Navarra padece una situación de bloqueo de
gobierno derivada de la estrategia de la oposición, que proclama la necesidad
de unas elecciones anticipadas que pongan fin al deterioro institucional
provocado por la salida abrupta del PSN del gobierno, del que sería única responsable
la actual presidenta Barcina. El discurso está algo viciado, como si en Navarra
siempre hubiera habido mayorías absolutas y gobiernos de coalición, o nunca
hubiese primado la lista mas votada, o como si esta práctica no tuviera su
propia lógica democrática, máxime cuando la inoperancia de la oposición se ha
hecho evidente a la hora de sacar adelante una moción de censura.
Se repite el estribillo del fin de ciclo
político para anunciar el fin del poder de UPN como si del poder blanco en EEUU
o de una exigencia histórica se tratara. Vacío de contenido, porque no cabe
entender ni el pasado ni el presente de Navarra como un conflicto entre
diferentes comunidades étnico-culturales, sino como una comunidad pluricultural y
plurilingüística políticamente diferenciada. Los límites de esa estrategia y de ese discurso
quedaron de manifiesto en el pasado debate sobre el estado de la comunidad,
donde la oposición renunció a sacar adelante cualquier otra resolución que no
fuera la petición de elecciones inmediatas.
El PSN acabó retratándose con Bildu, dejó
de lado algunos principios (el apoyo a las víctimas de ETA, que salió adelante
sólo con los votos de UPN y PPN) y se desentendió de los problemas de los
ciudadanos, de los que el parlamento, al menos en ocasiones tan solemnes, debe
ser altavoz. La imagen final de los políticos trabajando para sí mismos resultó
particularmente penosa, sobre todo para la oposición que había buscado retratar
así exclusivamente al gobierno. Más sorprendente ha
resultado después la defensa realizada por Patxi López ante Jiménez de los
actuales compromisos de los socialistas vascos, que esgrimió Barcina en el
debate, y éste desatendió de un modo u otro (la estabilidad del gobierno
autonómico, la memoria y relato de las víctimas).
Cuesta aceptar que el parlamento pueda
convertirse en un simple instrumento de la anti-política, dispuesto a legislar
‘ad hominem’ y con hostilidad, como ha estado a punto de suceder en el caso Donapea,
consiguiendo en cualquier caso paralizar proyectos de futuro, sin verdadero
criterio ni coherencia, al margen de cualquier reflexión seria sobre los
intereses de la comunidad. Desde luego, episodios así son los que producen
deterioro institucional –las instituciones son muy poco sin personas de peso que las
hagan funcionar–
y sirven también para diferenciar a los políticos oportunistas de los
verdaderos hombres (o mujeres) de gobierno. Mientras los primeros únicamente
piensan en disfrutar del cargo (o aspiran a tenerlo acaso sólo para
lucirlo), los
segundos –dentro o fuera de la política– aceptan principios y utilizan los
cargos para una obra permanente.
Para descrédito de la política, la
inconsistencia se está haciendo demasiado visible. No se puede construir una
alternativa política suspendida en el aire, haciendo abstracción de los límites
y de las reglas que rigen el propio proyecto de comunidad, definen el marco de
las relaciones sociales y generan confianza, también económica. Menos aún en
una coyuntura como la actual, de lenta salida de la crisis y de desafío
político nacionalista a la integridad del Estado. Dos años después del abandono
de la violencia terrorista, y recién producida la anulación de la doctrina
Parot, se imponen determinadas exigencias a quienes aspiran a construir una
alternativa en Navarra: la demanda de la inmediata disolución de ETA, que no
puede reservarse un derecho de tutela sobre la política; el reconocimiento del
daño causado y la petición de perdón, sin asimilación posible entre verdugos y víctimas;
la defensa, en fin, de la memoria y dignidad de éstas y no de aquellos. Sortu a
ETA, Bildu a Sortu, Geroa Bai a Bildu y el PSN a todos con quien pretende
gobernar tienen que requerirlo sin ambigüedades.
El partido mayoritario debe reaccionar y abandonar el soliloquio del pacto con el PSN. Debe dejarse de quesitos, cuajadas y boinas, que implican de antemano una renuncia al propio deseo, a romper su propio techo, a la aspiración de liderar una gran mayoría social. Su única alternativa es volver a generar ilusión y esperanza en sus bases y en la sociedad. Debe formular nuevamente una gran ambición, un gran proyecto de libertad, de convivencia, de tolerancia, de modernización, que pasa necesariamente por la regeneración de la política y el impulso de su propio partido. Debe sorprender con su capacidad de atraer el futuro con propuestas valientes e innovadoras, con independencia de lo que hagan o acepten los demás grupos, obligados en cualquier caso a dar razón de sus propios posicionamientos y decisiones. ¿Es realmente la única opción? Bueno, hay otra: la que solicita la oposición y prepararse para morir.
El partido mayoritario debe reaccionar y abandonar el soliloquio del pacto con el PSN. Debe dejarse de quesitos, cuajadas y boinas, que implican de antemano una renuncia al propio deseo, a romper su propio techo, a la aspiración de liderar una gran mayoría social. Su única alternativa es volver a generar ilusión y esperanza en sus bases y en la sociedad. Debe formular nuevamente una gran ambición, un gran proyecto de libertad, de convivencia, de tolerancia, de modernización, que pasa necesariamente por la regeneración de la política y el impulso de su propio partido. Debe sorprender con su capacidad de atraer el futuro con propuestas valientes e innovadoras, con independencia de lo que hagan o acepten los demás grupos, obligados en cualquier caso a dar razón de sus propios posicionamientos y decisiones. ¿Es realmente la única opción? Bueno, hay otra: la que solicita la oposición y prepararse para morir.
Publicado en Diario de Navarra, 26 de octubre de 2013
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