viernes, 6 de agosto de 2010

Zapatero, en la mina

Zapatero no irá este año a Rodiezmo, a la fiesta minera leonesa que marcaba el inicio del curso político socialista desde que él gobierna, porque no está el horno para bollos con los sindicatos, que le han hecho la faena de anunciar la convocatoria de una huelga general a cámara lenta, y hasta que ésta no se celebre, tenga mucha o poca repercusión, el presidente no puede hacer nada: ni plantear una crisis de gobierno, ni nuevas medidas contra la crisis, ni nada de nada.

En estas lo mejor que podía hacer es irse de vacaciones, pero tampoco. No puede irse de vacaciones, porque la crisis, o mejor, la nueva imagen que quiere dar de sí mismo ante la crisis, no lo permite. Después de todas las costosas reformas que se habían hecho en años pasados para que el palacete de La Mareta, en Lanzarote, estuviese a gusto de los señores Zapatero-Espinosa, ahora la teatralidad de la política no permite 'justificar' el gasto.

Zapatero no irá a la mina en otoño, pero se queda en la mina en verano, aunque tenga poco que hacer, porque para bien o para mal la economía va ya sola. Así que para llenar el tiempo, Zapatero hace lo único que sabe hacer. Maniobras cortas, tengan las consecuencias que tengan, y se lleven por delante lo que sea o a quien sea. Zapatero trabaja por su supervivencia, pues ya no hay cocina que pueda endulzar las encuestas, como se ha visto con el barómetro de julio del CIS, que reconoce más de 6 puntos de distancia al PP.

Montilla, en un rasgo de honestidad y sentido común, dijo en el Parlament catalán que la única manera de remediar lo ocurrido con el Estatut era una reforma de la Constitución. En Moncloa la cosa no debió gustar (la obispa laica ya había predicado que la reforma de la Constitución exige determinados consensos nada fáciles de conseguir, sobre todo cuando ni se pretenden, se olvidó añadir) y la tesis duró poco. El propio Montilla apareció en El País silenciando su afirmación del día anterior y lamentando por el contrario que el actual TC hubiera traicionado el espiritu posibilista de 1978.

La realidad es justamente la contraria, pero es lo que conviene a Zapatero, asegurar -sin más garantía jurídico-política que su palabra- que el estropicio del Estatut se puede arreglar por la puerta de atrás de la reforma de alguna ley orgánica, e intentar así contener la pérdida de votos en Cataluña, y el propio enfado del PSC, que hasta Felipe González ha tenido que defender lo indefendible: lo que no tiene cabida, sin reforma, en la actual Constitución de 1978, como le recordaba ayer Wert en las mismas páginas de El País.

No basta Cataluña para preservar el bien supremo de España, que es el PSOE. Zapatero y Moncloa trabajan estos días para imponer directamente de nuevo sus candidatos en Madrid, saltándose los cauces normales del partido. La famosa defenestración de Praga, al lado de la que se prepara de Tomás Gómez, el máximo dirigente del socialismo madrileño, será cosa minuta, si la resistencia de quien Zapatero aupó por las mismas razones que ahora quiere lanzarlo al vacío no logra dar un vuelvo a la situación.

Cataluña, Madrid, dos comunidades simbólicas y una ingrata realidad para el PSOE, que en nada  puede ayudar a mejorar sus expectativas generales, muy deterioradas en estos momentos Zapatero se queda en la mina este verano con la mirada puesta en las elecciones del próximo curso político, que es realmente lo que le preocupa y ocupa. Otra cosa es que tanto tesón no acabe en rebelión. Pero, en fin, cuando se baja a la mina lo importante es salir, Con el rostro ennegrecido, pero salir. Sin haber provocado el derrumbe de los galerías tras nuestro paso, mucho mejor.

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