Si es verdad que el
llamado ‘giro lingüístico’ ha dejado de marcar hace algún tiempo el debate en
el seno de las ciencias humanas y sociales, en el ejercicio de la política
tiene plena actualidad, no sólo en Navarra. La tesis de que el lenguaje es el
agente constitutivo de la conciencia y de la producción social de significado,
alimenta más que nunca algunos discursos políticos, según los cuales no existe
una realidad al margen de las categorías del observador. Cualquier idea de un
universo objetivo, independiente del discurso, se considera una ilusión porque
el lenguaje no refiere a una realidad extra-lingüística. La materialidad misma de lo real no posee ningún
significado al margen de su enunciación.
Esto es algo que
afecta particularmente al socialismo navarro en las últimas semanas. El pacto
de la oposición para incluir, contra las evidencias, el término corrupción en
las conclusiones de la comisión de investigación no bastó para salvar el veto
de Ferraz que como una espada de Damocles se cernía sobre Jiménez y la actual
dirección del PSN, su credibilidad en juego. Tras el fiasco de la moción de
censura no ha habido empero dimisiones, por más que hayan sido reclamadas desde
distintos sectores de la militancia, y se imponga desde el sentido común. El
principal argumento de Jiménez para no dimitir ha sido apelar a la tranquilidad
de su conciencia y a la responsabilidad, lo cual es paradójico pues lo primero
no puede servir para soslayar las responsabilidades debidas en el espacio
público.
Lo que es kafkiano no
es que el PSN tenga que pagar los platos rotos de una crisis del gobierno de
Navarra, como ha argumentado el todavía líder socialista, sino que una misma
dirección política haya fracasado en todos los roles, contradictorios por
demás, que ha pretendido jugar, y ello no tenga mayores consecuencias, como si efectivamente
no hubiera sucedido nada. Jiménez fracasó en el gobierno, pretendiendo hacer desde
ahí oposición, y ha fracasado igualmente en la oposición buscando liderar a la
propia oposición. ¿Qué más le queda por hacer, después de intentar todavía que
los críticos de UPN le solucionasen la papeleta, obviando que Barcina ha salido
claramente fortalecida tras la crisis provocada por él?
Cuando se valora la
performatividad del lenguaje, esto es, su
utilización para ‘hacer algo más que decir algo’, resultan más visibles
los límites del giro lingüístico. Hay ‘actos de habla’ que por sí mismos
instauran realidades, como la realización de una promesa.
Que es lo que la oposición de manera interesada ha trasladado al PSN,
enfrentándolo al valor de la palabra dada y descalificándolo como sujeto de
cambio. ¿Qué
es lo que no sabía el PSN desde el principio? ¿Que se precisaban los votos de
Bildu? ¿O que no había corrupción y por eso se empeña en reafirmarlo después? Llegados
aquí, la alternativa es clara: o se cae Jiménez con todo su equipo y da paso a
una inmediata reorganización del partido con nuevas personas, ideas y
estrategias, o renuncia a la actitud de bloqueo total en que se ha instalado.
Barcina le hace un
favor al PSN no convocando ahora elecciones. Pero el PSN no puede afrontar lo
que queda de legislatura como el perro del hortelano, que ni come ni deja
comer. Pues acaba por no saberse qué huerto cuida, ni para quién trabaja incluso.
Nadie le pide que se siente con Barcina, si no quiere. Basta que se abstenga, y
deje gobernar al partido mayoritario, como sucede en la CAV o en Extremadura. La
política no puede reducirse a simples juegos de lenguaje, de gran tremendismo
verbal (corrupción, desgobierno, inestabilidad, bloqueo, exclusión) aunque nada
inocentes, pues desde la perspectiva de la realidad construida por el lenguaje
político la situación es ciertamente insostenible.
Ante los excesos del
giro lingüístico se impone en la política –como ha sucedido en las ciencias
humanas y sociales- un ‘retorno a lo real’. A la verdadera realidad que sacude
a los ciudadanos, para quienes los políticos constituyen un obstáculo para la
solución de sus problemas, tal es el grado de inoperancia al que ha llegado la
política instalada en el lenguaje, degradado además al mero insulto. Por ello,
la voluntad de agotar la legislatura compromete particularmente a UPN. Asisten
razones para hacerlo. Para que la recuperación económica llegue a los más
castigados por la crisis. Para impulsar la regeneración política, no con
palabras sino con hechos, con pruebas, con el concurso de todos los grupos,
como una exigencia previa que permita recuperar la fe en la política, o que
revele si no el juego pequeño de quienes no quieren que nada cambie, con ánimo
de continuar beneficiándose del sistema. Y, en fin, para clarificar al norte y
sur del Ebro la dimensión de Navarra como comunidad política diferenciada
dentro de España, con el mejor Concierto, claro.
Publicado en Diario de Navarra, 26 de marzo de 2014