viernes, 10 de septiembre de 2010

ETA en escena

ETA ha entrado en escena para decir que cesa sus acciones ofensivas, que ya habían cesado hace meses por la eficacia del acoso policial que sufre por parte de España y Francia. Ni siquiera se habla de tregua, y por eso todos los partidos -menos la izquierda abertzale- se han adelantado a decir que el comunicado enviado a la BBC es 'insuficiente', que no era lo esperado, y que defrauda incluso las expectativas que se había hecho esa izquierda, dispuesta a ir mucho más lejos de lo que quisiera ETA, que no deja de arrogarse la tutela sobre ella.

Por supuesto que el comunicado es insuficiente, pero ETA ya ocupa el centro del escenario, y seguramente continuará haciéndolo en los próximos meses, precisamente porque lo que ha dicho es insuficiente. ¿Por qué esta súbita entrada en escena de ETA, por otra parte ya anunciada desde meses atrás? La proximidad de las elecciones municipales es una poderosa razón. Batasuna tiene prisa por volver a las instituciones de la mano de EA y si puede de Aralar. ¿Está avalando ETA esa operación en su comunicado? ¿O es un simple intento de lavar la cara, por su parte, para poder culpar luego al Gobierno de no haber permitido las listas de Batasuna?

El Gobierno por boca de su ministro Rubalcaba parece mostrarse firme con eso de 'o bombas o votos', que viene repitiendo incansable en un esfuerzo encomiable de pedagogía política. Como si esto fuera realmente lo sustantivo del momento e hiciera falta, por tanto, un nuevo movimiento o bien de ETA, entregando las armas, o bien de Batasuna, renunciando expresamente a la violencia y desmarcándose claramente de ETA (cosa que hasta ahora Batasuna todavía no ha hecho, y no se sabe siquiera si se lo ha pedido EA). Pero, en cualquier caso, el gobierno no piensa ni tiene por qué mover ficha, se dice.

Si sólo hay esto, indudablemente no hay nada. El Gobierno, aunque quisiera (que dice que no quiere), no va a poder colar esta vez a Batasuna en las listas con artificios rocambolescos como los utilizados las últimas veces, y aún para ir con EA mucho va a tener que blanquear sus nombres. El Gobierno no se va a mover, pero eso no quiere decir que no se haya movido ya. Que se hubiera anunciado la retirada de escoltas a determinados cargos antes del comunicado de ETA, resulta por lo menos curioso. El Gobierno no va a negociar, no va a abrir un nuevo proceso de negociación, por orgulloso que se sintiera Zapatero antes del verano de su iniciativa de la legislatura anterior (y resulta también curioso, con todo lo que llovió después, que el presidente se atreva a elevar a la categoría de mayor acierto lo que sin duda constituyó un enorme error de cálculo por parte suya). El Gobierno no va a negociar, pero eso no quiere decir que otros no vayan a hacer las veces.

La presencia en el escenario (medios, Parlamento europeo) de 'mediadores internacionales' para resolver el 'conflicto vasco' y poner fin definitivamente a ETA, remite a varios meses atrás y seguramente no tardarán en aparecer de nuevo. Si lo hacen no será por la capacidad operativa y de influencia actual de ETA, presuntamente derrotada, sino porque el Gobierno así lo ha pedido y urdido, por supuesto con las mejores intenciones, pues todos queremos la desaparición del terrorismo de nuestras vidas. No es probable, si así fuera, que ese movimiento lo haya acordado con el PP, por mucho que se esfuerce Rubalcaba en escenificar el giro de 180º en la política antiterrorista del PSOE respecto a la legislatura anterior. El comunicado es insuficiente porque habrá otro, y ya se especula, en efecto, sobre la proximidad de un nuevo comunicado de ETA sometiéndose a la verificación internacional del cese (unilateral, porque sólo de ella proviene) de hostilidades.

Y surge la maldad. Zapatero ha visto la parte positiva que tiene que desde fuera le marquen y exijan a su gobierno lo que hay que hacer, como se ha visto con la crisis, que de otra manera no se hubieran dado los pasos mínimos que se han dado en España, como la reforma laboral aprobada por las Cortes ayer. Los mediadores serían de facto los negociadores y el Gobierno -sin tener que explicar las diferencias del caso vasco con Irlanda del Norte o Kosovo- podrá cumplir diligentemente determinados 'pasos obligados' sugeridos por los mediadores, que si vinieran ahora de su mano sería impensable hasta plantearlas, como por ejemplo la inmediata legalización de Batasuna o la desaparición de la Ley de Partidos, o el ulterior reconocimiento del derecho de autodeterminación. Evitaría así el desgaste que supondría conceder por propia iniciativa esas exigencias actuales del abertzalismo, pero capitalizaría -en el momento en que se encuentra ya sin ningún capital político- el éxito inmediato de la expectativa del final de ETA. Pero, por supuesto, los pensamientos malos hay que alejarlos rápidamente de la mente.

La sociedad española, y la vasca en particular, urgen a la desaparición de ETA. Está en la mano de ETA. Lo que no pueden pretender los terroristas es erigirse en directores del 'proceso democrático' cuando aún no han demostrado conocer ni interiorizado las reglas más básicas de la democracia. No se trata de despreciar cualquier ayuda que pueda facilitar el fin de la violencia, pero sería irresponsable prescindir ahora de lo que se ha mostrado eficaz en la lucha contra el terrorismo, o de lo que han sido lentos pero importantes avances en la izquierda abertzale, como la aventura de Aralar, que podrían irse al traste precipitando las cosas. El tema es urgente, luego conviene esperar. La urgencia de las elecciones es razón suficiente para no dejarse llevar por ella. ETA y Batasuna -hoy formalmente lo mismo- han engañado demasiadas veces con la cita de las urnas y no hay nada, por el momento, al menos en el terreno de lo cognitivo, sensaciones y emociones a parte, que indique que vaya a suceder ahora lo contrario.

Que Batasuna pueda llegar a hacer verdaderamente política exige cultura -cultura política- y tiempo: algo más, sin duda, que unos pocos meses. Zapatero soñaba con que el fin de ETA pudiera llegar con Aznar. No fue así. Tampoco tiene que ser necesariamente con él. Si de verdad se quiere ver ese final, los dos grandes partidos han de ir de la mano. Zapatero quiso ir solo a desatascar el tema catalán y ha provocado casi una inundación. A estas alturas debía saber que el tema vasco es 
aún más complicado. De dos debilidades, la de ETA y la de Zapatero, es difícil que pueda establecerse un terreno firme que produzca el fortalecimiento de la convivencia colectiva, que es lo que precisan el País Vasco y España.

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