¿Qué es lo que se mueve en el mundo de la izquierda abertzale y en qué sentido va? El bienintencionado presidente del PSE Jesús Eguiguren, el negociador, ha hecho de telonero y altavoz del acuerdo suscrito entre EA y Batasuna. Se había especulado con que ETA anunciara una tregua o incluso que anunciara su renuncia a la violencia y la entrega de las armas, pero el domingo pasado el anuncio de ese 'paso importante' que supone la vinculación de Batasuna a un partido democrático, según la propia valoración de Eguiguren, obvió cualquier referencia a ETA. Como si no existiera y bastara ignorar esa variable para despejar la incógnita de la violencia en esta operación. O como si bastara esta operación para la resolución del problema.
Que esta operación tiene que ver con la proximidad de las elecciones municipales es evidente. Que Batasuna quiere volver a las instituciones, también. Pero llegados aquí no está claro lo que prevalece: si el interés de ETA en contar de nuevo con Batasuna en el ruedo político, o la voluntad de Batasuna de apartarse de ETA y de apostar verdaderamente por la política. El domingo se dejó pasar la oportunidad de pronunciarse claramente en ese sentido. Eguiguren dice que no se puede pedir peras al olmo tan rápido, pero sin peras no hay política buena que valga. No se pronunció Batasuna, ni tampoco lo hizo EA.
¿Cuál es el juego? El ministro del interior Rubalcaba y el propio Lehendakari López se han pronunciado tajantes en contra de cualquier posible nueva negociación con ETA, y de que se esté haciendo en estos momentos. Eguiguren, por más que haya sido respaldado por Gara, en ningún momento ha postulado siquiera que se deba volver a ella. Por otra parte, nadie ignora que EA es un partido con serias dificultades actuales para lograr representación política. El acuerdo desde esa perspectiva es interesado. Pretende contar con los votos de Batasuna tanto como Batasuna beneficiarse de ese paraguas democrático para no quedar a la intemperie de la Ley de Partidos.
La jugada puede salirle cara a EA a poco que se descuide Batasuna en los nombres que proponga para las listas. Pero eso es casi lo de menos, si es que se llega a ese momento. Por medio la sangría entre la izquierda abertzale será una realidad, triste para unos y grata seguramente para otros. La operación no es inocua en el campo del nacionalismo y la gran perjudicada será precisamente la izquierda abertzale, a menudo olvidada, que ya ha hecho el 'rito de pasaje' -de la violencia primitiva al mundo político civilizado- que Batasuna pretende no tener que realizar. Esa izquierda nacionalista es la que representa Aralar, y cuyo ascenso Batasuna parece estar muy interesada en frenar: en el País Vasco y aún más en Navarra.
Lo que está evidentemente en juego es el futuro de la coalición Nafarroa Bai en Navarra, articulada alrededor de Aralar y a la que pertenece también EA, y que obtuvo buenos resultados en las pasadas elecciones autonómicas de 2007 (se convirtió en la segunda fuerza política de la comunidad foral), hasta el punto de especularse con fundamento sobre un gobierno PSN-NaBai, que Miguel Sanz se empeñó en desbaratar al precio de la ruptura de UPN con el PP. EA ya ha invitado a Aralar a sumarse al nuevo proyecto con Batasuna. Más allá de las intenciones, dinamitar NaBai no sería un 'paso adelante' sino todo lo contrario (por mucho que pudiera favorecer electoralmente a UPN y al PP).
Aplicando las fases del drama social propuestas por Victor Turner, está claro que el mundo de ETA abrió una brecha y una crisis en la sociedad vasca y española, que no puede repararse sin atender a los procedimientos legales y sin someterse a un mínimo 'ritual de aflicción' como es la confesión pública (de algo tan sencillo como los propios errores y el daño cometido o consentido), si quiere restablecerse realmente la paz. ¿Es este el resultado al que aspiran EA y Batasuna, o van simplemente a lo suyo?
Aplicando las fases del drama social propuestas por Victor Turner, está claro que el mundo de ETA abrió una brecha y una crisis en la sociedad vasca y española, que no puede repararse sin atender a los procedimientos legales y sin someterse a un mínimo 'ritual de aflicción' como es la confesión pública (de algo tan sencillo como los propios errores y el daño cometido o consentido), si quiere restablecerse realmente la paz. ¿Es este el resultado al que aspiran EA y Batasuna, o van simplemente a lo suyo?