Lo bueno de cruzar la frontera de los 100 días que se conceden a todo gobierno para que presente resultados y se someta a las críticas, es que enseguida se llega al 111, un número cargado de simbolismo y esperanza. El 111 se considera un multiplicador del flujo de energía, el umbral de las oportunidades, el número de los ángeles, asociado al optimismo, la motivación, los nuevos comienzos. Este ha sido el mensaje del Gobierno Barkos, presentándose como el artífice de un nuevo despertar de Navarra, de una nueva sensibilidad y hacer políticos. Pero, volviendo a la experiencia de los 100 días, la pregunta es: ¿responden éstos a un auténtico cambio o a simple ‘futuro pasado’? Esta segunda categoría, acuñada por el historiador y sociólogo alemán Koselleck, ilustra muy bien el tipo de discursos y prácticas donde el horizonte de expectativa, lejos de desplegarse en un haz de iniciativas, no sobrepasa los límites del propio espacio de experiencia.
El primer reflejo del nuevo gobierno ha sido pisar el freno, antes que el acelerador. Detener, paralizar, congelar, lo que es más propio de un gobierno conservador que de uno que se quiere progresista. El parón del tren de alta de velocidad, del canal de Navarra, del aprendizaje del inglés: esas medidas inmediatas vuelven a identificar nacionalismo con reacción a la modernización, como sucediera con Sabino Arana, lo cual debería preocupar al primer gobierno nacionalista de Navarra, a no ser que realmente aspire a un futuro pasado. El cambio parece haberse agotado en el hecho mismo del cambio, creándose después una extraña sensación de vacío. Como si una vez desalojado a UPN del poder, no se supiese qué hacer, o no se pudieran conciliar ideas contrarias que tienden a anularse entre sí, y hubiese que ganar tiempo a base de estudios estratégicos y revisiones del pasado.
Lo difícil no es imponerse en unas elecciones, ni muñir alianzas cuando no se han ganado realmente. Lo complicado es gobernar. No tiene sentido continuar haciendo oposición a la actual oposición desde el ejecutivo. Insistir en lo mal que lo ha hecho UPN no otorga credibilidad al gobierno cuatripartito. A los regionalistas se les puede acusar de rancios, si se quiere, en lo político y en lo cultural, pero en lo social y en lo económico su gestión ha sido modernizadora, como viene a reconocerse de hecho cuando el actual gobierno, deseoso de sumar, se apropia el mérito de acciones dejadas preparadas por el anterior, como la ampliación de la dependencia. Eso también es futuro pasado. El problema es que el cambio no consiste en lo que el gobierno se ha prodigado, palabras y palabras, pura semántica aplicada a la política, construida sobre significantes vacíos y referentes erróneos, como ha traducido su discurso sobre las víctimas, que carente de verdadera sensibilidad, lejos de dirigirse a todos los navarros, se orienta al propio espacio nacionalista, con la satisfacción de quien habla escuchándose a sí mismo.
Desde antes ya de ser proclamada presidenta, Barkos insiste en la distinción entre gobierno y parlamento. No es un recordatorio de la separación de poderes, sino una forma ingenua de querer preservar a sus consejeros de las tensiones del cuatripartito y de situarse ella particularmente por encima del bien y del mal, como un espíritu puro. Como si nada tuviera que ver con las iniciativas promovidas por los partidos que la sustentan, sea la ley de símbolos o el debate sobre el derecho a decidir, dentro o fuera de la Transitoria Cuarta. Futuro pasado de estricta significación nacionalista en lo cultural y lo político, y que sólo provoca desunión, como se verifica en Cataluña. ¿Tiene sentido una comunidad o país con dos banderas? O planteamos sustituir una por otra, o creamos una nueva combinando las dos. ¿Por qué no se propone directamente ese cambio? La transparencia en las ideas no es menos deseable que la que afecta a la declaración de bienes, donde el cambio parece haber ido también hacia atrás.
Pasados los 100 días el único proyecto efectivo del cuatripartito es que el propio cambio se consolide ante la opinión. El anuncio de una candidatura conjunta al Senado como respuesta al pacto UPN-PP así lo demuestra, aunque ello atraiga sobre Geroa Bai y la presidenta la imagen de una radicalización a la catalana, que se vuelve contra la pretendida centralidad y moderación iniciales. La confianza de imponerse en cualquiera de sus posibles formas el próximo 20-D, a modo de una segunda vuelta de las pasadas elecciones forales, es lo que anima a unos y otros en el día 111. Un número angélico que contiene una señal: que las propias ideas y pensamientos se están convirtiendo en realidad. El cuatripartito y la presidenta Barkos saben que si en las generales se afianza la imagen de cambio, el conformismo –con todo lo que tiene de control social– acabará instalándose rápidamente en Navarra.
Publicado en Diario de Navarra, 10 de noviembre de 2015
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