viernes, 11 de junio de 2010

Por obligación, no por devoción

Zapatero ha visitado por primera a vez el Papa en el Vaticano. Por obligación, no por devoción. La reunión se ha producido al ser ya costumbre que el Papa lo haga con el presidente de turno de la Unión Europea, aunque es sabido que para Zapatero Benedicto XVI no es santo de su devoción. El presidente español ha querido marcar distancias con el Vaticano incumpliendo la regla no escrita de no realizar el mismo día una visita al presidente de gobierno italiano. Zapatero quiso hacerlo, dado los graves asuntos que conciernen a Europa, y no se sabe si Berlusconi quiso devolverle la jugada al español con un desaire en la rueda de prensa conjunta, dejándolo solo. El portavoz del gobierno de Italia ha tenido que desmentirlo, porque la interpretación ya estaba hecha. Han bastado las imágenes. Donde las dan, las toman.

Zapatero no se somete al poder de la Iglesia, bastaría, tratándose como es de un líder democrático, pero sí lo hace ante los mercados, por mucho que se quiera un dirigente socialista de futuro. Se atrevió, tiempo ha, a responsabilizar a los empresarios de la crisis y del fracaso del diálogo social, pero ahora impone la reforma laboral por decreto asumiendo las tesis capitalistas en contra de los sindicatos. El poder o la ira de los mercados se ha erigido en el nuevo poder de Dios, situándose por encima de los gobernantes, que se han visto obligados a plegarse ante él. El culto al dinero, como toda religión, levantado como mediador necesario para la salvación terrenal, exige y conlleva sacrificios inevitables.

El Zapatero converso, caído repentinamente del caballo, sabedor de que todo poder proviene de la economía, ha aceptado sumiso las verdades de la nueva iglesia congregada por el capitalismo moderno, que lejos de refundarse a propósito de la crisis, como presumía cierta izquierda, ha apelado con nuevo vigor a su pueblo fiel, sacerdotes y templos sagrados: esa nueva iglesia de la que pretendía apartarse públicamente Zapatero en tiempos de tribulación, precisamente cuando hay que reafirmar la fe, como bien enseña el catecismo. Y todo esto lo ha hecho sin dar aún explicaciones, como si se tratara de un simple ritual religioso. Pero el gesto de disidencia ante el Vaticano que no falte.

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