que nuevas medidas o reformas le pasen una factura mayor, contemporizar con los sindicatos, resistir a la oposición, atrincherarse con los nacionalistas, comunicar mejor. Zapatero no sabe más que de política pequeña. Pero España lo que precisa en estos momentos es otra cosa, es política grande.
Así se lo han venido a decir los empresarios, los supuestos responsables de la crisis, como intentó vender el púber Zapatero 'in earlier times'. Se lo han dicho primero por escrito, por mediación del rey. Y se lo han dicho luego directamente de viva voz en La Moncloa. Más que una imagen de interlocución, lo que le han dado los empresarios a Zapatero es una voz.
La voz de los empresarios se ha hecho oír y ha sonado a bronca. Le han pedido al presidente que gobierne, que para eso le pagan. Que el problema es que fuera no nos creen, y que es mejor sobreactuar que quedarnos cortos en las reformas. Sí, Zapatero debe 'sobreactuar' porque -le guste o no- él aporta un 'plus' de desconfianza y es, por tanto, doble su responsabilidad con el país.
La voz de los empresarios ya ha levantado rumores, como sucedió antaño cuando se movían los militares y los políticos y medios de comunicación se dejaban llevar alimentando errores. España no está para aventuras de salón, ni para rumores de un gobierno de concentración presidido por una personalidad independiente, como operación favorecida por el propio rey.
Lo que faltaba a España ahora es un 23-F económico. Cómo si no hubiéramos aprendido nada de la historia reciente. El gobierno que gobierne. Y en el peor de los casos, si no puede o no quiere hacerlo, que convoque elecciones. Otra cosa es que lo más sensato de los dos grandes partidos deban convenir de manera ineludible reformas de calado político para un futuro próximo.
Y a nadie se le escapa que la voz de los empresarios ya ha apuntado en ese sentido algunos puntos dignos de toda atención. Sí, hay que hablar de la racionalización de la administración, de su tamaño y por tanto del futuro del actual Estado de las Autonomías. No se trata de replantear los fundamentos políticos de la España plural sino de asumir la inviabilidad económica de una España tan diversa y fragmentada en el mundo global.