viernes, 18 de junio de 2010

Despedida europea

Ayer se celebró el último Consejo europeo bajo la presidencia de turno española, que aunque se prolongue unas semanas más se puede dar ya por acabada. No ha respondido a las expectativas que se había hecho Zapatero (ni Pajín, el famoso acontecimiento planetario), pero lo mejor es que ya ha pasado. El Consejo de ayer vino a ser como una fiesta de despedida para Zapatero y un alivio para todos. Todo fueron buenas palabras y palmadas en la espalda después de una semana de muchos rumores y bastante más miedo ante la posibilidad de un desplome español y la necesidad de acudir a un fondo de rescate para España preparado por la UE y el FMI. La Moncloa ha andado mucho más afanada en intentar controlar esos rumores y evitar que saltaran a las portadas, que en concretar más la reforma laboral y negociar su próximo apoyo parlamentario una vez que los sindicatos anunciaron que irán a la huelga general.

Pero las palmadas de ayer sobre la "importancia" de las reformas españolas y la visita de hoy mismo a Zapatero del director-gerente del FMI para asegurar la "enorme confianza" que se tiene en España, han sentado muy bien a nuestro necesitado Zapatero, quien, en su primer encuentro con Cameron, se ha permitido darle paternales recomendaciones y consejos, como si de un alumno aventajado se tratara, por más que el pequeño Cameron no haya ocultado en su reciente campaña electoral que Gran Bretaña necesitaba reformas de caballo, y se pusiera tras su victoria manos a la obra enseguida, justo lo contrario de lo que ha hecho Zapatero, aunque ayer éste estaba de gracia (ayer y no el día de la visita al Papa, como le dijo Berlusconi antes de dejarle plantado), y todo se le permitía.

Zapatero afronta crecido la hora de la verdad. Su espíritu camaleónico le hace pensar, en su misma ingenuidad, que la rectificación (por imposición forzosa) de que ha hecho gala le puede consagrar como un verdadero líder europeo. Que nada está perdido, en términos políticos personales. Que Felipe González rectificó con el referéndum de la OTAN y permaneció 10 años más en el poder. Vistas las declaraciones que viene prodigando últimamente González contra Zapatero (aun cuando parezca a veces que le echa un capote, con la otra mano le clava la puntilla) no da la impresión de que el ex presidente ni muchos barones socialistas estén a estas alturas dispuestos a hacerle el juego al de León. Lo que no quita para que Zapatero, herido en su amor propio, esté dispuesto a llegar hasta el final.

Podrá convencer a los suyos, aunque lo tiene difícil. Podrá hacer bien los deberes que le quedan, ha de esforzarse y todos lo deseamos, que no se quede a medias y que haga buena letra, ahora que ya no está bajo los focos del escenario europeo y no tiene por qué ponerse ni poner a nadie nervioso. Muy complicado parece, no obstante, que pueda volver a recuperar la confianza de las clases medias después de haber conseguido irritarlas de verdad, metiéndoles no ya el dedo en el ojo, que eso le puede suceder a cualquiera y siempre se perdona, sino lo que es peor, la mano en los bolsillos. Para sacarles los cuartos y además tocarles sus partes más sensibles, y eso son palabras mayores, además de gruesas. Pajín y De la Vega se ríen de que el PP juegue a presentarse ahora como el partido de los trabajadores. Lo que no debería hacerles tanta gracia es darse cuenta de que si el PP lo hace es porque el PSOE ha dejado ya realmente de contar entre las clases medias.

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