Se esperaba que el 14 de abril las fuerzas neorrepublicanas pudieran celebrar la victoria del Estatut, por pírrica que fuera, pero no ha sido así. Ni ese día ni el siguiente hubo fumata blanca en el Tribunal Constitucional. Los nacionalistas catalanes llevan tiempo muy nerviosos. A estas alturas se contentan con salvar el preámbulo que da valor político al texto calificando a Cataluña como nación. Salvarlo, aunque sea forzando al Alto Tribunal a precisar una interpretación que pudiera ser compatible con la Constitución. Pero nada, los jueces son incapaces de dictar sentencia después de cuatro años. Nueva fumata negra sobre el borrador presentado por uno de los jueces del sector progresista.
Hemos aceptado el juego de adscripciones políticas dentro del poder judicial y así nos va. Hay quienes fuman en pipa -comenzando por quien le propuso, el gobierno de Zapatero-, porque uno de los miembros del bloque progresista ha votado en sentido contrario al que 'debía' votar. Hubiera bastado con que se hubiese atenido al guión, y con el voto de calidad de la presidenta la sentencia habría salido adelante, por mucho que ésta deseara no tener que utilizarlo. Pero lo habría hecho antes que exponerse a recibir otra monumental bronca de parte de la obispa laica Fernández de la Vega.
Si esto hubiera sucedido nada se habría dicho, pero como no ha sucedido así y resulta que un juez tiene serios reparos jurídicos sobre el meollo del asunto, pues se ha armado la de San Quintín. Casualmente, El País y el presidente de la Generalitat Montilla salieron al mismo tiempo y en tromba arremetiendo contra el TC por haber acordado encargar un nuevo borrador a otro ponente... esta vez del bloque conservador: el vicepresidente del tribunal. Algunos han aceptado tanto la lógica política del TC que cuando ven peligrar una sentencia acorde con sus intereses políticos, se revuelven y tocan a arrebato contra la actual politización del tribunal. Ahora resulta que, antes de que caiga la pelota al suelo -de nuevo en el aire-, es imperativo proceder a la inmediata renovación del TC, porque hay que 'demostrar' que no está dominado por el PP (el único culpable de que no prospere el Estatut que salió del Parlament de Catalunya, y que Zapatero se comprometió a apoyar... si quería él contar con el apoyo en Madrid del PSC, que es lo que está también ahora en el aire).
Las huestes neofranquistas representadas por el PP son una auténtica amenaza para la democracia y por eso lo que hay que hacer es arremeter contra las más altas instituciones que garantizan el Estado de derecho. Algunos -el popular Rajoy y el socialista hombre de estado Blanco- han mostrado su sorpresa por ese afán de cambiar las reglas del juego en pleno partido, pero en el fondo estos son los que no se enteran. La lógica debe ser seguramente aplastante puesto que en la labor de acoso contra la justicia los 'nuestros' se han movilizado y tienen previsto para este fin de semana una catarata de pronunciamientos contra el Tribunal Supremo, dominado por jueces que juraron en su día el Movimiento, y que ahora la han tomado contra el buen Garzón.
Hemos hecho tal piel gorda que asistimos imperturbables a un continuo y aceletado deterioro de la calidad del debate público en España, a la par que lo sigue haciendo nuestra economía. Las dos cosas son preocupantes; y juntas, casi letales para nuestras perspectivas de recuperación. El FMI, benévolo, ha corregido en dos décimas -en benficio del gobierno- las previsiones negativas del PIB del 2010 (sólo seguiremos cayendo un 0,4%), pero avisa también con fumata negra de que España ha perdido el tren de la recuperación económica mundial y se integra en el reducido grupo de países, ocho en total (entre ellos Azerbaiján, Zimbabwe, Venezuela y las islas caribeñas de St. Kitts y Antigua), cuyo crecimiento del año próximo será por debajo del 1%. El asunto es peor si resulta además que el mito de Cataluña como locomotora de España ha saltado definitivamente por los aires, con o sin sentencia del Estatut.
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