A veces no se puede dejar de mirar al pasado, porque parece que nos empeñamos en repetir los mismos errores, y se antoja entonces difícil atraer un futuro diferente. La reacción ante los nuevos Presupuestos Generales no se ha hecho esperar. Muy duros, injustos, insolidarios e ineficaces, dicen los socialistas. Rajoy sacrifica la salida de la recesión con más ajustes. Buscan contentar a los mercados, haciendo sufrir a la gente, afirma el presumible socio de gobierno del PSOE en Andalucía. Sin duda, estamos ante unas cuentas cruentas, pero ni leemos todos de igual manera los números o nos falla la visión retrospectiva.
Sangra que la mayor partida de gastos esté destinada a pagar los intereses de la Deuda (29.000 millones), que superan la totalidad del dramático recorte efectuado. La segunda asignación más elevada se la lleva el desempleo. Algo tendrá que ver con esto el gobierno saliente, más que el entrante, aunque a tenor de lo que se escenifica, no lo parece. No se sabe si creemos ya en la máxima orteguiana de que España es el problema y Europa la solución. Más bien Europa es el problema y España una parte cada vez más importante de ese problema. Pero lo que es más cierto que nunca, es que fuera de Europa no hay salvación.
¿A qué viene entonces tanta cáscara vacía en la crítica de la oposición? Poco interesa ya si el Gobierno anterior negó la crisis o si dejó de tomar medidas para combatirla eficazmente. De poco sirve levantar lanzas contra los mercados para que dejen de presionar a los estados, como si éstos pudieran volver a recuperar su vieja soberanía. Podemos discutir incluso si las exigencias de la UE son acertadas para salir de la Gran Recesión o no, y algo ha hecho en cualquier caso el actual gobierno español para relajar el ritmo de su cumplimiento. Nada de eso es realmente relevante para explicar el por qué de estos presupuestos.
Los requisitos que está exigiendo la UE a España y al resto de los países del euro, no son nuevos ni arrancan de la actual crisis. Son exactamente los mismos que definieron los criterios de Maastricht en 1992 para que un país pudiera entrar en el euro, consciente Europa de que junto al estímulo al desarrollo económico que suponía la adopción de la moneda común, ésta implicaba también posibles problemas, entre ellos el riesgo de que el descontrol financiero de algún país afectara a otros. De ahí los criterios de 1992: tasa de inflación moderada, déficit público no superior al 3% y una deuda pública no superior al 60% del PIB.
Esto es lo que nadie confiaba que España pudiera lograr cuando el PP llegó al poder en 1996, y lo que consiguió el primer gobierno de Aznar con la adopción de estrictas medidas de control del gasto público, permitiendo que España pudiera incorporarse desde el primer momento a la unión monetaria. Se alcanzó y se mantuvo mientras gobernó el PP. Esta hazaña es lo que España debe conseguir de nuevo, en una situación de mayor pobreza, después del retroceso sufrido bajo el último gobierno del PSOE, no sólo por omisión culpable, sino por responsabilidad directa en decisiones tan desafortunadas como la supresión por parte de Zapatero del techo de gasto a las Comunidades Autónomas que había decretado el PP en la etapa anterior, y que ha traído junto a un despilfarro casi obsceno, gran parte de los problemas de déficit actuales.
Se le olvida también al PSOE que el desempleo se redujo del 22 al 11% entre 1996 y 2004, y que volvió a cotas superiores al 22% con Zapatero, por más que aquella rebaja del PP arrojara todavía una tasa excesivamente alta en comparación con Europa, lo que revela la existencia de un problema estructural español, como recuerda ahora la Unión Europea, y que tiene que ver con la existencia de un mercado laboral dual o escindido, propiciado por la reforma laboral realizada por los socialistas en 1984 que fomentó bienintencionadamente la contratación temporal para los jóvenes, algo que se busca ahora corregir junto a nuevas medidas de flexibilización laboral.
Estos son los auténticos números que explican los contenidos en el Presupuesto de 2012, ante los cuales el PSOE no puede sino reconocer la gravedad de una situación que amenaza seriamente el futuro del país por generaciones enteras. No es hora de demagogias ni de cálculos oportunistas o partidistas, sino de arrimar el hombro. El PSOE tiene una responsabilidad histórica ante las generaciones futuras, tanto o más que el actual gobierno del PP, que no puede evadir aunque lo pretendiera. La sensatez de Rubalcaba no puede tornarse de golpe en irresponsabilidad. Porque irresponsables son los políticos que no se hacen cargo de toda la herencia que dejan.
Publicado en Diario de Navarra, 14 de abril de 2012
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