Si ha habido un año de vacaciones merecidas para los españoles, ha sido éste, que tanto hemos sufrido y aguantado, particularmente a nuestros políticos. Y si no hemos trabajado todos lo suficiente es porque no nos han dejado. La crisis se ha cebado en España, como siguen reflejando los últimos datos de paro (no hay cambio de tendencia, como se había invitado a creer), y la culpa debe ser exclusivamente de los empresarios y del líder de la patronal, al que se acaba de responsabilzar de haber roto el diálogo social. Zapatero prometió antaño, cuando presumía de talante, que iba a trabajar para garantizar que todos los españoles pudieran disfrutar de un veraneo como el suyo. Pero ahora que hace falta, se permite amenazas y malos modales con el presidente de la CEOE, endilga una vez más la responsabilidad de sus propios fracasos al PP, pero él, Zapatero, se va de vacaciones, y no a cualquier sitio. Al palacete regio de La Mareta, en la isla canaria de Lanzarote, a cuenta del estado, lo que no hizo nunca Aznar, que se alquilaba su residencia veraniega, como es sabido.
Zapatero está muy contento con los sindicatos, pero más contentos están los sindicatos con Zapatero, por mucho que el líder socialista represente el poder. La memoria histórica no es útil para evocar la famosa huelga del 14-D lanzada contra Felipe González en 1988, porque un suceso de esa naturaleza ya ni se concibe. Los sindicatos españoles se manifiestan en las Autonomías contra los gobiernos del PP, o contra Sarkozy en Francia, coincidiendo con su presidencia europea, no vaya a cerrar la Renault. Cuando el poder está en manos de la izquierda el poder de los sindicatos no es más que una parte de ese poder, y además sumiso. Zapatero sigue sin querer ni oír hablar de ajustes, únicamente habla de mejorar las pensiones y prestaciones sociales en tiempos de crisis, como si fueran de bonanza, tirando del dinero de que no se dispone hoy, y del trabajo de mañana, que no sabemos si habrá para los españoles. Pues, puestos a seguir aumentando sin control el déficit público, que hubiese pagado las vacaciones a todos, y todos tan contentos.
Si lo que se quiere son políticas de gestos, ser consecuente con el "izquierdismo republicano" de que presume, y reavivar la memoria de la historia que apadrina, Zapatero debería incorporar a los sindicatos a su gobierno, nombrar ministros a sus dirigentes, como en tiempos de la guerra civil. Todos nos lamentamos de la ruptura del diálogo social. Un diálogo y concierto social, entre sindicatos y empresarios bajo el arbitraje del gobierno, que aquí no ha existido. Se ha buscado la foto histórica de unos nuevos Pactos de la Moncloa, como los que promovió Suárez durante la Transición, pero ha fallado el personaje de Zapatero, no Díaz Ferrán, quien hasta no hace mucho pasaba dentro de la CEOE como excesivamente complaciente con el presidente de gobierno socialista (más allá de algún fallo de micrófonos abiertos), y que lo único que solicita es una verdadera negociación, sin "líneas rojas" o cartas ya repartidas o marcadas. Aquellos célebres pactos no se reeditan con una simple cena en la Moncloa.
Zapatero insiste en la politización de toda la esfera pública bajo el principio del alineamiento ideológico y de la inevitable imposición del que gobierna ("Gerardo, yo soy el presidente del Gobierno, que no se te olvide", le dijo Zapatero al presidente de la CEOE, en un derroche de persuasión), que para eso ganó las elecciones, lo cual le legitima a su entender para el ejercicio del poder absoluto. Si hemos aceptado en España la "lógica de bloques" (progresista vs conservador) en el marco del CGPJ o del TC, no sin que se haya resentido la lógica democrática, ahora le toca el turno al frente social. La culpa de nuestro males y de que no hallen solución es de la patronal y del PP, ya que ésta sigue los dictados del PP, según el argumentario oficial, justificándose de esta manera que los sindicatos vayan a la rueda del gobierno, y el gobierno a la de los sindicatos. A Zapatero no le interesa el sindicalismo reformista, de larga tradición en Europa. Aboga por un "sindicalismo conservador"... de todos los mitos de la izquierda más rancia.
No todos van a tener vacaciones, al menos las deseadas. La crisis, el paro y, una vez más, el fuego devorador están alterando de forma dramática el merecido descanso de mucha gente. Cada incendio duele y siempre quedan dos preguntas bajo las llamas: qué o quién lo ha provocado, y qué se podría haber hecho para evitarlo o limitar al máximo sus efectos. Es obvio que las altas temperaturas de España obligan a extremar las precauciones de los ciudadanos y a realizar una política de prevención. No basta con quitar cuatro puntos del carnet de conducir por tirar colillas. No se entiende cómo la política de Zapatero, tan sensibilizada de boquilla con el medio ambiente, no se ha volcado en este tema, cuando resulta que el presupuesto que destina España a luchar contra el fuego es inferior comparativamente a los recursos que destinan Francia, Inglaterra o los países nórdicos. No hubiera sido difícil destinar parte del superestrella Plan E a limpiar los montes y mejorar los cortafuegos. Claro que los carteles anunciadores se verían menos.
El final del curso político se le ha vuelto cuesta arriba a Zapatero. Por utilizar un símil ciclista -ahora que celebramos la nueva hazaña del madrileño Contador en el Tour de Francia-, ZP soñaba con un descenso benéfico hacia el mar, después del mal trago de las elecciones europeas, que le ayudara a recuperar el crédito politico, y se ha encontrado al término del curso político con un final en alto que ha acabado por hundirlo. El fracaso del diálogo social se ha sumado al disgusto que le ha dado el presidente del CGPJ. Por primera vez en su historia, el órgano de los jueces no ha sido capaz de pronunciarse sobre un proyecto de ley del gobierno, hecho que resulta mucho más significativo al tratarse del proyecto de reforma del aborto, lo cual refuerza la postura del PP que ha solicitado que se retire esa propuesta, que no figuraba siquiera en el programa electoral del PSOE, por la fractura social que ocasiona. Los datos de la última encuesta del CIS permiten valorar el propio rechazo mayoritario de los votantes socialistas a la ley de plazos que promueve el gobierno (sólo un 29% la aceptaría).
Esta última encuesta que acaba de dar a conocer el Centro de Investigaciones Sociológicas, tan proclive al gobierno en la actual etapa, puede amargar las vacaciones a Zapatero. Por primera vez desde 2004, el PP se sitúa por delante del PSOE en estimación de voto. Además, suspende en pleno al gobierno de Zapatero al final del curso político, sin que ningún ministro se salve de la quema. La ofensiva judicial y mediática del caso Gürtel no hace mella en el PP, para mayor desesperación socialista, que había elegido ese terreno para desgastar a la oposición. Los medios críticos contra Rajoy, de un signo u otro, no ven motivos para la euforia, y ciertamente no los hay. Pero el curso político termina de manera muy distinta para el líder del PP. La dimisión que se ha producido hoy de Bárcenas como tesorero del PP (ante la inminente e inevitable petición del suplicatorio por pate del TS), le facilita desde luego mucho la cosas a Rajoy, que se podrá ir tranquilo de vacaciones. No así Esperanza Aguirre, ante las últimas noticias de la reactivación del caso de espionaje político en la comunidad de Madrid por actuaciones judiciales. En cuanto a Zapatero, únicamente cabe desearle que se recupere en La Mareta, entre las rocas, a salvo de los incendios.
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