Consideraba Azorín que la vida de un político es una existencia dramática, donde el interés del público se centra en cada momento en su probabilidad de triunfo o fracaso. Es lo que ha sucedido con Pedro Sánchez, cuyo regreso tras las primarias socialistas ha constituido una sorpresa relativa. Aconsejaba Azorín al político “no mostrar impaciencia en los comienzos de su carrera; no se precipite; no quiera recoger el fruto cuando aún no está maduro”. Para muchos, dentro del mismo PSOE, fue lo que precipitó su caída. Un exceso de ambición y de orgullo, con escasa vitalidad de ideas. Sánchez no se ha resignado “a no ser nada por lo pronto, a esperar otro tiempo”, y herido en lo profundo, ha hecho del tesón –“una de las primeras cualidades del político” para Azorín– su principal arma de recuperación. “Lo que el político debe procurar ante todo es que los espectadores no vean que él duda de sí”, añade el intelectual del 98.
Los adversarios menospreciaron su capacidad de levantarse, valorada por la mayoría de los militantes socialistas, aunque está por ver si pese a su motivación negativa esa ambición, tesón y orgullo pueden transformarse esta segunda vez, aprendiendo de los errores, en fuerza positiva para su organización y la política española. La coyuntura invita, pero imitar es falsificar. Si el discurso populista (las alusiones a una izquierda y derecha, a arriba y abajo dentro del partido) le ha servido para recuperar el control del PSOE, no debe confundirse la percepción de la militancia, emocionalmente implicada, con la del votante socialista, actual o potencial. Las contradicciones de ayer son las mismas de hoy. El discurso regeneracionista en clave interna –abrir ventanas, purificar el aire– no es fácil de entender cuando Sánchez acaba sucediéndose a sí mismo. E insistir en el pacto a tres, con Ciudadanos y Podemos, es volver a la casilla de salida, sin recorrido.
Los adversarios menospreciaron su capacidad de levantarse, valorada por la mayoría de los militantes socialistas, aunque está por ver si pese a su motivación negativa esa ambición, tesón y orgullo pueden transformarse esta segunda vez, aprendiendo de los errores, en fuerza positiva para su organización y la política española. La coyuntura invita, pero imitar es falsificar. Si el discurso populista (las alusiones a una izquierda y derecha, a arriba y abajo dentro del partido) le ha servido para recuperar el control del PSOE, no debe confundirse la percepción de la militancia, emocionalmente implicada, con la del votante socialista, actual o potencial. Las contradicciones de ayer son las mismas de hoy. El discurso regeneracionista en clave interna –abrir ventanas, purificar el aire– no es fácil de entender cuando Sánchez acaba sucediéndose a sí mismo. E insistir en el pacto a tres, con Ciudadanos y Podemos, es volver a la casilla de salida, sin recorrido.
Para bien o para mal, la suerte de un líder depende de las personas que se rodea. Llamativa fue la espantada del primer círculo de fieles tras la dimisión del 1 de octubre. Con las manos libres para reorientar el XXXIX Congreso del PSOE, obra y responsabilidad por tanto suyas, se antojan decisivas la calidad, actitudes y capacidad de influencia sobre el líder de las nuevas personas incorporadas a la dirección. ¿Qué esperar del voluntarista “Somos la izquierda”? Seguramente algo sencillo. La política española va a seguir atendiendo a las prioridades de los políticos, no de los ciudadanos. Un primer frente lo constituye la batalla por el liderazgo de la oposición, con la anomalía histórica de que el presunto líder ni siquiera está en el Congreso. Una batalla que puede quedar en entente. ¿Se puede recuperar el voto socialista cedido a Podemos acercándose a Podemos? Es dudoso, pero aún más sin dejar que C’s se extienda por el centroizquierda, lo que aumentaría las posibilidades de una futura mayoría absoluta PP-C’s.
La ausencia de Sánchez en el Congreso juega en contra de Sánchez y, una vez dilucidada la cuestión del liderazgo, únicamente puede solucionarse de dos maneras: con unas nuevas elecciones sin agotar la legislatura o con una nueva moción de censura con él como candidato. Las personalidades de Sánchez e Iglesias invitan a ‘echar al PP’, por escasamente democrático que suene ese discurso. Pero pasar como el responsable de la inestabilidad política en contra del interés general puede acabar de hundir al PSOE. La ley electoral impide una debacle a la francesa, aunque cualquier mínimo retroceso será ya un desastre interno. Por otro lado, una nueva moción de censura antes de que se consume el desafío del referéndum catalán es inverosímil, a poca sensatez que muestren Sánchez y su entorno. Tampoco sería fácil justificar el rechazo a Rajoy por la corrupción del PP sin hacer ascos políticos a la corrupción catalana.
La opinión pública española no entendería que el PSOE de Sánchez no apoye al Gobierno en la cuestión catalana. Pero eso le aparta indudablemente de Podemos y de la complicidad que necesitaría de los nacionalistas catalanes para hacer viable cualquier moción de censura, porque los vascos de Aitor ya están por engrasar el tractor de Rajoy. En cualquier caso, que Sánchez pretenda atraerse a los nacionalismos afirmando solemnemente a estas alturas que España es un Estado plurinacional ‘pero en sentido cultural’, es no decir nada, una tontería, como le habrá transmitido ya Patxi López, recuperado para la política territorial. Todo esto favorece a Rajoy, fortalecido de una moción de censura que ha sabido convertir en moción de confianza, sin que haya dado un solo paso que pueda comprometer a su partido… “No reprochemos a nadie ni sus contradicciones ni sus inconsecuencias”, decía Azorín, pero pensando en auténticos hombres de Estado capaces de adecuar sus actos a la voz del deber, “en contra de lo que hubiera con más calor toda mi vida sustentado”.
Publicado en Diario de Navarra, 24 de junio de 2017
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