sábado, 1 de marzo de 2014

Capítulo de conclusiones


Comisión ha habido, de investigación no tanto. El trabajo no ha aportado conocimiento nuevo alguno. Se trataba de iluminar lo que los investigadores principales ya sabían de antemano. Tan convencidos estaban de la verdad de sus premisas, que buena parte de su empeño ha consistido en desactivar la demostración de su falsedad. Se ha querido desacreditar el testimonio de los técnicos –que han certificado que no ha habido irregularidades– como si hubiera sido orquestado desde UPN para ocultar la verdad, por más que la propia ex directora de Hacienda reconociese que no ha habido corrupción. Aun así la Comisión reprueba a Barcina y Goicoechea, y solicita el adelanto electoral.

La regla de oro del buen trabajo investigador hace pasar la libertad de orientación por la prueba del rigor del método. Aquí las conclusiones presentadas evidencian un juicio político de intenciones. No se ha pretendido cargar de realidad unos supuestos hechos censurables, sino cargarse de razón para una operación de acoso y derribo, regida por el todo vale. ¿Debemos asistir entonces al espectáculo lamentable de una moción de censura sin verdadero examen al candidato, al baile de relevos de cargos, a la paralización de facto del gobierno, y a la utilización del poder como arma electoral? Eso sí que es delito. ¿Piensa con eso robar el PSN, de la mano de Bildu, votos a UPN? Porque a los demás, ninguno.

Junto a las conclusiones y exigencia de responsabilidades efectuadas, los ciudadanos interrogándose a sí mismos han podido establecer las suyas propias. Quedan además misterios sin resolver. ¿Quién filtró la carta de dimisión de Nieves? No estaríamos aquí, si no. ¿La consejera para humillar a la ex directora de Hacienda, como se ha afirmado en algún medio? Habría sido una torpeza mayúscula, pues en nada podía beneficiar a Goicoechea ni al Gobierno. ¿Herida en su orgullo profesional y expuesta a las influencias de su entorno inmediato, se ha prestado Nieves a una operación política explosiva? Caben otras hipótesis secundarias, aunque el tema no da para una tesis doctoral.

Jiménez, al ligar la moción de censura a la gravedad de los hechos acreditados, ha conseguido elevar el tono de las conclusiones elaboradas, atrayéndose a los grupos de la oposición, pero se ha separado igualmente de ellos ante la opinión al no poder invocar ya otros argumentos políticos para justificar la moción, y haber quedado él desautorizado en la propia investigación. Si la presenta ahora la imagen del PSN como caballo de Troya del nacionalismo para el asalto del palacio-fortaleza de Navarra quedará establecida. Y el oportunismo de Jiménez, sin importarle que los nacionalistas quieran luego prescindir de él –si puede ser rey por un día, sin primarias, y quedar inmortalizado, sable en alto, en su montura de madera–, pasará igualmente a los anales del viejo reino. Pobre ganancia personal si conduce al partido al despeñadero.

Al PSN le ha comenzado a entrar el vértigo, sobre todo al ver a Barcina dispuesta a que la despedacen y a enseñar ella misma al pueblo su cabeza en alto para demostrar la ignominia cometida. Como el Cid está dispuesta a campear después de muerta. Y eso asusta. Aunque veremos si el PSOE consiente la maniobra. El panorama de una carrera en las elecciones europeas, donde pretende imponerse in extremis al PP en la foto finish española, con un PSN tirándole con Bildu de la camiseta por detrás –cualquiera que sea la manera de presentar y justificar la moción de censura–, es poco alentador. Pero un segundo frenazo desde Madrid a los socialistas navarros deja a Jiménez en la picota. Toque a muerto, en todo caso, va a haber.

La Comisión no ha buscado la verdad, pero sí ha servido para mejorar el conocimiento de nuestra clase política. Para medir su grado de honestidad intelectual y política. Como en la bolsa, unos cotizan al alza y otros a la baja, aunque nos movamos entre mínimos. La llamada izquierda progresista no es tan divina como pretende, ni siquiera en el paraíso foral, donde la vara de medir que aplican es muy distinta a la de allá donde gobiernan entre mortales. La coherencia interna y externa es un criterio de validación en cualquier investigación.

Tras el cierre de las conclusiones se abre el tiempo de las decisiones. Cada cual en el ámbito de su responsabilidad. La oposición y el PSN en particular también la tienen. En cómo hemos llegado hasta aquí, y en la salida más razonable. Las consecuencias de la política filibustera las pagamos todos, pero sobre todo, esa concepción de la política no puede levantarse como bandera de la regeneración democrática ni de la ética cívica, cuando ni siquiera es capaz de atender a las reglas básicas de la investigación, donde la realidad debe prevalecer sobre la idea previa: precisamente para no ocultarla, para mejorarla, para transformarla.

Publicado en Diario de Navarra, 1 de marzo de 2014

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